Por Sofía Durand Fernández
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De niña era extremadamente tímida. Le costaba mucho hablar, lo suficiente como para que en la escuela no la pasara bien. Para ella, ser así estaba mal. Cuando creció, y la niña le dio lugar a la adolescente, la timidez parecía haberse esfumado. Ahora, Victoria parecía ser extrovertida, publicaba las canciones que escribía en plataformas y tenía una estética marcada. Parecía ser extrovertida. En realidad, según ella misma, forzaba ese costado de su personalidad en pos de querer ser alguien que se suponía que tenía que ser.
Tiró un disco entero a la papelera y llegó la pandemia. Los dos factores fundamentales para que Victoria Brion se sentara y mantuviera una conversación con ella misma. No soy esto, ni soy lo otro, entonces, ¿qué soy?
Todas las cosas que no había podido decir (2023) es su primer álbum de su carrera, aunque antes había lanzado sencillos. Todas las cosas que no había podido decir es un proyecto testimonial, crudo, experimental, creado bajo una metodología que, según Brion, consistía en "hacer haciéndolo". Iteración constante. "No eran letras que había escrito hace un año después de grabarlas, estaban vivas todo el tiempo", afirma la artista en entrevista con LatidoBEAT.
Todas las cosas que no había podido decir no fue hecho para "pegarla en una playlist de Spotify", sino que fue una conversación entre una mujer y una niña que, en esencia, son la misma persona. Contarse a una misma su propia historia.
Con el objetivo de que el álbum mantenga su vitalidad, Victoria Brion realiza su presentación este 30 de mayo en la Sala Hugo Balzo. Las entradas pueden adquirirse acá.
¿Cómo nace la idea de grabar tu primer disco?
Siempre fui de escuchar discos. En realidad, lo de sacar sencillos fue más una necesidad de más de chica de hacer algo y a través de un proceso más corto. Pero la idea siempre fue hacer un disco. Ya había preparado un disco entero, estaban las maquetas. Lo presenté al Fonam y no salió. Dije, “ta, ya fue, lo hago por la mía”, y después, cambié de opinión. Me resultaba viejo. No eran viejas las composiciones, pero no me sentía del todo identificada con las letras, con la forma en la que estaba diciendo las cosas y con las temáticas de las que estaba hablando. Lo descarté entero, tiré todo.
Después, me bajó la idea de hacer el disco con Fabri [Rossi], el productor. Ya éramos amigos y le dije que quería hacer un disco, pero no tenía nada y no quería esperar de vuelta a tener todo hecho, quería hacerlo "haciéndolo". Me dijo, "bueno, en vez de esperar a que vos compongas todos los temas e irlos a grabar, hagámoslo tipo taller". Entonces, fui al estudio de Fabri todas las semanas durante dos años, e iba componiendo sobre la marcha, hasta el último momento seguí componiendo. Lo que generó fue que las letras son contemporáneas al proceso de grabación. No eran letras que había escrito hace un año después de grabarlas, estaban vivas todo el tiempo.
¿Considerás que trabajaste así a raíz de la experiencia que tuviste con el disco que no pudiste grabar?
Sí, fue raro. Para mí, fue un antes y un después. Hubo un proceso muy íntimo de pensar cómo quería decir las cosas que quería decir, qué tan honesta quería ser y qué tanto me quería ocultar en lo que estaba diciendo. Antes, no sé si era que inventaba cosas, pero me paraba desde un lugar distinto, ni mejor ni peor, a cómo me posicioné para hacer este disco. Lo más importante era ser lo más honesta posible, cómo estaba entendiéndome a mí y a mi yo del pasado y tratar de que esa conversación diera la impresión más exacta de la foto de ese momento, no una cosa más teatral.
Es una diferencia que, en comparación con tus otros trabajos, se oye. Lo que caracteriza a este álbum es la crudeza del mismo. ¿Fue difícil para vos exponerte de esa manera?
Es raro, porque siento que, pensándolo rápidamente, cuanto más honesto es, más vergüenza o pudor me da. Pero, a su vez, yo estaba tan segura de mi propia honestidad, que en cierto punto me daba menos vergüenza porque no era una pose, no era un personaje, no era un teatro. Yo soy esto en este momento. Eso me hizo agarrarme más, estar más segura y confiada del disco. A mí misma me sorprendió que me diera mucho menos pudor, vergüenza y timidez. Me sentí re cómoda. Las canciones me siguen gustando hasta el día de hoy y eso es algo raro también. Siempre esta esa cosa de sacar un tema e instantáneamente odiarlo porque lo escuchaste mucho. Eso no me pasó. Me sigue gustando como el primer día, capaz que más.
Siento que el proceso fue tan particular y tan íntimo que me lleva a un lugar re lindo. No lo pienso en términos más productivistas de pensar qué podría haber sonado mejor. Me acuerdo de los momentos en los que estábamos con Fabri en el estudio, grabando todas las cosas mano a mano y él fue tremendo compañero, me re seguía el viaje con todas mis locuras y fue una experimentación mía de habitar distintos lugares, de pensar en la producción más cercana. Cuando laburé con Santi o con Lucho, que son dos amigos a los que quiero un montón, fue re divertido el proceso, pero ellos se encargaron más de la producción y yo de la letra y de cantar, eran lugares diferentes. Esto era meter mano, todo el tiempo.
Al ser una conversación constante, bajo el método de "hacer haciéndolo" y con total libertad, ¿cuándo te dabas cuenta de que una canción estaba terminada?
Yo sentía que con Fabri tenía la capacidad de sentir mucha confianza, de sentirme muy cuidada y, también, de que fuera una brújula. En ese plan, Fabri leía un poco más la cuestión general, podía ver más en perspectiva lo que estaba pasando. Yo mutaba para todos lados, iba y venía, descartaba, inventaba cosas, cambiaba y grababa, estaba en mi conversación mientras Fabri estaba escuchando y me guiaba. Por momentos, me seguía el viaje y si resultaba ser una locura, igual quería que fuéramos para ahí para ver dónde terminaba. Empezamos interactuando entre nosotros, a generar una conversación propia entre los dos. Por momentos, él también me ayudó siendo un parate.
Él tiene la habilidad de acompañarte, escucharte, seguirte el viaje y, a la vez, hacerte repensar ciertas cosas. En toda esa dinámica y en esa cuestión en ebullición, un poco mi parámetro era, “voy a tratar de seguir mi impulso de que esto tiene que ir hacia este lugar y que quiero alcanzar cierto grado e honestidad con este tema”. Por momentos, todavía no estaba cerrado y lo seguíamos trabajando hasta que en un momento decía, “es esto”. Bajaba una data y decía, “sí, es hasta acá”. Era una sensación de verdad.
Contás con una formación musical tradicional, pero en este álbum se destaca un sonido experimental. ¿Cómo concilias con esas dos partes?
Tuve que aprenderlo. Yo aprendí a tocar el piano clásico cuando tenía 13 años, y la búsqueda de la verdad en ese momento era tocar de la manera más perfecta posible y equivocarme lo menos posible. Cuando empecé a estudiar jazz fue raro, la forma de tocar y el oído se te reconfiguran, empezás a escuchar cosas armónicas mucho más complejas y tenés un abanico de cosas para hacer. En mi caso, tengo que tener cuidado con esa data porque puedo hacer algo que sea muy bizarro y si tengo ganas de hacerlo, demás. Pero a veces quiero decir algo muy concreto y estoy usando todas esas herramientas al pedo, ensuciando algo que puede ser re simple.
De más adolescente era muy perfeccionista y había una cosa muy diferente a cómo soy hoy. Yo en ese proceso sufría, con esa presión de no poder equivocarme y querer ser perfecta. De un momento para otro fue, “me chupa un huevo, voy a hacer cualquier cagada” y empecé a intentar divertirme. En esa búsqueda de que fuera algo divertido, fui encontrando mi manera, soy re consciente de la cantidad de recursos que tengo. Creo que mi capacidad está en tratar de entender qué usar y cuándo usarlo, y que eso no me condicione a que la composición o la creación, que para mí es algo que viene de un lugar especial y vulnerable, quede atozigada.
Estuviste dos años en el proceso de creación del disco, ¿en algún momento te sentiste cansada de esa dinámica?
Fue un duelo cuando me di cuenta de que lo estábamos terminando. El día que iba al estudio era el mejor día de la semana. El estudio de Fabri es en Jacinto Vera, entonces ir hasta allá era un ritual, una cosa en sí misma. Ver a Fabri y a Fran Trujillo, que vive con él, tomarnos un café, y después entrar al estudio, escuchar lo que habíamos hecho la semana pasada, ver lo que yo traía, tener tres horas de experimentación y diversión absoluta. Me iba eufórica y con cosas para escuchar. Después, durante la semana, trataba de bajar todo a tierra y ver qué ideas tenía para la semana siguiente. Era algo muy cíclico y constante. En un momento me di cuenta de que iba a terminarlo y empezó a ser un fade entre darme cuenta y no querer que se termine, entonces empezaba a tener ideas que, tal vez, no eran necesarias, solo para no terminarlo. Lo terminamos, pero yo quedé muy enamorada del proceso, lo disfruté mucho.
¿Volverías a hacer otro proyecto con ese mismo proceso y tipo de contenido?
Creo que lo haría de vuelta, pero porque para mí fue completamente increíble. Ahora tengo otras inquietudes, no sé si completamente disimiles, porque hay algo del proceso que me construyó mucho como persona y como artista. Siento que hay una manera de acercarme a ese proceso que no sé si se va a modificar. Si tuviera la plata dedicaría toda mi vida a hacer discos con Fabri. Por otro lado, yo soy absolutamente curiosa, a tal punto que a veces se vuelve un poco loco, entonces tengo ganas de hacer cosas nuevas. Pero sí, haría todo de vuelta mil veces.
"Todas las cosas que no había podido decir es un corte, una suspensión de la inercia, un quiebre definitivo, definitorio y trascendental. (...) Lo que se rompe, igual, no clausura: abre". Escribiste esto sobre el álbum. Mirándolo en retrospectiva, ¿es un viaje de ida a otro camino o forma parte de una única vía como artista?
Me cuesta pensarlo de formas tan escindidas, obviamente que "Tránsito" no tiene nada que ver con el disco o con las canciones que hicimos con Santi y Lucho. Pero, a la vez, hacer esas cosas fue parte del aprendizaje de sentirme cómoda, guardar lo que está bueno y descartar lo que no. Fue información para llegar a hacer el disco de la manera que lo hice. La manera que hice este disco también es un paso para donde vaya. Todo es un aprendizaje, si bien son cosas distintas, soy una sola persona. Hay un poco de todo, hay un poco de quiebre y también hay de similitud.
¿Cómo planeaste la presentación del 30 de mayo en la Sala Hugo Balzo?
Hay una cuestión con la exposición que a mí me cuesta bastante. El proceso del disco fue tan íntimo y algo tan mío, que todo lo de exponerme y salir a vender entradas me pone nerviosa. Pero también quería devolverle al disco todo lo que me dio y hacerle su presentación como se debe. Siento que pude tomar la decisión de hacer una presentación en una Balzo, con lo que eso significa, llamar a la cantidad de músicos que llamé y todas las responsabilidades porque se lo debo al disco. No es que quiero ir a presentarlo y que todos me escuchen a mí, quiero que esas canciones tengan la posibilidad de existir y estar vivas en ese momento, en el mejor lugar posible, como si se tratara de cuidar a tu mejor amiga. Lo quiero hacer, de la manera más linda posible, con las personas más lindas y en el lugar más lindo. Un cuidado que siento que, si lo hubiera pensado desde el “yo”, no sé si lo hubiera hecho así.
Toqué bastantes veces, pero siempre sola, con el piano y la guitarra. Es distinto. Empecé a tocar la guitarra porque dije, “quiero no saber tocar un instrumento, sin tener todas las presiones que tengo cuando me siento en el piano". No sé tocar la guitarra. Obviamente, hay una parte del oído que la tengo entrenada, entonces mi búsqueda es medio deforme, pero no sé lo que estoy haciendo. Me equivoco o suena mal, pero justamente no quería ir a clases de guitarra y agarrarme tremenda neurosis. Así grabé el disco y hay cosas que suenan mal, al menos para un guitarrista. La decisión de dejarle esa responsabilidad a otras personas, muchas que son amigos, era para que lo hagan bien y yo hacer lo que hago bien, que es decir las cosas.
Hay una cosa del trance en el que yo entro, diciendo las palabras, que si estoy haciendo otra cosa me saca un poco de ahí. También está bueno, pero en este caso decidí solamente concentrarme en estar lo más presente posible en lo que estoy diciendo y cómo, no tanto en ser multinstrumentalista y cantante. Por eso somos tantos, no voy a armar una banda reducida y que sean las canciones, pero suenen a cualquier cosa, quería tratar de revivir el sonido del disco lo más preciso y lo más parecido posible. Somos 10 personas.
Pasás de presentarte sola a hacerlo con otras diez personas. ¿Representa un ejercicio de confianza para vos?
Pasan muchas cosas. Por un lado, el disco fue hecho para tratar de que estuviera lo más vivo posible, que tuviera mucha porosidad y respire. Creo que siendo muchas personas tocando está vivo. Es la representación más polenta de que eso está vivo. A la vez, involucra ceder totalmente el control, pero también me divierte porque se lo estoy cediendo a personas para las que, para mí, tiene un significado muy profundo. Están tocando lo que yo intento de manera mucho mejor. Está Lu, mi mejor amiga de toda la vida, tocando el piano, sacando los temas como yo los toqué. No lo pienso tanto desde una cuestión técnica. Tampoco es que vivo en una locura emocional y quiero que ciertas cosas suenen de una forma determinada, pero en un punto cederles el control a estas personas en concreto tiene una particularidad emotiva. Me desafía ceder el control, pero me también me divierte.
Después de esta presentación, ¿pensás seguir dándole vida en otros lugares?
Quiero seguir haciendo cosas, también tengo ganas de meterme a grabar el segundo disco. Pero sí, con todo el trabajo que estamos haciendo y la emoción que tengo, me gustaría que pase otra vez. Es difícil porque somos un montón y eso es organización y plata, pero me gustaría que pase de vuelta. Después, seguir tocando en formatos más reducidos, pero sí, seguir.
Otras personas también pueden sentir al disco muy cercano, ¿cuando lo definís como algo que está vivo también contemplás la reacción de aquellos que lo escuchan?
Ojalá. Me encantaría que la gente empatice y sienta que hay una verdad. Me resulta interesante que se dé esa conversación con otros. No sé si pasa. A veces, canto las letras y pienso que la gente no debe entender lo que estoy diciendo. Lo mejor que puedo dar es tratar de ser lo más sincera posible y si otras personas conectan con eso, impresionante.
Lo nombraste "Todas las cosas que no había podido decir", pero seguramente te sigan surgiendo cosas para decir.
De hecho, van a haber temas nuevos en la Balzo. Mi forma de existir es a través de una descarga constante. A veces, hago cosas que son una porquería, otras veces hago cosas que me gustan. Siempre estoy en un proceso, no me puedo desprender de eso, estoy todo el tiempo “haciendo un disco”. Yo no lo vivo tanto como esa gente a la que se le ocurre una idea y se pone a grabar, pero soy muy sensible y muy observadora, entonces a veces me abrumo, necesito sacarlo por algún lado y sale así. Trato de entender cuál es esa sensación, si es más angustiante, eufórica, feliz y a partir de ahí elijo los acordes, qué y cómo quiero decirlo. Es algo muy entramado, no es que me bajan las ideas.
Es como llorar, capaz estás re angustiada y no te das cuenta, en un momento te va a saltar la térmica y necesitas pegar 40 minutos de llorada. A veces es llorar, otras es hacer algo. Está bueno porque toda la vida escribí un diario, desde muy chica siempre tuve eso de documentar lo que estaba pasando. A veces, lo que escribo es re concreto, pero capaz que en dos años leo lo que está pasando ahora y tiene una relevancia más especial. En esa ebullición de necesitar sacar algo para afuera porque me abrumo, capaz lo que hago en concreto no significa nada, pero después lo escucho y entiendo en el lugar donde estaba. Es una cosa muy personal de tratar de entenderme, tener una conversación conmigo misma de adelante hacia atrás. La técnica es una herramienta para contarlo mejor.
Este es tu primer álbum, antes sacaste singles, ¿volverías a ese método o seguirías por este camino de grabar álbumes?
No me copan mucho los singles. Siento que es una cosa completamente personal que depende de la persona, las formas y la intención y el tipo de música. Soy muy fan de los procesos largos y desarrollé mucha paciencia. Al principio, los singles surgían de una necesidad de concretar algo, una cosa de querer hacer música y poder hacerla. Después entendí que no era mi manera. Capaz en 30 años estoy a puro single, pero ahora siento que hay un entramado que se empieza a generar con el disco de entender cosas más generales que con un solo tema, que es una cosa muy corta. Hay gente que lo hace y para su forma es necesario que sea así. Para mi manera, que me gusta todo eso de mirar para atrás, mirar para adelante, sacar conclusiones, analizar cosas, estudiar, la posibilidad de tener un proceso largo y poder tolerarlo me fascina. De hecho, me gusta escuchar discos.
¿Dedicarle tanto tiempo a un proyecto y que, tal vez, no tenga el reconocimiento esperado puede ser frustrante?
Sí, te podés agarrar bruta frustración si lo haces con ese propósito. Una es parte de una sociedad y un sistema, obviamente que quiero que vaya gente a la Balzo y llenarla. Hay momentos de frustración y también de mucha satisfacción. Siento que cuando la mirada está en querer hacer esto porque lo necesito, porque es mi forma de entender cosas más profundas de mi misma, la mirada externa es una cosa posterior. Hay países donde me imagino que es más fácil, con más público y para distintos nichos. Es difícil, pero es muy satisfactorio cuando se da entonces te alimenta un poco y seguís.
Estuvo demás que no me saliera el Fonam, me hizo replantearme. Venía en una rosca de sacar singles y una locura que, cuando se negó esa posibilidad y tuve que pensar cómo hacer las cosas, me dio la posibilidad de reflexionar de manera más lenta. Ahí me di cuenta de que ese disco no era lo que quería hacer. Me di cuenta de que estaba cayendo en una especie de conspiración personal. Fue una situación esclarecedora.
Por Sofía Durand Fernández
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