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Cine
Héroes en silencio

The French Dispatch, la película que a los periodistas nos hace sentir como héroes

Inspirada en la revista The New Yorker, la última película de Wes Anderson se estrenó en Cannes en 2021.

13.04.2022 09:07

Lectura: 4'

2022-04-13T09:07:00-03:00
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Por Federica Bordaberry

“Una carta de amor al periodismo”, dijeron que era en Cannes, cuando se presentó en 2021. The French Dispatch, la última película de Wes Anderson, está lejos de ser una versión personal de Spotlight. Acá no se combate el poder, ni la corrupción, ni la injusticia. Acá se narra lo que suele pasar en el periodismo más cotidiano: cómo se cuentan las historias.

La revista ficticia de Anderson funciona, según la trama, entre 1925, que es el año en que Arthur Howitzer, Jr. (Bill Murray) la funda y 1975, el año en que muere Howitzer. Por decreto de su testamento muere, también, The French Dispatch.

La redacción tiene su sede en Francia, en una ciudad inexistente llamada Ennui-sur-Blasé, donde Howitzer, cuando era joven, decidió prolongar sus vacaciones para siempre. Allí transformó el el suplemento dominical del Liberty, Kansas Evening Sun, un diario que era propiedad de su padre, en una revista de viajes que se transformó en un éxito literario.

La película toma la forma del número final de la revista, donde aparece el obituario de Howitzer (escrito por los periodistas de The French Dispatch), un diario de viajes breve de un un escritor llamado Herbsaint Sazerac (Owen Wilson) que muestra cómo evoluciona el tono y la sustancia de esa última publicación, y tres artículos que serán publicados.

Después de una introducción con la voz en off de Anjelica Houston, de un recorrido poético de Ennui, dirigido por Wilson en una bicicleta, y de la muerte de Howitzer, es que empiezan a aparecer esos dobles retratos que, en periodismo, llamamos reportajes. Es, por un lado, el escritor trabajando una historia y, por otro, un personaje central en un contexto particular.

Al periodista Roebuck Wright (Jeffrey Wright) se lo empareja con un chef de la comisaría (Stephen Park), a Lucinda Krementz ( Frances McDormand) con un estudiante rebelde que hace manifestaciones (Timothée Chalamet) y a J.K.L. Berensen (Tilde Swinton) con un pintor que crea sus obras desde la cárcel (Benicio Del Toro).

En la mayoría de sus películas, Anderson se ha inspirado en escritores. En “The Royal Tenenbaums” lo hizo con J.D. Salinger. En “Fantastic Mr. Fox” lo hizo con Roald Dahl. En “El Gran Hotel Budapest” lo hizo con Stefan Zweig. Esta vez se trata de otro tipo de escritores (que lo son porque ejercen el oficio de escribir, no por dedicarse a la ficción). Esta vez, se trata de un grupo de neoyorquinos que fueron famosos en su momento y que, ahora, están bastante olvidados. Se trata, sí, de personajes inspirados en corresponsales de la conocida revista New Yorker, pero se trata del periodismo en general.

Más allá de los homenajes a la figura del periodista, también es cierto que Anderson usa las herramientas del cine para aproximar una experiencia visual a una de lectura. En eso es que, con todo su humor incluido, logra una película de acción.

Anderson manda a los periodistas en busca de historias para la revista y, en cambio, lo que encuentran es un mundo de problemas. Se encuentran con las complicaciones del poder, de la moral, de la ambivalencia entre ambas, incluso de la estética. Aunque sí, la forma de Anderson de mostrar la acción es diferente a la de cualquier otro director.

Esos puntos de vista que deja manifiestos sobre cómo funciona la sociedad y sobre cómo somos los humanos es, justamente, un aplaudo al estilo que aportan los héroes que resisten y que cuentan. Que se exponen y que cuentan. Que, como escribe Leila Guerriero, pasan por las historias sin hacerles daño. Sin hacerse daño.

Ese grupo de héroes incluye tanto a los protagonistas de las historias, esas personas que hacen algo digno de contar, como a quienes informan sobre ello.

Anderson reúne, en su cine, la gloria de los héroes que dan voz a otros y la técnica ideal para hacerlo: hacer del audiovisual casi que un texto escrito. Celebra a los anónimos que son, aquellos que salen al campo a encontrarse con lo que narrar y, además, a Howitzer y su equipo de gramáticos e ilustradores, parte sustancial del periodismo.

Por Federica Bordaberry