“No los quiero asustar, pero creo que puedo ser la voz de mi generación. O, al menos, una voz... de una generación”, les dice Hanna Horvath, protagonista de Girls (2012-2017), a sus padres. 

Así fue como Lena Dunham —escritora, codirectora y protagonista de la serie— se convirtió en una voz de una generación. La de la era Obama, que vio nacer y promovió la tan mencionada “cultura woke”. La que habitó los años 2010, una década pseudo ochentosa, hyperpop y con un espíritu considerablemente más optimista que el de la década actual.  

En los últimos días, pulularon en las redes sociales fragmentos variopintos de la serie estrenada en HBO hace 13 años con motivo de su aniversario. Hannah, Marnie, Jessa y Shoshanna lograron instalarse en el imaginario colectivo y mantenerse relevantes más allá del tiempo.  

Podría considerarse a Girls como una sucesora —aunque no sustituta— de Sex And The City (1998-2004). Ambas operan bajo el mismo centro gravitatorio: Nueva York y la amistad femenina retratada a través de cuatro arquetipos diferentes. Pero las demandas a las que responden son diferentes.  

Mientras que nadie se cuestiona cómo Carrie Bradshaw puede financiar su estilo de vida escribiendo columnas de opinión en un diario, Girls lo blanquea con su protagonista desde el primer momento: vive de transferencias bancarias de sus padres. En el episodio piloto, le anuncian que no piensan seguir sustentándole la vida. Esto lleva a que tenga que hacer malabares para mantenerse.  

Las edades de los personajes y los dilemas a los que se enfrentan también varían. Si en SATC observábamos cómo cuatro mujeres en sus 30 y 40 años navegaban las diversas formas de vincularse sexoafectivamente, en Girls se explora la década de los 20. Por tanto, también aborda el descubrimiento personal y el establecimiento de la adultez.  

Menos Manolo Blahnik, Dior por Galliano y Cosmopolitans; más TOC, ansiedad y episodios de quiebre. Sex And The City se permite momentos de vulnerabilidad, pero detrás de un velo, sin extenderse lo suficiente en el tiempo como para tornarse en algo realmente serio. En Girls, los episodios compulsivos de Hannah Horvath son retratados sin tapujos. La diferenciación viene dictada por la mayor concientización sobre la salud mental entre una generación y otra.  

Toda esta comparación es necesaria. Además de que Girls está cargada de guiños a la serie que le sirvió de inspiración y que intenta corregir algunas percepciones que esta perpetuó, también es cierto que ambos productos se convirtieron en un lugar seguro para muchas mujeres.  

Girls (2012-2017)

Jemima Kirke, que encarna a Jessa, dijo en una entrevista con Dear Media que no cree que Girls funcionaría si fuera lanzada en la actualidad: “Nuestro show salió antes de que surgiera el movimiento MeToo. Por ese entonces, el feminismo estaba buscando su lugar, y nosotras estábamos intentando entender de qué iba. Cuando ocurrió lo de MeToo, de alguna forma marcó el camino y nos dimos cuenta de que nosotras estábamos haciendo algo diferente. Nuestra postura era que no somos flores frágiles y que podemos ser imprudentes con nosotras mismas, con nuestros cuerpos, reírnos de ello y convertirlo en una experiencia que nos moldee”. 

También estima que los que vuelven a mirarla, lo hacen con la noción de que está “fechada” y que no pertenece a la actualidad.  

Es cierto que la serie, conforme aumentan las diferencias sociales e históricas, se añeja. Pero más allá del componente nostálgico, este tipo de series logra resistir al tiempo por evocar situaciones que trascienden la temporalidad. En el caso de Girls, sobrevive el espíritu de no maquillar o embellecer la cotidianidad, e incluso acudir a lo bizarro de ser necesario. 

Dunham no tuvo miedo de desnudarse frente a cámara sin que la sexualización sea el fin. En 2014, durante una conferencia de la Asociación de Críticos de Televisión en Estados Unidos, un periodista la increpó por esto, afirmando que sus desnudos no tenían sentido. Ella le respondió: “Es porque es una expresión realista de lo que es estar vivo, creo, y lo entiendo perfectamente. Si no te gusto, es tu problema”. 

El mérito de Lena Dunham no solo reside en haber escrito y dirigido una serie producida por HBO en sus 20 —aunque estemos hablando de una persona con padres altamente conectados con la industria—, sino también en haber decidido interpretar el rol de la antiheroína.  

Girls (2012-2017)

Aunque parezca increíble, hay quienes vieron Girls —más de una vez— sin entender que Hannah Horvath no está hecha para agradar ni servir de inspiración. De hecho, ninguna de las cuatro protagonistas fue escrita con ese fin. Por momentos, todas resultan insoportables, egoístas o irresponsables. 

¿Por qué, entonces, existen tantos cuestionarios que prometen decirte cuál de ellas sos? 

Por la misma razón por la que el show tuvo éxito y continúa siendo relevante: porque son esas falencias las que provocan acercamiento e identificación con el espectador.  

En esa cuota de realidad que se propone contar durante sus seis temporadas, está incluida la idea de que no todo tiene por qué terminar de forma idílica. Y que algunas cosas deben tener un final.  

Los episodios más memorables son esos en los que este concepto aparece como un golpe de realidad. “El pánico en Central Park”, en el que Marnie se reencuentra con Charlie, su exnovio, y se da cuenta del cambio radical que él tuvo en su vida, o la secuencia entre Hannah, Jessa y Adam en el balcón de una obra de teatro independiente en “Hello Kitty”. Pero, sobre todos ellos, está el desenlace de la serie, que dejó a más de uno descontento.  

Lena Dunham declaró que el final no fue diseñado de forma deliberada para ser un final tradicional y satisfactorio. El objetivo era enfatizar los temas centrales de las seis temporadas: las narrativas desordenadas e incompletas.  

Es lo más cerca que se puede estar de retratar, desde la ficción, lo que es transitar la década de los 20. 

Habrá que esperar para ver cuál es la serie heredera de Girls y Sex And The City para la generación venidera. Por lo pronto, lo más probable es que las que ya tenemos sigan manteniéndose vigentes, sin importar el paso del tiempo.