Documento sin título
Contenido creado por Federica Bordaberry
Música
El peso de los años

Ustedes no lo saben, pero María Deal es mi amiga

La artista uruguaya lanzó sus dos últimos singles, “Mierda te quiero” y “No te culpo”, en plataformas de streaming.

24.08.2022 13:00

Lectura: 8'

2022-08-24T13:00:00-03:00
Compartir en

Por Federica Bordaberry

La noticia es esta: Meri Deal, la artista pop uruguaya, lanzó dos canciones nuevas. La primera se llama “Mierda, te quiero” y está en Spotify. Tiene, además, un videoclip que fue filmado en Buenos Aires a mediados de este año. La segunda, “No te culpo”, que se lanzó la semana pasada, también está en Spotify y también tiene videoclip.

Estas dos son las últimas de cuatro singles que lanzó Meri desde que comenzó su carrera solista.

Esa es una forma simple, veloz y fácil de contar la noticia. Pero la noticia es mucho más profunda. La noticia es, también, el camino que hizo esa mujer de 25 años para llegar a lanzar esa canción.

La noticia también es la historia.

Ustedes no lo saben, pero María Deal es mi amiga. Yo le digo así: María. Son pocas las veces que me refiero a ella como Meri. La honestidad intelectual, en este caso periodística, es lo que me obliga a confesar mi cercanía a la persona de la cuál hablaré. Esa misma razón es por la que este texto estará compuesto desde un “yo”.

Porque, a pesar de ser periodista, el vínculo es inevitable. Si el periodismo objetivo no existe, si la subjetividad es siempre cierta, entonces, este texto exagera y subraya esa subjetividad.

Pero este texto tiene una causa evidente: todavía no encontré una entrevista, una nota, un artículo, un ensayo, que capte la esencia de María. Hay uno, solamente uno, que se asemeja. El resto la resume en una chica que canta cumbia cheta y que es muy linda. Y lo es, es muy linda. Pero María es inmensa (contiene multitudes, diría Walt Whitman).

Una imagen que ilustre:

Era de noche, pero hacía calor. Sería marzo de hace algunos años. Las fechas exactas no las sé debido al peso de los años. Pero estábamos sentadas en la barra de un bar en Montevideo. Había poca gente y la música no estaba tan alta. Recuerdo que nos sirvieron, con las bebidas, un platito con pop.

De alguna forma, quizá porque en aquella época yo asistía al curso de Introducción a la música uruguaya de Andrés Torrón, terminamos hablando de Eduardo Mateo. Y en ese momento, empezó a hablarme de bossa nova, de las influencias brasileñas que llevaba en la sangre. De las otras que lleva, como Shakira y Cerati.

Esa conversación fue larga y tendida.

Al día siguiente, fuimos a ver a una cantante brasileña al sótano de Inmigrantes y se subió al escenario, descalza, Eli-U Pena, la hija del Príncipe. María, a mi lado, abrió los ojos y se emocionó viendo mujeres libres, artistas, honestas.

Foto: Tomi Raimon

Foto: Tomi Raimon

Otra imagen:

Hubo una tarde, en una de esas tantas giras en las que acompañé a esa banda (que se convirtió en familia) en la que hicieron una tarde de prensa. Funciona de esa forma cuando se hace prensa de artistas. Eso lo aprendería más tarde, ya inmersa en el mundo periodístico cultural. En ese entonces, cuando era estudiante, me resultaba terrible cómo los periodistas podían tener solo diez (los medios más importantes, veinte) minutos.

Pero, en definitiva, lo que pasaba era eso: en una tarde venían muchos medios a hacer una variedad de preguntas (aunque no variaban mucho las preguntas). Esa tarde los acompañé y presencié eso: a María y a Bauti respondiendo pregunta tras pregunta.

La historia es la única que ellos han dicho: un grupo de amigos armó una banda de lo que en ese momento se llamaba “cumbia cheta”, cuando Agapornis y Los Bonnitos estaban de moda, y empezaron a componer sus propias canciones.

Eran Bautista Mascia, Joaquín Slinger, Sebastián Muñoz, Andrés Urioste, Ignacio Hounie, Pablo Battro al principio y luego Máximo Cattivelli, Martín Zerbino, Alejandro García y Felipe Sardina.

Luego, la incorporaron a María, la voz femenina que, además, es prima de Bautista.

Y, pregunta tras pregunta, ambos respondieron con una sonrisa, con el mismo ímpetu como si fuera la primera vez que lo dijeran, con la amabilidad que los caracteriza, sabiendo que eran privilegiados por poder dedicarse a la música y girar por países de América Latina.

(El camino de María, con el tiempo, sería este: Toco Para Vos, firma con Warner Argentina, su carrera como solista, firma con Warner México).

Foto: Diego Ituño

Foto: Diego Ituño

Y otra:

Caminábamos por avenida Corrientes en Buenos Aires. Era de noche, era invierno, era hace unos años. Era uno de sos días donde el sol se va yendo y el frío cae a crepitar los huesos, cuando ni si quiera caminar sirve para entrar en calor. Mientras que íbamos de algún lugar (no recuerdo cuál) hasta la casa de mi padre, María quiso entrar a comprar un café para calentarse.

Se armó, entonces, un chai latte (en realidad, es té con leche). Le puso azúcar, canela, lo preparó para que le levantara los ánimos contra el frío, para seguir caminando por, por lo menos, media hora más. Hicimos media cuadra y María sostenía el café entre sus manos, calentándose, hasta que la vio.

Encontró, a su izquierda, una mujer durmiendo en la calle, entre cartones. Se acercó en silencio, se lo ofreció con su voz dulce, y se lo dejó. Cuando volvió, me miró y pasó lo que yo sabía que iba a pasar. María soltaba lágrimas.

Foto: Tomi Raimon

Foto: Tomi Raimon

Una más:

Una tarde de invierno de 2022, María me llamó para preguntarme si podía acompañarla a dar unas vueltas por Ciudad Vieja, si podía ir con ella a pasear a unos amigos suyos que estaban en Montevideo. Como yo vivo por la zona, mi compañía era ideal para hacerlos conocer nuestro casco histórico y, como no me quedaban más tareas por el día, acepté.

Nos encontramos en plaza Independencia, donde me hizo dirigirme al Hotel Radisson, el Victoria Plaza. Esperamos abajo por sus amigos, cuando apareció uno de ellos. Un hombre de entre treinta y cuarenta años que tenía acento venezolano. Su vestimenta un poco extravagante me llamó la atención, pero enseguida me distraje presentándome y comenzando a caminar, porque su hermano, el otro amigo de María, nos alcanzaría más tarde.

Así, fuimos por Sarandí, mientras que yo veía que muchas de las personas que nos cruzaban nos miraban. Asumí, en ese momento, que sería porque íbamos con María. Pero cuando llegamos a la plaza Matriz fue evidente. Al amigo de María se le acercaban muchísimas personas con acento centroamericano a pedirle fotos, a darle regalos, a saludarlo.

Seguimos por Sarandí hasta plaza Zabala y ahí nos sentamos a tomar un mate en el pasto y a darles de probar un fainá que compramos por ahí. Llegó el segundo amigo, con otros, con una banda de técnicos.

Entonces, le pregunté.

“Son Servando y Florentino”, me dijo. Y, hasta ese momento, no había entendido que caminaba con dos estrellas de la música venezolana por Sarandí, dos de las personas increíbles que me ha hecho conocer María del mundo de la música.

Foto: Tomi Raimon

Foto: Tomi Raimon

Lo último es esto:

Cuando era niña, María estaba en la casa de una muy amiga que tenemos en común. Había una reunión familiar allí y María se acercó a saludar. Entonces, uno de los tíos de mi amiga, la otra, le dijo que si era tan flaquita no iba a poder cantar, porque las cantantes de ópera tienen la caja toráxica grande, muy grande. Y ella era chica, muy chiquita.

Ella dice que esa noche volvió preocupada, quizá en llanto, a su casa. Y que su mamá, que es una persona muy dulce y que camina descalza por el jardín, le dijo que eso no tenía nada que ver. Que no se preocupara. Y no volvió a hacerlo.

Años después la vi cantar el “Hallelujah” en varios casamientos. Años después, la vi subirse a cantar “Chau” con No Te Va Gustar en el Centenario. Años después, la vi telonear a Ed Sheeran. Años después, escuché grabaciones de canciones que tiene guardadas, que escribe, que inventa, que compone. Años después, la escuché demasiadas veces hacer las canciones de Toco Para Vos en todo tipo de escenarios. La escuché en un festival de cientos de miles de personas en Talca, Chile, y la escuché en boliches con cincuenta personas en el interior de Argentina.

La escuché y, cada vez, se me erizó la espalda, toda.

Aunque, no, quizá la última imagen debería ser esta:

Una tarde de verano llegué a la playa donde estaba ella. Fui a ver a mis amigas, que estaban reunidas ahí, pero María se levantó al verme y me abrazó. Me dejó instalarme, pero enseguida insistió en hacer una caminata por la orilla de la playa. Esas son las cosas que le gustan: la playa, la caminata, las charlas.

Lo hicimos, vimos el atardecer, el viento sopló leve, supe de amor y de amistad.

Por Federica Bordaberry