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Contenido creado por Sofia Durand
Literatura
Los libros y sus autores

Virginia Anderson: "La manera de encontrar una voz y un estilo es escribiendo"

La autora uruguaya presenta su novela "Dónde poner los muertos", publicada por la editorial Estuario.

04.07.2024 14:28

Lectura: 11'

2024-07-04T14:28:00-03:00
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"Una historia que deambula por los claroscuros del amor y las lealtades, por el dolor y el daño, por los presagios, lo absoluto, lo inexpugnable, lo excéntrico, lo enardecido, los tropiezos, los aprendizajes, lo irrestricto, lo irresuelto, el destino, el desatino, el futuro, la risa, el adiós, los cuerpos, lo definitivo, mientras los últimos rayos del sol entibian un corazón y la tarde se desvanece", dice Inés Bortagaray sobre Dónde poner los muertos (2024), la segunda novela de Virginia Anderson, docente y guionista. 

A partir del duelo de su madre, Anderson comienza a profundizar en sí misma para analizar el dolor, no solo de esta pérdida, sino que también de aquellos seres queridos que perdió. Personas que dejan una marca permanente en ella. Una experiencia universal que, paradójicamente, es diferente en cada caso. 

Su primera novela, Contrato familiar, fue publicada en 2019 y su relato "Peces de colores" fue incluido en la antología El descontento y la promesa

Fotos: Javier Noceti

Fotos: Javier Noceti

¿Preferirías viajar al futuro o al pasado?

A veces, cuando siento nostalgia, me gustaría ir al pasado para volver a ver a personas muy queridas que ya no están. Creo que es una de las razones que me llevaron, y me llevan, a escribir. A través de la escritura siempre estoy viajando al pasado, a escenarios pasados y reviviendo a seres queridos, recordando sus palabras y momentos que, por alguna razón, quedaron prendados en la memoria y que luego se transforman en cuentos que se siguen contando y me gustaría que siguieran pasando de generación en generación. Por otra parte, me intriga el futuro, pero no sé si me gustaría viajar a él, tal vez porque me da miedo ver cosas que no quisiera ver.

¿Qué libro de otro autor/a te afectó de tal manera que te gustaría generar ese mismo efecto en tus lectores?

Es una pregunta muy difícil de responder, porque a lo largo de la vida me afectaron muchísimas escritoras y escritores, y de diversas formas, entonces me parece injusto nombrar a las que en este momento tengo en la memoria. Me pasa que cuando me apasiono por una escritora o escritor voy por todo, leo todo lo que haya para leer, me obsesiono. Y cada libro tiene su tiempo, creo que a todos nos pasa que comenzás a leer un libro y no resuena en vos, pero pasa el tiempo y lo volvés a abrir y es maravilloso. Pasa con todo el arte en general, el cine, la pintura, el teatro, porque uno está atravesado por sus circunstancias y los sentimientos que hacen que ciertas obras resuenen o no. No quiero hacer una lista porque cuando las he hecho, me pasa que luego recuerdo a alguien más y eso me deja con culpa.

Top 3 de libros que más regalaste/recomendaste.

Tengo amigas y amigos con lo que tengo mucha afinidad en gustos literarios y con las que intercambiamos libros y nos regalamos y recomendamos, pero son la minoría. La mayoría de las veces (suelo regalar libros), regalo pensando en los gustos de la persona a la que le voy a regalar y es muy bueno, porque hay géneros que yo no suelo leer, como por ejemplo ensayos, aunque me parecen temas fascinantes, pero no me da la vida para leer todo. Entonces les pido que me cuenten de qué va o que me lean lo más interesante. Por otro lado, suelo regalar libros de escritores uruguayos, entonces he regalado muchas veces libros de Inés Bortagaray, de Pablo Casacuberta, de Magela Ferrero, de Mario Levrero, de Felisberto Hernández, de Paco Espínola, de Horacio Quiroga, de Marosa di Giorgio, de Gabriela Escobar.

Contános qué estás leyendo ahora.

Recién terminé de leer Dúo (1935) de Colette. Me pareció hermosísima, es una historia sencilla, mínima, pero es increíble la pluma que tiene la autora para hacer sentir al lector los sentimientos y la psicología de los protagonistas. A través de descripciones mínimas, gestos, movimientos, te mete de lleno en la escena y en lo que sienten los personajes.

Fotos: Javier Noceti

Fotos: Javier Noceti

Si pudieras tener una conversación de una hora con cualquier escritor famoso, pero después nunca más podrías leer ninguna de sus obras, ¿a quién elegirías para tener esa conversación?

Me encantaría tener una charla con Virginia Wolf, también con Clarice Lispector, dos escritoras que admiro. Y siempre volvería a re leerlas, aunque me lo prohíban. Hay un dicho con el que comulgo bastante que dice que nunca conozcas a tus ídolos, con esto quiero decir que las admiro. Fantaseando pienso que me tomaría un cafecito con ellas y hablaría de la vida o de cualquier cosa, porque pienso que son humanas y que las circunstancias, sus vidas cotidianas y sus sentimientos no son diferentes a los de cualquier ser humano, que tengan ese gran talento que admiro no va cambiar su humanidad. Muchas veces cuando uno asiste a relatos de personas que conocieron a gente muy famosa o destacada y luego relatan cosas que esas personas famosas hicieron, recordaron o dijeron que les parecieron sencillas, cotidianas, yo siempre pienso que es normal, que son personas que se levantan todos los días y tienen sentimientos similares a los que tenemos todos.

El primer verso que te viene a la mente.

“Aquel que en el prado visteis lo llamasteis pata de mulo, dale besos en el culo que esos son los besos tristes”. Creo que es de Quevedo, lo memoricé de niña, lo decía mi bisabuelo Luigi en cada sobremesa familiar, nunca faltaba, a veces lo decíamos en coro todos sus bisnietos y nietos.

¿Qué libro prestaste de tu biblioteca y hasta el día de hoy no fue devuelto? ¿Y al revés?

Presté casi todos los libros de Clarice Lipsector y nunca me los devolvieron, no sé dónde están. Me quedé con un libro que me prestó Levrero en inglés que se llama Adventures in the skin trade (1975) de Dylan Thomas . No se lo devolví porque lamentablemente se murió.

Tu idea de felicidad y tu idea de miseria.

Algunas de mis ideas de felicidad: reunirme con amigas o con mi familia una tarde de sol, charlar sin tapujos, abiertamente de cualquier tema. Sumergirme en el agua en verano, en la playa o en una piscina, con mi hijo más chico, me trae una felicidad enorme. Tener un buen libro o una buena película por leer o ver. Trabajar en algún proyecto de escritura que me entusiasme.

Mis ideas de miseria: Ver el desamparo en las personas y especialmente en las niñas y niños, ver jóvenes en la calle totalmente arruinados sin ninguna esperanza.

¿Qué libro nunca te aburrís de releer?

El guardián entre el centeno (1951), de J.D. Salinger.

¿Por qué Dónde poner los muertos?

En el proceso de la escritura de este libro, mientras transitaba el duelo por la muerte de mi madre, me surgió esa pregunta espontáneamente. Creo que porque uno en el dolor se pregunta por todo lo que esa persona aún es y significa, y por tu cabeza pasan y se repiten muchas ideas y frases que se dicen y se repiten con respecto a los muertos. Entonces me veía abrumada por el espacio que mi madre ocupaba en mi pensamiento y en mi vida, y que aún estando muerta ocupa. Entonces un poco de ahí surgía la pregunta.

¿Cuánto tiempo te llevó escribir este libro, desde la concepción de la idea hasta la publicación final?

Desde que comencé a escribirlo hasta su publicación pasaron 5 años.

Fotos: Javier Noceti

Fotos: Javier Noceti

¿Por qué elegiste ese epígrafe?

Porque también en el proceso de corrección del libro me fui dando cuenta de que el libro no era solo sobre la pérdida y el rescate de mi madre, sino de todos las personas ya muertas en mi familia que siempre ocuparon y aún ocupan un lugar, porque nos marcaron ya sea de forma positiva o negativa, y aparecen en las historias, modifican tu accionar diario, son parte de uno y entonces pensé que era muy representativo de todo el libro.

Si tuvieras que describir tu libro en una sola frase, ¿cómo la formularías?

Es un libro visceral, sencillo y honesto.

¿Cuál es la reacción más inesperada qué recibiste con este libro?

Un gran amigo me dijo: "Hay que festejar, lo que también es festejar a tu vieja, su vida. Festejar también que hasta las historias mas dolorosas cobran vida cuando están en el libro".

¿Qué consejo o frase inspiradora darías a otros escritores que están buscando su voz y estilo literario?

Que se larguen a escribir sin restricciones ni teorías de cómo se debe escribir, ni para quién, ni qué está bien ni que está mal. Esa es la manera de encontrar una voz y un estilo, escribiendo.

Si de la noche a la mañana pudieras hablar de manera fluida cualquier idioma, ¿cuál sería y a qué lugar viajarías para probarlo?

Me gustaría poder hablar y escribir en Chino, y obvio viajar a China.

Escribir para ...

Conectarnos, empatizar, para pensar, para revivir historias.

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Fragmento de Dónde poner los muertos

Mi madre se puso a escribir en su último año de vida. Se armó un escritorio improvisado en la esquina de su cuarto y se puso a hurgar en sus sentimientos más felices, aquellos en los que se sintió amada y se reencontró así con otro trozo de su ser. Escribía con el corazón en la mano, desde la emoción profunda, como quien se confiesa antes de morir. Entre todos sus relatos recuerdo uno de ella y su abuelo paterno recorriendo el jardín y observando las plantas. Su aroma favorito, el aroma a jazmín del país, flotaba en el aire de esa noche de verano y su abuelo, a quien ella llamaba Papo, mirando al cielo, le dijo que cuando él ya no estuviera se reencontrarían mirando las estrellas, a la constelación de Orión, pues los dos tenían en un brazo, en el mismo lugar, tres lunares alineados como las Tres Marías, y entonces ese cinturón los mantendría juntos para siempre. Recordó a su amada tía Sara, que también escribía, y sobre todo un relato de esta misma etapa, de la última antes de morir, que se titulaba «La babosa» y que me leyó con voz temblorosa una tarde en su cuarto. Cuando terminó de leer, las dos bajamos la mirada. Había una comprensión tan tácita de todo, de la amenaza tan latente del fin de la vida, que no pudimos emitir palabra. La imagen de Sara se asentó en mi madre como si la circunstancia que atravesaran fuera una sola. Estoy segura de que para ella leerla fue como sentir su voz desde el más allá, poderosa, contundente. Sintió en carne propia el terror que invadió a Sara en ese momento definitorio de su vida, un terror que mi madre intentaba controlar ahora, en el momento en el que su vida se le escapaba. Yo lo podía sentir en su mirada, cuando cerraba al mismo tiempo los puños y los párpados. Conservo la copia que tenía mi madre de la revista en la que habían publicado este y otros relatos de Sara. Decía así:

En mi casa vive una babosa. La veo todos los días porque vive en la cocina y el baño. A veces, cuando me levanto para llevar al baño a las nenas, la veo… miro y pienso… Yo soy tan grande para ella, tan grande que no me ve, soy enorme, infinita y, sin embargo, el que ella siga viviendo depende de mi voluntad; yo soy Dios para ella. La miro y le digo: «Podés seguir viviendo y arrastrándote, con ese instinto así oscuro de… de reproducirte, de comer… igual que yo». Entonces, la miro así y pienso: yo que trato de encontrar una explicación racional a todas las cosas, y pienso que todo tiene una explicación, todo es lógico, todo es racional. Pienso si no estaré dependiendo de otro Dios, enorme, al que yo tampoco veo; que me tiene tanto asco como yo le tengo a la babosa, simplemente por tener otra forma; que no sabe que tengo dos babositas chicas para criar, y que quizá no le importe y que ni siquiera reciba ningún indicio de que quiero vivir y llegar al final de todo esto. Ahora estoy internada en el Hospital Italiano con un miedo tan enorme, que quizás este cuento apenas logre explicar.

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