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Música
La ruptura

Un cuarto de siglo desde el lanzamiento de 13, el álbum más visceral de Blur

El 15 de marzo de 1999, la banda británica Blur lanzó 13. Un cambio radical del sonido que los caracterizaba y una catarsis personal.

18.03.2024 21:03

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2024-03-18T21:03:00-03:00
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Por Sofía Durand Fernández
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Ruptura. Podría resumirse así. La historia corta contiene únicamente esa palabra. La RAE define “ruptura” de dos formas. Como “acción y efecto de romper o romperse” o “rompimiento de relaciones entre las personas”. De ahí también deriva el “rupturismo”, una característica de los movimientos de vanguardia artísticos que consiste en cuestionar lo establecido.

Una grieta en el pavimento. Un rayo de sol colándose entre dos nubes en el cielo de una tarde lluviosa. El ruido de un vidrio chocándose con el suelo. La transformación de la materia. Los siete minutos y cuarenta y dos segundos de “Tender”, la primera canción de 13, el álbum que Blur lanzó el 15 de marzo de 1999.

13 colisionó con todo. Con los discos que habían hecho anteriormente. Con el público, que se encontraba oyendo coros de góspel en el nuevo álbum de una de las bandas estandarte del britpop. Con ellos mismos. 13 fue una proyección de las grietas e inquietudes con la que todos los integrantes cargaban por ese entonces. Trece canciones, un número que según los supersticiosos es mal augurio. No solo estaban presentes las dos definiciones que provee la RAE, sino que incluso había más. Como aditivo, ocurrió en las vísperas del nuevo milenio.

El primer corte fue radical, y comenzó con la elección del productor. Previo a 13, Blur había lanzado cinco discos: Leisure (1991), Modern Life is Rubbish (1993), Parklife (1994), The Great Escape (1995) y Blur (1997). Todos ellos fueron producidos por Stephen Street, que además de ser el fiel aliado de Blur en sus comienzos, había trabajado con The Smiths en la década anterior.

Pero en 1998, para emprender la tarea que tenían entre manos, necesitaban un cambio que ya tenía nombre y apellido. William Orbit, productor Ray of Light (1998), el álbum de Madonna, y con un perfil de producción marcado hacia la música electrónica. Street no se sintió ofendido, alegando que “lo entendió perfectamente”, en una entrevista con Sound on Sound en 1999.

La ruptura principal de Damon Albarn también tenía nombre y apellido, y estaba en el orden de lo amoroso. Después de casi una década, su relación con Justine Frischmann –vocalista de Elastica- había llegado a su fin. “Definitivamente es una canción triste, es una alarma, un recordatorio amable”, contestaba un Albarn tirado en la cama, semidormido, al final del videoclip de “No Distance Left to Run”, la canción número doce del álbum. La misma que comienza diciendo “Se terminó, no me lo tenés que decir”. En 2010, la banda lanzó un documental sobre su historia con el mismo nombre que esta balada de desamor.

“Mi vida no estaba bien. No estaba en armonía. Todo surge de tu vida emocional y la mía simplemente no funcionaba en absoluto”, afirmó Albarn en una entrevista con el biógrafo de la banda, Stuart Maconie. Las letras son sugestivas, como en el caso de “Tender”, en la que canta que necesita a alguien que lo ayude a sanar su mente.

A su vez, esta decepción amorosa llevó a que el músico se mude con Jamie Hewlett. Inquietudes compartidas, las ganas de algo nuevo y la curiosidad. Esos serían los combustibles que generaron que ellos dos comenzarán a pensar en conjunto. Una combinación que los llevaría a un nuevo proyecto musical. Uno que, hoy en día, asociamos a la buena música conjugada con el mundo animado y conocemos bajo el nombre “Gorillaz”.

Por otro lado, la ruptura de Graham Coxon corría por el lado de la inconformidad artística. Fue el principal impulsor del cambio, de la bifurcación musical hacia nuevos horizontes. La razón fue un repentino rechazo al britpop. “Había una gran libertad y mucho que absorber en términos musicales, pero todo fue tragado por el vórtice del britpop”, afirma Coxon en Estrofa, coro, ¡monstruo! (2023), su libro de memorias. La portada de este cambio de paradigma traducido en álbum musical es de su autoría. Una pintura al óleo titulada “Apprentice”.

Coxon comenzó a tomar distancia, los primeros síntomas de lo que terminaría por estallar en 2002, cuando abandona Blur a causa de tener problemas con los otros miembros, con el alcohol como catalizador de estos. “Estaba allí afuera alrededor del tiempo de 13, a algunos les cayó mal, pero probablemente era una mierda estar cerca de mí”, dijo Coxon en el documental No Distance Left to Run.

A pesar de su repentino desprecio al britpop, la composición de la letra de “Coffee & TV”, una de las canciones más similares al estilo anterior de la banda, corrió por su cuenta. “Estoy muerto cerebralmente, la sociabilidad ya es difícil para mí, sácame de esta mundo grande y malo”, dice el estribillo. Una canción que trata sobre su alcoholismo y el manejo de la fama. En el videoclip de la canción, una caja de leche viviente busca al guitarrista.

Las dos mentes creativas en Blur se encontraron entre rupturas. Sin embargo, las consecuencias de cada una de ellas no inspiraron lo mismo para ambos. Entonces se dio el choque. Uno que constituye el espiritu de 13. Se encuentran tantas concordancias como diferencias en sus canciones. Las distorsiones parecen ser constantes, los cambios de ritmo repentinos también. Pero aun, por momentos, aparecen resistencias al cambio. Vestigios de esos otros cinco discos que los habían catapultado a la fama. El góspel y la experimentación con instrumentos como el Optigan, un órgano óptico que suena en la canción “Optigan 1”.

La recepción de la crítica fue positiva. Los adjetivos “denso” y “cerebral” se presentaron más de una vez. 13 no es un disco para escuchar a la ligera. Tampoco es un disco para saborear de a partes, conforme a la tendencia actual que impulsan las plataformas digitales. Pero hacerlo a la antigua, proponerse escucharlo de principio a fin, es atenerse a descubrir el costado artístico más crudo y visceral de la banda. La voz de Albarn, que por momentos se resquebraja. La sensación de estar perdido, de no saber para dónde va a ir la melodía.

“Para crear algo, hay que destruir otra cosa”, afirmaba Mefistófeles, el antagonista del Fausto de Goethe. La ley de conservación de las masas constituye que la materia no se crea ni se destruye, sino que se transforma. 13 es la bocanada de aire que sus integrantes dan después de estar sumergidos más tiempo del recomendado en el agua. Un martillazo en una pared. Un grito que surge desde el silencio y reverbera. 

Por Sofía Durand Fernández
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