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Beat
Historia de comienzo de siglo

Veinte años del lanzamiento de NEO, literalmente la mayor revista de su tiempo

Dialogamos con Leo Lagos, editor de una publicación surgida tras la crisis de 2002 y que creció hasta su último instante.

28.08.2023 09:41

Lectura: 12'

2023-08-28T09:41:00-03:00
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Por Gerardo Carrasco
  gcarrasco@m.uy

“El viejo mundo se muere, el nuevo tarda en aparecer, y en ese claroscuro surgen los monstruos”.

El pensador italiano Antonio Gramsci, acuñador de esta frase, falleció en el período comprendido entre las dos guerras mundiales, y no llegaría a saber cuán proféticas resultarían sus palabras.

Estas palabras de Gramsci, autor citado cada cinco minutos en redes sociales con las intenciones más variadas, vienen ahora a cuento de una pequeña historia nacida también en un tiempo intermedio, en una modesta bisagra en el devenir de las herramientas de comunicación y divulgación cultural: comenzaba el siglo XXI, el imperio de los medios en papel afrontaba su lento declive, y la web 2.0 aún no terminaba de cuajar. Fue entonces cuando una generación que no contaba con espacios en el primero y no podía aguardar por la segunda, creó su propio espacio.

Así nacieron las revistas de distribución gratuita Pimba!, Freeway, y NEO, en ese orden y en rápida sucesión. Las tres compartían el común denominador de ofrecer, en menor o mayor medida, una guía mensual de actividades culturales y recreativas. Todas se distribuían de forma gratuita en boliches, discotecas, tiendas de moda, universidades, o en cualquier lugar que fuera frecuentado por jóvenes. Más allá de eso, cada una de las publicaciones tenía su perfil, estilo y formato.

Más tarde todas compartirían algo más: sucumbirían durante la segunda mitad de la década de 2000, más allá de algunos postreros intentos de adaptación en el caso de Freeway.

Curiosamente, la huella digital de las tres revistas es escasa o nula, pese a que nacieron en tiempos de internet y de que todas tuvieron en algún momento página web. Por ello, el curioso lector que desee revisitar sus contenidos deberá buscar los ejemplares que quizá guarde en algún cajón, o recurrir a librerías de segunda mano.

En este agosto se cumplen 20 años del nacimiento de la revista NEO. Con cuatro temporadas entre 2003 y 2006, fue la última de las tres en salir a la calle y la primera en desaparecer. Producto surgido entre los escombros del “corralito”, vino a satisfacer necesidades que los medios tradicionales no colmaban.

En su andadura, NEO supo combinar humor, periodismo de calidad y divulgación cultural,  y hacerlo de una manera dinámica, de fácil consumo y —last but not least—, sin caer en el solemne pecado de tomarse demasiado en serio a sí misma.

NEO se diferenció de las otras revistas mencionadas por dos características que saltaban a la vista. La primera era temática, ya que cada número se publicaba bajo una consigna que marcaba su contenido: “Salud” “Motor”, “Rewind”, “Animate”, “Sexo” “Stop the war”, “Mutante”, “Comic” son algunos ejemplos.

La segunda consistía en una cuestión de tamaño: NEO nació más grande que el resto de las publicaciones de su categoría y, al igual que las manos de un enfermo de acromegalia, creció hasta el final: en los primeros dos años tenía un formato de 19 x 14 centímetros, en 2005 pasó a medir 19 x 17, y en su cuarta y última temporada alcanzó unos enormes 30 x 22.

El origen

En esa época de transición antes mencionada, NEO saldría a la luz de la mano de un grupo de gente que aunaba el interés cultural con la vocación empresarial, y que ya había dado algunos pasos en ambos terrenos.

“Llegué a la NEO por medio de Bilgai Epstein, con quien ya había trabajado hasta 1996 escribiendo en una publicación para liceales que se llamaba La guía joven” cuenta a LatidoBeat Leo Lagos, quien fuera editor de la revista. Licenciado en Comunicación y Marketing, Epstein ya tenía entonces una idea clara sobre el producto a lanzar.

“Cuando me incorporé, él y los demás del equipo ya tenían en la cabeza que la revista se llamaría NEO, que sería gratuita y que debería reflejar lo que pasaba en cierta movida que en aquel momento tenía su efervescencia, y que combinaba música, diseño, boliches, literatura y demás cosas que podríamos aglomerar en cierta ‘cultura juvenil’. Mi rol sería el de encargarme de los contenidos”, recuerda Lagos.

El equipo inicial se completaba con el diseñador Gustavo Martino y el empresario Julio Wolman, quien junto a Epstein se encargaría del área comercial

Varios niños, varios trompos

Productos montevideanos más que uruguayos, Pimba!, Freeway Neo competían en teoría por un mercado exiguo. Además, como toda propuesta innovadora, corrían el albur de no ganarse la aceptación del público. Sin embargo, el tiempo demostraría que había sitio para todos.

“Para empezar esas revistas eran gratuitas, así que no había que competir por el dinero de los lectores. Para seguir, todas se agotaban al poco tiempo de salir, lo que parecería indicar que había cierta avidez. Y para terminar, Bilgai y Julio deben haber entendido que había anunciantes dispuestos a estar allí. Creo que no se equivocaron, porque durante toda su existencia NEO fue una revista rentable, con suficientes anunciantes como para pagar los costos y los salarios, y que encima ‘volaba’ donde fuera que la dejáramos”, narra el editor.

“La época coincidió con el auge de varios fenómenos, como un pico de popularidad del rock local y los sellos que los editaban, el afianzamiento del cine nacional, diseñadoras y diseñadores que salieron a poner sus locales de ropa, accesorios y demás, un boom de boliches que también pretendían ser centros culturales, autores jóvenes que estaban sacando sus primeros libros de cuentos o novelas y que no se identificaban demasiado con las generaciones que los antecedían, etcétera”, enumera Lagos.

En resumidas cuentas “había una generación que pedía pista y, de cierta manera, estas revistas trataron de mostrarlo porque, para variar, en los medios tradicionales todo eso no era muy reflejado. Así como en los 80-90 anduvieron los fanzines, en los 2000 fueron estas revistas gratuitas las que ocuparon parte de ese nicho”, añade.

“En una sociedad en la que no había espacios para los jóvenes, la solución fue que distintos grupos llevaran adelante sus propias revistas, en una especie de ‘hacelo vos mismo’. Muchas de las personas que estuvieron haciendo estas revistas pasaron luego de esta especie de cultura editorial alternativa a ser parte de medios y espacios más institucionalizados”, refiere.

New kid on the block

El hecho de salir a la calle cuando ya había otras publicaciones similares en circulación no fue un factor negativo para NEO: más bien lo contrario.

“Ya que había otras dos revistas, pudimos tomar ciertas decisiones para diferenciarnos de ambas. Para empezar, ya desde el primer año teníamos un formato que duplicaba en tamaño a las otras dos, que estaban pensadas como para entrar en el bolsillo trasero de un pantalón. Sus artículos, por tanto, eran breves, y la letra era muy pequeña. NEO salió siendo ya más grande, con una letra que se podía leer sin tanta dificultad y con más espacio para las notas. Cada año el formato cambiaba y en su última época ya teníamos el tamaño de una revista respetable normal, porque siempre creímos que eso era lo que hacíamos: una revista que invitaba a ser leída”, sostiene Lagos. “Ya desde el inicio nos alejamos del formato de guía y agenda gratuita, y buscábamos tener algo más parecido a una revista con todas las letras”, enfatiza.

“Cada revista entonces tenía su impronta característica. Pimba! era la más arty, y la que más se ceñía a lo de revista gratuita de agenda con cosas para hacer en Montevideo. Fue una revista que hizo mucho por la movida cultural del rock, el hip hop, la electrónica y el diseño, que en aquel entonces había salido a buscar un espacio. Freeway siempre me pareció más una cosa como del diario El País para jóvenes, tenía un espíritu más Canal 12.”, compara Lagos, quien entiende que, a diferencia de lo que ocurre en otros aspectos de la vida, a la hora de leer, el tamaño sí importa. Para el editor de NEO, los responsables de Pimba! y Freeway “buscaban también tener otro tipo de notas que no fueran solo de agenda cultural, pero el formato pequeño empequeñecía también hasta dónde podían llegar esos artículos”.

En cuanto a NEO, Lagos admite que “era la más caótica en sus contenidos” y remarca que “si bien no era una revista de humor, había cierta jocosidad que la atravesaba desde el editorial hasta la agenda”.

“Queríamos que todo se hablara de cierta forma desfachatada y nada pretenciosa. Desde comentar un libro o un disco, hasta una entrevista, se buscaba un registro que dijera lo que tuviera que decir, pero con cierto desparpajo. Desde el primer año también se definió que cada número girara en torno a un tema, lo que no solo era otra forma más de diferenciarnos de las otras dos publicaciones, sino que nos alejaba aún más del formato revista de agenda cultural gratuita. Por otro lado, buscamos que la revista no fuera una sucesión de colaboradores que se encargaran de su parte sin ver el todo y apostamos más a un equipo estable. Por norma general, escribíamos allí cuatro personas: Martín Otheguy, Ignacio Alcuri, Gerardo Carrasco, con quien ya habíamos editado un fanzine liceal en 1989, y yo”, cuenta Lagos, haciendo mención del autor de estas líneas, quien entonces se encargaba de la sección de libros. A ese equipo se sumaría el historietista Gabriel Frugone.

“No es casual que, con los dos primeros, tras hacer un número sobre noticias humorísticas [NEO Tribune, en octubre de 2005], naciera luego la idea de hacer el programa de televisión Los informantes”, explica Lagos, cuya andadura laboral junto a Otheguy y Alcuri continúa hoy en el periódico La Diaria.

Problemas en el paraíso

Neo fue desde el inicio un éxito de público y también de auspiciantes. Sin embargo, no todo era color de rosa.

“Aquel desparpajo y el empleo del humor nos trajo algunos dolorcitos de cabeza. Y como los que pagaban toda la fiesta eran los anunciantes, a veces su falta de sentido del humor o la defensa de sus intereses no cuajaba con los contenidos”, recuerda Lagos, quien menciona un ejemplo de ello.

“Tuvimos un problema grande cuando se estrenó la película Supersize me, aquel documental del tipo que se alimentó durante cierto tiempo solo con hamburguesas de la Gran M”, cuenta, haciendo referencia a una muy conocida cadena internacional de locales de comida rápida.

“Hicimos una nota al respecto -incluso hicimos una avant-première para nuestras lectoras y lectores- y divulgamos algunos datos que estaban disponibles en el blog del director, sobre el consumo de hamburguesas, salud y demás. A la agencia que pautaba avisos de la Gran M en la NEO no le gustó no solo la nota, sino siquiera que habláramos de eso”, rememora.

Pese a tales chisporroteos, el problema con NEO nunca fue la falta de avisadores. Por el contrario, su exceso sí comenzó a complicar las cosas.

“La revista anduvo tan bien que, en determinado momento, había un gran interés de ciertos anunciantes en hacer más cosas, o de nuestro departamento comercial -departamento no es el término, éramos cuatro gatos locos- por mezclar más las notas con ciertas marcas. A mí no me parecía lo adecuado y dentro del equipo teníamos nuestras diferencias”, relata.

Según Lagos, para algunos dentro de NEO “había llegado el momento de dar un salto comercial, hablando de otras cosas y haciendo otro tipo de notas, que traerían a otros anunciantes que a su vez dejarían más dinero. No nos pusimos de acuerdo y decidimos que lo mejor entonces era dejarla por ahí. Mis compañeros siguieron adelante con la revista Bla, y yo preferí no formar parte del proyecto”, relata.

Vigencia oculta

Tal como se lee líneas arriba, el contenido de NEO no está disponible online, razón por las que las posibilidades de acceder a él son escasas, salvo que el lector haya atesorado ejemplares.

Repasando sus páginas, queda claro que las palabras de Lagos acerca de lo que publicaba la revista son acertadas: la agenda de actividades fue perdiendo gravitación con el paso de los meses, mientras que los contenidos periodísticos o de interés general ganaban espacio.

En sus cuatro años de existencia, en las páginas de NEO se abordaron temas que hoy siguen sobre la mesa, como el cambio climático, los productos transgénicos, la migración, los trastornos de la alimentación o la eutanasia.

En materia de entrevistas el menú también fue variado, e incluyó a artistas de rock, cineastas, científicos y hasta políticos. Entre estos últimos cabe destacar un diálogo con Luis Lacalle Pou en vísperas de las elecciones de 2004, cuando el actual presidente era diputado por Canelones. En ese reportaje, Lacalle mencionó una anécdota hasta entonces desconocida por el público: en su adolescencia solía ir de vacaciones de primavera a Punta del Este junto a Sebastián Teysera y Nicolás Mandril Lieutier, integrantes de la banda La Vela Puerca.

Otro punto alto de la revista fue el número de julio de 2005, cuyo tema fue “Comic”. Para esa entrega se logró la participación de historietistas de Uruguay, Brasil y Estados Unidos. En el caso de los extranjeros, se trataba de material nunca publicado en español.

Por todo ello, a la hora de pasar raya, para Lagos el saldo es más que positivo.

“La de NEO fue una etapa divertida. Fue la primera vez que trabajé con Alcuri y con Otheguy y también la primera vez que coordiné algo así como un equipo de redacción. Todos cobramos por lo que hicimos y la gente que la leía no pagaba un peso. No estuvo para nada mal mientras duró”, concluye.

Por Gerardo Carrasco
  gcarrasco@m.uy