Por Catalina Zabala
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Valentina Viettro padeció endometriosis. Una enfermedad que, según la Organización Mundial de la Salud (OMS), afecta a 190 millones de mujeres y niñas en edad reproductiva en todo el mundo. Bajándolo a tierra, esto equivale a casi el 10% de mujeres y niñas de todo el planeta.
Valentina cuenta cómo, a lo largo de su vida, se ha sentido ignorada en reiteradas ocasiones por el cuerpo médico de nuestro país. Con indicaciones básicas, pero que se mantuvieron durante ocho años, como el consumo de ibuprofeno por tiempo indeterminado. La autora lleva tres años radicada en Francia. Al llegar allí, los profesionales la miraban de manera extraña. No entendían cómo podía estar consumiendo tanto ibuprofeno cuando su problema no iba por ahí. Hoy, ya asentada en el país galo, cuenta con un cuerpo médico que la escucha y logró ayudarla.
Describe a la escritura como una necesidad. Escribe desde que tiene memoria. Hoy, utiliza su talento como un altavoz para defender unas causas que entiende poco difundidas. Intenta compensar la realidad de unos "derechos socavados" que, según Valentina, atañen a la totalidad de la población femenina por el simple hecho de serlo.
Hoy, presenta La Dolor. Una obra que refleja la vivencia de la enfermedad en carne propia, con el objetivo de darle voz a un problema transitado por muchas mujeres. Escribe para militar, y milita para reforzar una empatía que recién comienza a gestarse.
La perspectiva de género siempre estuvo presente en tu obra. Más allá de ser mujer, ¿qué fue lo que te llevó a querer dedicarte a esa temática?
El hecho de ser mujer significa pertenecer a una mitad de la población que ha visto socavados sus derechos. La sensibilidad viene un poco por ahí, y también porque soy parte de una generación que bien o mal ha vivido, por lo menos en la reflexión, un nivel de cambio. Vivimos un cambio colectivo. Por ejemplo en Uruguay, que es un lugar donde se discute mucho, se piensa mucho y se milita mucho, el surgimiento del feminismo y de espacios de cuidado, de reflexión colectiva, me parece que forma parte de toda una generación.
A mí me pasó yéndome, al encontrarme lugares donde no existía eso, y me parecía asombroso. Pero en Uruguay sí hicimos parte de este cambio, entonces creo que fue un poco por ahí, y después hay otras cosas. Sexualidades monstruas (2018), mi primer libro, fue leído como un libro feminista. Yo no considero forzosamente que sea un libro feminista, pero es una obra que tenía la intención de cortar con ciertas cosas como la hipocresía, tratar a los cuerpos de una manera respetuosa, abrir un poco ese panorama de los cuerpos ignorados. Hay personas mayores, hay trans.
Había una intención general que atravesaba el texto, pero no lo escribí pensando en que fuera identificado como LGBTIQ+, feminista o lo que fuera. Agua bendita (2021) sí fue un poco más, tiene textos más militantes, y Síntoma (2023) es una distopía, entonces es todo política. Las experiencias de mi vida repercutieron en mi creación. En Francia hice bastantes performances, y prácticamente todos tienen una perspectiva de género. En una, hay una mujer migrante que se prepara para boxear. En otra, es el ciclo vital de una mujer representada por ciertos momentos, siempre hubo una línea de militancia. Igual ya era artista antes, solo que me atravesó el tiempo.
Decías que siempre viste el escribir como una necesidad. ¿Siempre estuvo en vos, o tuviste un acercamiento concreto a la literatura?
Sí, siempre escribí, desde chica. Mal, pero escribía. Otra cosa es el tema de la práctica de escribir, y otra cosa es cuando tenés la intención de hacer una obra. Yo creo que eso solo existe como fruto del trabajo. El talento puede ayudar, sin duda, pero después es trabajo. Las miles de correcciones, ir y venir y discutir un término, pensar y buscar el ritmo, leer en voz alta, y cortar algo que estás haciendo para volver a ese texto. Volver a una palabra, dejarlo, volver a trabajarlo, se trata de buscar tu ritmo de trabajo. Yo creo que por más talento que tenga cualquier autor, no creo que nadie haya nacido con su propia voz. Eso es algo que lo encontrás con el camino, lo vas trabajando.
¿Siempre quisiste hablar de la endometriosis, o simplemente fue una perspectiva diferente desde la cual abarcar la perspectiva de género?
No, yo sabía que quería escribir de la endometriosis, pero no sabía mucho qué forma iba a tener. En un momento tuvo una forma más poética, donde apareció el personaje de La Dolor, y era una descripción de eso. Después pasó a ser un diario, donde empecé a tratar de registrar desde el momento en el que decidí hacerme una histerectomía hasta que la hice. Después se volvió un trabajo literario más arduo, que fue el trabajo de archivo y de reconstrucción y memoria de muchas otras cosas que sucedieron a lo largo de 30 y algo de años de enfermedad.
¿De dónde surge "La Dolor" como nombre para la obra, y qué es lo que representa?
Hay un uso popular que a veces acentúa las palabras cambiándoles el género. En el interior se usa mucho, como "la calor". En Francia, el dolor es femenino en términos de lenguaje. Entonces me quedé pensando en el tema de esa diferencia del masculino- femenino entre los idiomas, y me parecía que era casi injusto que el dolor fuera un término masculino. Siento que las mujeres estamos sometidas a una dinámica del dolor a la que tenemos que estar acostumbradas; lo hacen parte de nosotras, y es un poco lo que lleva a invisibilizar la enfermedad.
¿La iniciativa para escribir sobre el tema surge de su falta de difusión?
Hay un problema de difusión, de investigación científica, hay un tema también de acompañamiento de las instituciones, del Estado, y sí, el libro habla de una intencionalidad. De que esto no es que suceda porque nadie se dio cuenta, sino porque hay una intención en la que no estuvo el cuerpo de la mujer en cuestión de igualdad durante muchísimo tiempo. Entonces es una enfermedad que quedó en el olvido, se investigó poco, y se la dejó de lado. Te dicen que es un dolor como el que tenés todos los meses. Y hoy por hoy, apenas se le dio un poquito de tiempo de estudio (que estamos hablando de menos de 30 años), y hay descubrimientos increíbles. El avance fue muy rápido en muy poco tiempo. Obvio que la ciencia avanza, la tecnología avanza, pero de todas formas yo siempre lo digo: si esto hubiera sucedido en el huevo de un hombre, tendríamos la solución hace un montón de años.
¿Dirías que la medicina y la investigación tienen hasta el día de hoy una perspectiva masculina?
Claro, y que también tienen un enfoque sobre cierta línea farmacológica que era ocultar el dolor, evitarlo, que seamos funcionales, y entonces la causa no importaba, ni siquiera se buscaba. De todas formas, sí, es una línea de medicina muy patriarcal y capitalista, porque en ese sentido lo que se necesita es tratar de vender remedios. Y el negocio con las mujeres fue venderles la pastilla anticonceptiva durante mucho tiempo, "sin que pregunte mucho". Que no te preocupes a los 20 por la trombosis que vas a tener a los 45, "vos tomála".
El médico representa un cierto estado de poder. Por supuesto que todo tipo de médico, pero si encima es un médico hombre, blanco, cincuentón, con un buen nivel económico, etc., no es solo machismo, sino que es machismo en un cierto nivel de privilegio en el que nunca te va a hablar como un igual. Por supuesto que él tiene conocimientos que vos no tenés, pero hay ciertos niveles de no escucha, de toqueteos, o de menosprecios, que no tienen que ver con el nivel de conocimiento del médico, sino que tienen que ver con otras cosas. Por lo menos acá en Uruguay, lo de "mi hijo el doctor", es una autoridad a la que no se le discute. Acá por más que yo quisiera describir lo que me estaba pasando, en cierto momento el médico me miraba, tenía dos minutos, me tenía que sacar corriendo y me daba un ibuprofeno.
Yo me pregunto si no es una falta de respeto darte ibuprofeno durante ocho años; yo me fui a vivir a Francia y la gente me miraba, me preguntaba por qué tomaba tanto ibuprofeno, porque hace mal al estómago. Vos vas a la farmacia y no te venden ibuprofeno de 600 mg, 800 mg, no existe. Te venden cosas al costado, para soportarlo. Entonces no sé cuál es la lectura del médico, yo creo que es la de "pan para hoy". Porque después tenés consecuencias, eso seguro.
¿Se evita que se hagan preguntas sobre el tema?
El cuerpo médico nunca estuvo abierto a la pregunta. Hasta cierto momento, y por lo que entiendo, es lo que sucede con mucha gente todavía. El paciente es simplemente un ente que no tiene posibilidad de opinión. Y acá, por ejemplo, con estas enfermedades, hay algo que cambia, porque como el cuerpo médico no tiene una respuesta, nosotras nos volvimos expertas en nuestra enfermedad. Nos conectamos, leímos cosas, investigamos para acá y para allá, entonces hasta cierto punto el médico no te puede ignorar. A no ser que te falte el respeto como me pasó con muchísimos médicos acá en Uruguay. Me pasó con algunos en Francia, sí, pero tuve la suerte de que en poco tiempo encontré un equipo médico con el que podía conversar. En esa discusión estaba en juego también la vida que yo llevaba. Por ejemplo, si viajás, si no viajás, qué comés, otras cosas que tienen que ver con esa enfermedad pero que son un poco más globales, y tenés opinión porque es tu vida.
¿Ves al Uruguay en desventaja en términos de difusión, en comparación a otros países como Francia?
Es un tema superglobal. Francia pegó una adelantada en los últimos tiempos. Soy mala con las fechas pero por ejemplo, hace cinco años por lo menos que empezó a haber mucha más investigación y mucha más difusión de la enfermedad, pero es todo bastante nuevo. Con respecto a otros países sí, avanzó un poco más, porque ahora hay una inversión. Hay una ley que empieza a estar, pero no hay todavía una ley que lo considere enfermedad crónica. Se puede pedir de todas formas el reconocimiento de enfermedad crónica, pero sí, el atraso es medio general.
Los países que tienen menos recursos, por supuesto que van un poquito más tarde. Acá, si yo no me equivoco, fue hace dos años y algo que se abrió la policlínica de investigación de endometriosis en el Clínicas, y la ley apareció hace muy poquito. Entonces en poco tiempo va a haber un avance muy rápido. Por todos lados hubo un pequeño avance, eso también lo marca el libro. Hay leyes nuevas en Argentina, Colombia, España. Se empezó a mover un poco esa necesidad, o por ejemplo el hecho de que se consideren días libres para las personas con útero que tienen problemas de dismenorrea, menstruaciones complejas, etc. Eso también era impensable, pero hoy en día sucede en muchos lados.
¿Ves un futuro optimista para la endometriosis?
Pienso que hoy en día no es necesario llegar al nivel al que llegué yo de enfermedad, por ejemplo. Me parece que ahora somos más conscientes, y que si una tiene la suerte de caer con un buen equipo médico y estar bien informada, se pueden hacer intervenciones anteriores a llegar a un extremo en el que el órgano sea irrecuperable y haya que quitarlo. Yo entiendo que sí, que hay un avance, y no sé si una solución, pero creo que vamos a llegar a vivir mejor con eso. De todas formas yo no soy científica, pero me han dado a entender que el modo de vida que tenemos nos va a seguir enfermando. Hay una cierta relación con la alimentación, con el plástico, con las radiaciones, y las mujeres somos un poco tierra. Así que por eso estamos un poco complicadas también. Creo que el último siglo cambió esto en la mujer, pero es como te digo: capaz que mañana hay una investigación en la que me dicen "no, en el siglo XVII esto ya sucedía", pero no tengo las herramientas para responder a eso.
En estos términos, ¿ves a la literatura uruguaya en la misma línea que el resto del mundo, o no?
En Uruguay se publican bastantes libros, y hay bastantes autoras y autores. Yo he visto más autoras jóvenes, capaz porque yo también trato de buscar cosas contemporáneas, y trato de ver qué es lo que pasa. He visto un poco más, pero hay que ver las cosas en el tiempo. Escuché que alguien decía eso: "Hay un montón de gente con un primer libro". Después hay que ver el trabajo en el tiempo, el ser constante. No tengo idea de la tendencia, sí es verdad que cada vez que vengo me encuentro con muchas autoras jóvenes y muchas que son superinteresantes, como Sofía Aguirre.
¿Cuáles son tus influencias artísticas, o los autores que te inspiran?
Todo el mundo me perturba. Yo leo algo, y después no me cierra. En particular no soy muy fanática de nada de nadie. Es como que trato de ir buscando y leyendo, y ahí me quedo con cosas de mucha gente. Pero siempre fui mala para eso de las referencias. A veces pasa que lees algo y desearías haberlo escrito vos, pero no me pasa muy seguido. No recuerdo quién fue la última persona con la que me pasó eso.
Generalmente son cositas mínimas, hay una serie de autoras argentinas que vienen haciéndose ver en el extranjero; y cuando las leo encuentro un relato en el que se comparten algunas cositas. Pero no me doy cuenta ahora algo que digas, "chau". Las malas (2019) fue uno de los libros de los últimos años que me dio una impresión de que había algo nuevo. Yo decía que era "realismo mágico trava". Porque tenía algo así, había logrado contar una historia desde una perspectiva un poco mágica. Después he leído otras cosas que me han hecho reír o pensar, lo último que estuve leyendo fue uno nuevo sobre el adoctrinamiento, pero lo dejé porque no me podía traer muchos libros en el avión.
Por Catalina Zabala
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