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Contenido creado por Manuel Serra
Cine
Porque tiene mucho film y mucho mar

Uruguay for export: del cine de Cannes y Venecia a las playas de José Ignacio

Del 14 al 22 de enero se realizó el JIIFF con una selección curada de películas en los festivales de mayor renombre internacional.

25.01.2023 15:36

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2023-01-25T15:36:00-03:00
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Por Nicolás Medina
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A las afueras de Punta del Este empiezan a aparecer diferentes balnearios que, aunque mantienen la esencia de “Punta”, se ven bastante desolados incluso en temporada. Pero, a medida que nos seguimos alejando, la cosa empieza a cambiar.

La cantidad de chapas y matrículas argentinas en descapotables y autos que parecen de exhibición recorren un mix de calles asfaltadas y de tierra que van guiando a quien las recorre por una península que alberga una variedad de restaurantes, paradores, tiendas de ropa, galerías de arte y uno de los faros más icónicos del país. Al adentrarse en sus playas, ya sea en la Mansa o en la Brava, los forasteros pueden comenzar a sentirse parte del lugar. El “hacer playa” es una de las actividades más populares del país y, únicamente al escuchar la variedad de idiomas o identificar una cantidad abrumadora de camisetas de Messi, recordamos que no estamos en cualquier balneario, sino en ese Jose Ignacio que se ha hecho tan popular entre los argentinos —principalmente celebridades— y que hace unos años era tendencia cuando la actriz Anya Taylor-Joy elegía este pequeño balneario para pasar sus vacaciones.

El sol empieza a bajar y el panorama es el de cualquier playa: la gente levanta sus sillas, cierra sus sombrillas y empieza a rumbear hacia sus autos y sus casas. Pero mientras muchos se van, muchos parecen llegar, y gran cantidad de quienes parecían dar por cerrado su día de playa parecen solo estar cambiando de locación. Siguiendo a las masas, llegamos a la Bajada de los Pescadores. A la vez que el sol continúa despidiéndose, una pantalla de cine inflable y gigante con el atardecer a sus espaldas se alza en este rincón de la península.

Y mientras muchos van colocando las reposeras como si fueran butacas de cine, otros optan por dirigirse a los variados puestos de comida para hacerse ya sea con quesadillas y limonadas, vinos de todo tipo o hasta el icónico pop que resulta infaltable en una actividad que es tan popular como lo es el ir a la playa: el cine. Y, al caer el astro rey, la gente aplaude la “puesta” musicalizada por un DJ set del artista Martín Buscaglia. Así, otros se preparan para que comience la función, solo que esta vez, no serán las luces de la sala que se apaguen sino el fin del atardecer lo que dará inició a la película; y junto con el film, dará comienzo el Jose Ignacio International Film Festival.

Este festival, abreviado como JIIFF, se lleva a cabo todos los veranos en el balneario que le da su nombre y este año alcanzó su decimotercera edición. A lo largo de todos estos años, no ha hecho más que crecer; no solo en público y audiencia, sino que también en contar con una selección de películas cada vez más curada y que siempre incluye películas seleccionadas o galardonadas en algunos de los festivales más importantes para la industria tales como los de Cannes, Venecia, Toronto, etcétera. Entre las películas que el festival exhibió en ediciones anteriores se encuentran algunas de las mejores películas de los últimos años: Drive My Car (Ryusuke Hamaguchi, 2021), Red Rocket (Sean Baker, 2021), Nomadland (Chloé Zhao, 2021), Druk (Thomas Vinterberg, 2020), Jojo Rabbit (Taika Waititi, 2019) o Parasite (Bong Joon-ho, 2019).

Pero no todas las pantallas están en el mismo lugar. Este año, el festival contó con otras dos sedes en distintos puntos de José Ignacio. Para llegar a una de las locaciones era necesario adentrarse unos cuantos kilómetros al norte del balneario: esta era la Chacra La Mallorquina, un espacio ubicado en el medio del campo en cual se cambia el sonido de las olas por el de las aves y las ranas que empiezan a sonar cuando la noche cae y el viento empieza a mover la vegetación y también levemente a la pantalla inflable. La última locación, y la que más utilizada fue en esta edición, fue el Pavilion Vik, un auditorio en forma de domo frente al mar ubicado en la Bahía Vik —entre La Juanita y la Mansa— que es lo más similar a una sala de cine tradicional solamente que cuenta con los lujos del hotel y restaurante con piscinas que dan hacia la playa y enormes piezas de arte que lo adornan y que alberga al Pavillion como parte de su infraestructura.

Pero una vez que el festival da comienzo, uno empieza a notar que no todo se reduce a ver grandes películas en increíbles locaciones. Entre los asistentes —cabe destacar que el acceso a todas las funciones y sedes es totalmente gratuito, a veces requiriendo reserva—, las acreditaciones que cuelgan de los cuellos de muchos espectadores pertenecen a los participantes del sector de industria del festival llamado Working JIIFF, que funcionó como punto de encuentro para el fortalecimiento de relaciones internacionales en relación a la producción audiovisual uruguaya donde se hicieron presentes representantes de las casas productoras más importantes del país; también como un LAB donde producciones en desarrollo buscaban hacerse con financiamiento a los que podían acceder mediante pitchings o presentaciones; y finalmente, albergando a un grupo de jóvenes llamado “Generación J”, productores jóvenes de menos de 32 años, que participaron durante varios días de charlas, asesoramientos, clases magistrales y quienes una vez culminado el festival, podían llegar a acceder a becas por parte de la New York Film Academy (NYFA). En otras palabras, aparte de exhibir películas, el JIIFF busca dar un espacio y potenciar a los nuevos nombres del cine nacional. Esto se complementa con una competencia de cortometrajes nacionales —que son exhibidos previo a las funciones de la selección oficial, y que merecen ser desarrollados aparte en una nota aparte—, y una especie de escuela de cine de verano llamada ¡CORTE!, donde niños y adolescentes de entre 9 y 17 pasaban una semana aprendiendo y realizando cortometrajes que fueron exhibidos el último día del festival y que, sin dudas, sumaron una cuota de juventud y energía mientras corrían dentro del Pavilion Vik esperando la proyección de sus producciones.

Pero lo que llevó a que miles de personas se acercaran al JIIFF de este año en calidad de espectadores fue, nada más ni nada menos, la selección oficial de películas que, a pesar de ser todas muy distintas entre sí, siguieron los estándares de curaduría que las ediciones anteriores del festival. A continuación, un balance de los filmes de este año.

Triangle of Sadness, de Ruben Östlund

Esta película se llevó la Palma de Oro en el Festival de Cannes del año pasado. Su director, el sueco Ruben Östlund, su anterior película, The Square (2017), se encargaba de una manera directa pero inteligente de cuestionar el arte contemporáneo. Triangle of Sadness, por su parte, busca nuevamente cuestionar, pero esta vez le toca a la pirámide social y, especialmente, a una clase socioeconómica alta. A pesar de contar con una gran cantidad de personajes, somos introducidos a la historia a través de Carl y Yaya, una pareja de modelos/influencers que, posteriormente, serán invitados a un crucero de lujo con personajes extremadamente ricos y extravagantes. La película se divide —como lo anticipa su título— en una estructura marcada por tres capítulos. El primero funciona estrictamente como una introducción y una especie de statement del director de a dónde quiere ir. Para el segundo, Östlund parece despojarse y olvidarse de toda la sutileza que trabajaba en The Square para dar un filme que, para cuando este capítulo, termina ha recurrido a un humor vulgar y cacofónico que, aunque por momentos resulte risible, luego de casi una hora de constante reiteración se vuelve de mal gusto y la fuerza que tenía el director entre manos de ahoga en el océano. Para el tercer acto, la película ha invertido la pirámide —triángulo— social y se ha quedado con un puñado de personajes que, si bien, se amalgaman de buena forma entre sí, el discurso se vuelve agotador. Más allá de que por momentos el carisma de Woody Harrelson —el capitán del crucero— puede apaciguar las aguas, Triangle of Sadness no cuenta ni con la puesta en escena magistral de Parasite —con la que tiene ciertos vínculos temáticos—, pero tampoco con la audacia de las películas de un Radu Jude que se hace cargo de sus decisiones en todo momento (gusten o no). Sin duda, una elección curiosa para abrir el festival tomando en cuenta quienes son sus protagonistas.

The Banshees of Inisherin, de Martin McDonagh

Estrenada en el Festival Internacional de Cine de Venecia y presente en la mayoría de las listas de lo mejor del año, este filme cuenta ya con decenas de nominaciones en la temporada de premios y fue galardonada recientemente en los Golden Globes como mejor película musical o comedia, mejor guion y mejor actor protagónico para Colin Farrel. The Banshees of Inisherin es probablemente la película más amigable y apta para todo público de la selección del festival. Protagonizada por Farrel y Brendan Gleeson, y dirigida por Martin McDonagh (Seven Psychopaths, Three Billboards Outside Ebbing, Missouri), la película se sitúa en una isla en Irlanda y plantea un conflicto que parte de un “qué pasaría si”, donde el personaje de Gleeson, luego de llevar una vida de amistad con el de Farrel, decide cortar todo tipo de relación sin ninguna explicación. A raíz de esto, se genera una comedia negra, por momentos con un gran componente dramático, que explora con mucho carisma y de una manera sumamente entretenida las relaciones humanas y la comunicación interpersonal. Y todo esto en un entorno de “pueblo chico”, que concentra el conflicto dándole dimensiones desproporcionadas y potenciando con decisiones de puesta en escena extremadamente simples y sutiles pero funcionales a la historia, y ni que hablar sustentándose en la química actoral que demuestra el elenco. La película tiene su estreno programado para el 2 de febrero en Uruguay.

Corsage, de Marie Kreutzer

Corsage busca ser una especie de película biográfica, pero con una gran cantidad de libertades, sobre Isabel de Baviera, también conocida como “Sisi la emperatriz”, quien ya ha sido encarnada en una gran cantidad de películas, dado que fue un personaje atemporal para le época en la que vivió. El filme busca retratar a una monarca rebelde e inteligente, pero también agobiada y prisionera de su propio lugar en la corona.

Estrenada en la sección Un Certain Regard del Festival de Cannes, la película es todo lo que es gracias a la actriz que encarna a Sisi, Vicky Krieps, quien no solo carga con la complejidad del personaje al que le da vida, sino con una puesta en escena que se ha vuelto algo casi que de manual en estas películas de época o relacionadas a la realeza. Se recurre a recursos repetitivos como el uso constante de planos generales, planos fijos de larga duración —lo que a muchos le resultará “lento”—, y una dirección que deposita demasiado sobre su protagonista que está en absolutamente todas las escenas de la obra. Las decisiones más curiosas que toma el director tienen que ver con introducir elementos atemporales a la época en la que se desarrolla la historia, como una especie de juego con la atemporalidad —valga la redundancia— del personaje (se ubica a Sisi en el momento exacto en el que formalmente se crea el cine, por ejemplo), o se introducen elementos pop que buscan, nuevamente, tratar a la emperatriz más contemporánea a nosotros como espectadores que al momento histórico en el que se desarrolla la película. 

R.M.N., de Cristian Mungiu

Nominada a la Palma de Oro del Festival de Cannes, la nueva película del rumano Cristian Mungiu (4 Months, 3 Weeks and 2 Days, Graduation) se podría encasillar como un drama familiar con que explora la paternidad, la redención y el miedo con un nivel de violencia —principalmente implícita— que tiene tantas dificultades para ingresar al espectador como dificultades para escapar una vez que ingresamos. La historia gira en torno a un padre que decide volver a Transilvania para involucrarse en la educación de su pequeño hijo. Si The Banshees of Inisherin era la película más amigable de la selección, R.M.N es probablemente la más densa —en el sentido más literal— de toda la selección. Con una cámara movediza que le da un valor agregado a la tensión de los sucesos que se van construyendo a cuentagotas y la frialdad propia que viene atada de las locaciones, este filme hace que el espectador empatice mucho con los personajes y, a su vez, no quiera hacerlo por el universo al que esto implica entrar.

Close, de Lukas Dhont
Ganadora del Gran Premio del Jurado en el Festival de Cannes y posicionándose como la película ganadora del JIIFF de este año, Close es el segundo largometraje del director belga Lukas Dhont. La historia tiene como protagonistas a dos niños de aproximadamente 12 años, Léo y Rémi, que son mejores amigos y viven su amistad de una manera totalmente inocente y sin ningún tipo de limitaciones. Pasan sus días juntos, duermen juntos, tienen mucho contacto físico desde el lado de la ternura el uno con el otro, se apoyan y acompañan en los logros, etcétera. Pero todo comienza a cambiar una vez que comienzan el año escolar y empiezan a ser víctimas de la mirada juzgadora de sus pares adolescentes. Mientras a Rémi esto no le parece afectar, Léo comenzará a modificar sus conductas y hacer una autoevaluación de que efectivamente esta amistad que él vivía, hasta entonces, con plenitud y sin ningún tapujo, tiene algo malo. La película trata con un nivel de intimidad, cuidado y una cámara sutil que acompaña a dos jóvenes actores que lo dan todo, temas que van desde la inocencia, el acoso, la amistad como el primer amor, a la culpa y el duelo. Close es prima hermana de Aftersun de Charlotte Wells en forma y contenido (aparte de ser ambas producciones distribuidas por MUBI).

Holy Spider, de Ali Abbasi

Ali Abbasi saltó a la fama con la película Border (2018), una fábula que se adentraba en los lugares más oscuros de la humanidad mientras reflexionaba sobre la belleza. En este caso, el director vuelve a adentrarse en lugares oscuros, pero ahora con hechos más concretos. El filme toma como punto de partida la historia real de Saeed Hanaei, también conocido como el Spider Killer, un asesino serial iraní que entre 2000 y 2001 asesinó a dieciséis trabajadoras sexuales atribuyéndose estar en una misión divina de purgar la ciudad de Mashhad. El argumento alterna entre el punto de vista de Hanaei y el de Arezoo Rahimi, una periodista que luego de enterarse de lo que está sucediendo, decide tomar justicia por mano propia para dar con la identidad del asesino puesto que la policía no parece interesada en resolver el asunto.

Abbasi se adentra, al igual que en su anterior película, en lugares extremadamente violentos de la humanidad, retratando la indiferencia y la impunidad para con este tipo de crímenes en la sociedad iraní, y cómo el fanatismo religioso puede hacer que estos asesinatos sean justificados planteando una problemática que persiste hasta el día de hoy. Pero, a diferencia de Border, no termina de hacerse cargo del punto de vista ni de lo que busca generar en el espectador. Oscilando por momentos entre un thriller policial —periodístico, a lo Zodiac (David Fincher, 2007)— y, por momentos, simplemente un espectáculo de violencia que el director elige mostrarnos y, en otros momentos, ocultar. Holy Spider tiene más valor por lo que dice que por cómo lo dice y será, sin dudas, una de esas películas que dividirán a la audiencia. La película se estrena en salas de cine de nuestro país el próximo 26 de enero.

Al margen de su reducida selección de películas y cortometrajes, el JIIFF no tiene nada que envidiarle a ningún otro festival de cine. Cumple con todos los requisitos que deben cumplir este tipo de eventos: contar con una elección de filmes variados y que denoten las diferentes posibilidades del cine contemporáneo, tanto local como internacional, y también funcionar como punto de encuentro entre inversores, productores, realizadores, actrices y actores. Esta edición contó con la presencia de Dominique Sanda, Adrián Suar, Cesar Troncoso, Mirella Pascual, Anaclara Ferreyra, Augusto Gordillo, Lucas Barreiro, Marina Artigas y Stefania Tortorella, entre otros. Algunos por tener un espacio de una u otra manera en la grilla, y otros simplemente en calidad de espectadores.

Pero, sobre todo, el JIIFF logra crear un espacio donde el cine vuelve a lo que fue en sus orígenes, un entretenimiento tan popular como lo es ir a la playa en verano y, de alguna forma, logra combinar las dos cosas.

Por Nicolás Medina
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