Una oreja cortada. El pelo y la barba rojizos. La campiña holandesa del siglo XIX, unas cartas a su hermano, y girasoles. Flores magnéticas, anaranjadas y rebosantes que tiñen su nombre hasta el día de hoy.
“Yo arriesgué mi vida por mi obra, y mi razón destruida a medias”, soltó un día Vincent van Gogh.
“Inestable” y “difícil” son los primeros adjetivos que utiliza National Geographic para describirlo en su biografía web. Vincent van Gogh es uno de los mejores ejemplos para demostrar cómo endiosamos y enterramos a las figuras más relevantes de nuestra historia. Pero su Noche estrellada (1889) se imprime en miles de camisetas de fast fashion al día, su nombre bautizó bandas de pop y sus girasoles viven en la cultura visual de gran parte de nuestra sociedad.
Se lo recuerda como un maestro y como un loco. Creador y autodestructivo. El nombre Vincent van Gogh carga con un sinfín de matices y significados que se le atribuyeron a lo largo de los últimos dos siglos. Se trató de una vida que se rigió por unas causas que, embadurnadas en teorías, jamás pudieron entenderse al cien por ciento.
De él se ha dicho que comía su pintura con plomo, que la absenta lo mantenía inconsciente, que vivió de psiquiátrico en psiquiátrico, y que se cortó una oreja por voluntad propia.
Elementos que dañaron la dignidad de un revolucionario del arte y que opacaron, por momentos, su legado, reduciéndolo a lo anecdótico. Como sucede con muchos artistas, se lo observó por muchos años como si fuera la fiera encerrada en un zoológico. El fenómeno de la naturaleza que no encajaba en la sociedad, pero que de vez en cuando pintaba "cosas lindas".
Noche estrellada (1889), Vincent van Gogh
La vida de Van Gogh también puede contarse a través de estadísticas y estas resultan aplastantes. Porque pintó más de novecientas obras, sin contar dibujos y bocetos. Falleció a los 37 años, pero no comenzó a pintar formalmente hasta los 27: toda su obra se centra en una década, lo que equivale a la producción de una obra original cada 36 horas, si se hiciera su respectivo cálculo.
Su conflicto identitario lo llevó a realizar más de treinta autorretratos entre 1886 y 1889. Pero hablamos de un conflicto que tiene su origen un año antes de su nacimiento, el 30 de marzo de 1852. Ese día nacía muerto un hermano mayor al que también habían llamado Vincent. El pintor nació exactamente un año después, en la misma fecha, y heredó su nombre.
Aparecía en el planeta siguiendo un plan previamente estipulado, como si su razón de ser fuera sustituir a una criatura que jamás llegó a conocer.
Fue marchante de arte, profesor, predicador laico y librero y fue su hermano Theo quien lo impulsó a dedicarse a la pintura tras ver los impresionantes dibujos que le enviaba a través de su correspondencia, una que también se transformaría en un ícono pop de nuestros tiempos.
Su vida se vio completamente atravesada por un color gris de carácter imborrable. Su perfil melancólico, sus dificultades sociales y sus constantes depresiones dificultaron su desempeño, pero también incrementaron una necesidad imparable de expresión a través del lienzo. Una que hizo que hoy lo recordemos, casi doscientos años después de su nacimiento. Gozaba de pocas amistades, reconocía incluso a su “única amistad” en su hermano Theo, y su vínculo amistoso, pero sumamente conflictivo, con el artista francés Gauguin estuvo latente a lo largo de casi toda su vida, siendo el catalizador de constantes recaídas depresivas.
Encontraba consuelo en su religión, en su hermano, en la escritura y, por supuesto, en la pintura.
Almendro en flor (1890), Vincent van Gogh
Van Gogh es hijo del impresionismo, catalogado por los teóricos como “posimpresionista” más concretamente. Los esbozos de las formas. Líneas cortas pero susurrantes que invitan al observador a completar el verbo. A sugerir la palabra que falta. El impresionismo nació en una Francia del siglo XIX y basaba sus pilares fundamentales en una palabra clave: esencia.
El pintor impresionista no te cuenta la historia completa, te muestra lo que importa. ¿Qué es lo que hace que, a nuestros ojos, un árbol sea árbol, el mar sea mar o el hombre sea hombre? Aquellos elementos que nos permiten distinguirlos. Y estos son los únicos que la pintura impresionista se lleva consigo.
Pero si el impresionismo se centraba en la esencia de los objetos como el secreto último de la realidad, el posimpresionismo reacciona a ella. Adopta su técnica, pero le agrega la emoción y la carga subjetiva como el objeto por excelencia de toda su expresión. Van Gogh nace en este mundo y lo lidera.
Figuras que parecen moverse entre los márgenes del cuadro. Tamaños alterados, colores vívidos. Trazos sugerentes, herencia impresionista. El abandono del naturalismo y la adopción del sentir propio como digno de ser expresado. El objeto central de cada una de sus obras.
Los pintores holandeses del siglo XVII, como Rembrandt, con sus trabajadores del campo, marcaron su perfil artístico y funcionaron como un disparador.
No se puede hablar de Van Gogh sin tener en cuenta su profunda faceta religiosa. Se involucró en voluntariados y actividades de misión, y fue en su visita a la región minera de Wasmes, en Bélgica, que tuvo origen Los campesinos comiendo patatas (1885), una de sus obras más reconocidas. En ella plasmaba la realidad precaria de los trabajadores, y los colores que utiliza son mucho más grises y opacos que los que usaría algunos años después.
Los campesinos comiendo patatas (1885), Vincent van Gogh
Su hermano Theo fue su faro. Estuvo presente en todos los momentos importantes de la vida del artista, no podían moverse el uno sin el otro. Hoy, gran parte de lo que sabemos del carácter, tribulaciones y reflexiones de Vincent, las conocemos a través de su relación con Theo, quien recibía una enorme cantidad de correspondencia de parte del artista. Estas cartas fueron recopiladas en forma de libro: Cartas a Theo (1914). Fueron escritas a lo largo de 20 años de vida para quien consideraba su “único amigo”, fiel espectador de su vida. Las cartas terminaron conformando una verdadera autobiografía, así como una confesión estética y reflexiva.
La etapa de Van Gogh en París funciona como un catalizador para el resto de su obra. Su estancia en la capital del arte duró solo dos años, de 1886 a 1888, pero le fue suficiente para realizar más de 200 obras. La necesidad de expresión en Van Gogh brotaba de él como un fenómeno natural, como una fuerza insostenible que hacía de todo y más para registrarse en el lienzo.
Vivió con su hermano Theo en la calle Lepic 54 en Montmartre o el “barrio de los pintores”. Hoy se llena de turistas, pero en aquel entonces era un pequeño pueblo que se convertía en centro bohemio y artístico de la época. Comenzó con sus molinos, los inmortalizó en la consistencia del óleo y experimentó con el color, algo que hasta la fecha no se había visto en sus trabajos. Allí conoció a Gauguin, quien tendría un papel crucial para jugar en la vida del artista que nos atañe, para bien o para mal.
Los girasoles (1888), Vincent van Gogh
Gauguin sería el antagonista en una historia triste y para nada esclarecida de la vida de Van Gogh, pero que, sin dudas, hoy es parte de nuestra iconografía pop: su oreja amputada. En un arrebato de ira, Van Gogh amenazó a su amigo con una navaja. Durante la noche, arrepentido, se amputa su propia oreja y la envuelve en un periódico, como una especie de autocastigo tras un comportamiento que ni él mismo aceptaba. Esto solo causaba más rechazo en Gauguin, quien terminaba de alejarse.
Así lo que cuenta la versión oficial, pero este hecho nunca fue aclarado del todo, y el nombre de Gauguin aparece incluso en teorías de la muerte del artista, unas que aseguran que no fue un suicidio, como señala la versión oficial.
Los colores fundamentales en el esquema visual de Van Gogh son el amarillo, el anaranjado y el azul. Invaden sus autorretratos, sus girasoles y su Noche estrellada. Los girasoles (1888) fueron una serie de cinco pinturas que marcaron una etapa algo más luminosa de la vida de su autor. Entusiasmado con proyectos profesionales incipientes y nuevos comienzos, el intenso color denota una alegría poco frecuente en su obra, esta vez encabezada por el color amarillo. Para ese entonces se encontraba en Arlés, Francia, esperando con entusiasmo la llegada de Gauguin para comenzar con varios proyectos planeados.
Por esta misma línea nace su célebre El dormitorio de Arlés (1888), donde el autor imprimió cómo se veía su habitación. Una vez más, el trabajo del color es el factor clave de la composición; reboza de vida y de subjetividad frente a la realidad tangible, en este caso la simpleza de una habitación. Según el mismo Van Gogh, a través de este trabajo buscaba crear un espacio en el que la reflexión y la razón pudieran descansar. Su mente en constante conflicto le llevaba a ver en la pintura una oportunidad. La posibilidad de crear posibles escenarios en los cuales descansar de sí mismo. Tarea imposible, pero siempre presente en sus deseos.
El cuarto en Arlés (1888), Vincent van Gogh
La noche estrellada propone una marea azul que inunda el espacio en forma de trazos breves, típicos del impresionismo, que en este caso lindan incluso con el puntillismo. Como solía hacer, tiñe la esencia de lo que ve con aquello que lleva consigo. Su mundo interior se plasma en cada una de sus obras, quitándoles la objetividad de un simple observador. La obra es una de las últimas de su carrera, y lo que se ve es su perspectiva a través de la ventana del sanatorio de Saint-Rémy, pocos meses antes de su muerte.
“Quiero llegar al punto en que la gente diga de mi trabajo: ‘Este hombre siente profundamente’”, anhelaba el artista respecto a su creación.
Van Gogh muere el 29 de julio de 1890 en Auvers-sur-Oise, Francia. Es encontrado con un tiro en el abdomen y otro en el pecho a varios kilómetros de la vivienda más cercana. Muere dos días después por sus heridas, en los brazos de su hermano Theo.
Una personalidad doliente que no encontraba su lugar en el mundo fuera de los lienzos. Sangró en anaranjado, azul y amarillo, y en girasoles. Y como él mismo enunció, dejó cada latido en sus obras, unos latidos a contracorriente de un corazón que bombeaba cada vez más lento. Se autocensuró, se autoflageló y se entregó por completo a la vulnerabilidad, “su razón destruida a medias”.
No vendió ni una sola obra en vida, pero se convirtió en uno de los nombres más aclamados de la historia del arte.