Por Federico Guerra | @federguer
Recuerdo la primera vez que los vi entrar... Cuando llegaron al fondo abrieron la boca como dos idiotas, mientras repetían “¡Es acá, es esta, esta!”.
Hacía años que nadie entraba a la casa, ni siquiera para verla. Mucho menos para quedarse. Pensábamos que seguiría así, que nada cambiaría...
Los pocos nutrientes que sacábamos de ese baldío nos los chupaba esa puta enredadera. Y, si bien es verdad que limpiaron el lugar y lograron arrancarme ese parásito trepador, lo cierto es que la enredadera aún sigue viva, acechándome desde las paredes mientras asfixia cada día un poco más a mi hermano, a quien dejó inerte y ya no se comunica, por lo cual seré yo quien hable por los dos. Somos siameses. Mi hermano siamés, en coma, cuelga de mí... Aún lo amo, claro está, pero nada puedo hacer por él.
¿Estamos mejor que antes? Bueno... probablemente... Pero tampoco puedo decir que me hace feliz tener a toda esa gente alrededor todas las putas noches, claro que no. Y les digo algo, yo antes no era adicto. No voy a decir que era un santo, pero no era adicto, no así, no como ahora. ¡Ellos me hicieron adicto! Derramando torpemente sus vasos sobre mí... ¡Vino! ¡Cerveza! ¡Gin! ¡Whisky!... El verbo “derramar” es muy liviano para describir la violencia con la que los chorros y salpicones que escapan de los vasos se mezclan promiscuamente en el aire para luego aterrizar obscenamente en mi corteza... Y lo que no cae sobre mí va directo a la tierra de la cual me alimento y mis raíces viciosas se encargan del resto.
A veces... lo disfruto, sí, claro que sí; no digo lo contrario... En realidad, muchas veces lo disfruto y hasta espero con ansias ese momento. Hace que la existencia sea más llevadera, menos... tediosa.
Pero, otras veces, otras veces quisiera que el fogón que prenden delante de mí me posea y consuma de una sola y larga bocanada.
Pero no hablemos de mí, perdón, de ambos. ¿Para qué les voy a hablar de nosotros si les puedo hablar de ellos? Créanme, va a ser mucho más divertido que les hable de ellos.
Y con ellos no me refiero solo a esos dos peleles que mencionaba al comienzo, aunque ya que estoy haré un pequeño paréntesis y les contaré cómo fue que lograron conseguir esta casa. Uno de ellos chocó en moto, perdió tres dientes y fue indemnizado. Al otro lo echaron de su mísero empleo y cobró el despido. Unieron desgracias y las destinaron a... esto. Así es, esa clase de perdedores son, eso arrastró hacia mí el destino.
Después vino el resto... Ellos, ellas, elles, todos, todas y todes... Y, sin duda, será más entretenido hablar de esas historias, hablar del día, de la noche, de la madrugada, de la puerta, del fondo, del baño, de la sala...
¿Que cómo sé lo que pasa adentro si permanezco inmóvil allí afuera con este hermano siamés comatoso colgando de mí? Bueno, se podría decir que entro a la casa con cada hoja seca y sucia que viaja pegada bajo la suela de sus zapatos. Otras veces, me mete el viento, una forma mucho más gentil y glamorosa de ingresar. Sé todo... veo todo, escucho todo... todo...
Por eso, puedo hablarles de la vez que Lucía y Adrián cayeron ebrios por las escaleras en su fallido intento de subir a tener sexo en la terraza, o la vez que Franco le contó a Gabriel cómo la ayahuasca lo había salvado de la cocaína... o cuando Quique, en pleno fervor de la noche, intentó traspasar la impenetrable puerta roja del muro del fondo, o la vez que Maite le declaró su amor a Pía al lado del tercer wáter... porque claro está, en un lugar como este la gente no declara su amor bajo un árbol, no. En un lugar como este, el amor se declara en el baño.
A veces, me aturden. Son solo ruido, son una nube de palabras flotando a mi alrededor…
traje la campera al pedo estos soretes me dieron vaso de plástico una más pero en una re tranqui ya lo llamé viene en quince es muy mala la obra ¿en serio? yo también soy artista dicen que va a llover voy a ir a pedirles Bowie no es normal que arda yo que vos voy al médico creo que reencarnamos pero onda random si comiste tres croquetas tenés que poner yo sabré cuando haya tomado suficiente está para seguirla en algún lado me estoy re meando ¿quién tiene mi fuego? ¿vos tenés mi fuego? filtro al tabaco es de cagón es un lemon haze por eso el sabor cítrico no te banco
Pero otras veces, y esto sucede generalmente cuando mis raíces han absorbido más que suficiente, me conecto con estas criaturas y la paso bien... Hay que admitir también que, antes de ellos, me aburría como la mierda. Se disfruta el contacto... Que se recuesten en uno... Que algún colgado me arranque durante horas la corteza seca...
Con mi hermano siamés, el comatoso, lo que disfrutamos algunas veces es lo que proviene de la sala... Los instrumentos sonando en vivo, las vibraciones... O las voces ordenadas contando una historia en el teatro... Claro que hay de todo y hemos, literalmente, sufrido horrores más de una vez... Pero lo cierto es que suceden cosas desde que llegaron... Suceden muchas cosas... Cosas que iré, o se irán, contando.
Ahora, lo que voy a contarles, es qué árboles somos. Dos plátanos. Por lo tanto, damos pelusa. Sabemos perfectamente que no les gusta la pelusa y es por eso que nos encanta verla caer dentro de sus estúpidos ojos. Es un dar y recibir.
Nos vemos en primavera, cretinos.
Yo, el plátano de La Cretina (y su hermano el comatoso).
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