Esta es mi teoría sobre cómo terminé del lado de los Rolling Stones. Tendría no más de seis años. Esa noche, mis padres conversaban con alguien; no recuerdo bien quién era, pero podría tratarse de mi padrino Walter, a quien nunca volví a ver después de esos días.
Solo una parte de la charla que escuché detrás de una puerta me llamó atención. Era Walter el que contaba la historia, mi madre y mi padre le hacían algunas preguntas, muy pocas. Solo sobre el final se precipitaron para entender la causa del problema del protagonista de la historia: un joven que yo imaginé, supongo que por detalles del relato, hecho un ovillo, muerto de frío en la esquina de dos paredes de un cuarto vacío y pequeño. En el momento, la palabra que más me resonó también me hizo mucha gracia: “Drogadicto”. Había entendido perfectamente cuál era el drama del tipo y cómo lo afectaba, pero en ese momento la palabra me sonó como un diminutivo: “drogadito”; una especie de mote despectivo con el que, como si fuera poco, debían cargar aquellas personas condenadas por la sociedad por su mal comportamiento.
Las expresiones de gran arte tienen la capacidad de generar esa extraña sensación donde todo cobra sentido en un instante inesperado.“Thru and Thru” es un gran canción, pero si encima es la banda sonora del final de la segunda temporada de Los Soprano, es una especie de milagro, de esos que nunca nadie esperó que pudieran salir de la pantalla de una tevé conectada a una señal de cable.