En realidad, Niñas vírgenes es su primera novela, pero es su segundo Premio Nacional de Literatura. En 2023 presentó la narrativa, la ficción, que se define como "un recorrido a través de la memoria". Es un relato que evoca a las novelas de iniciación y cuya protagonista será testigo no solo de cómo el mundo que la rodea se descubre y se transforma, sino también de sus propios cambios en la identidad, en la fe, en la sexualidad y en el cuerpo.
Esta es la historia de cuatro generaciones de mujeres signadas por el racismo, mujeres hechas a sí mismas, temple que será motivo de conflicto entre ellas. Y, la uruguaya detrás de ello es Yanina Vidal (Montevideo, 1987) que también es docente de Literatura, magíster en Teoría e Historia del Teatro y Doctoranda en Letras.
Ha publicado artículos académicos sobre feminismo, literatura y artes escénicas. Dicta cursos de Literatura Uruguaya y Latinoamericana en Formación Docente y ha realizado talleres de escritura con mujeres privadas de libertad.
Su libro de ensayos Tiemblen: las brujas hemos vuelto (Estuario, 2020) fue el que le valió su primer Premio Nacional de Literatura, en 2019, y fue posteriormente publicado en Perú (Gafas Moradas, 2023). Obtuvo el Fondo de Estímulo a la Formación y Creación Artística (FEFCA / MEC) y fue seleccionada por el Programa de Tutoría de Novela de la UNAM, logrando Niñas vírgenes.
¿Preferirías viajar al futuro o al pasado?
Me quedo en el presente.
¿Qué libro de otro autor/a te afectó de tal manera que te gustaría generar ese mismo efecto en tus lectores?
En narrativa no se me viene a la mente ninguno. En cambio, en el ensayo, sí. Tengo varias autoras inspiradoras, por ejemplo, Sylvia Molloy, Josefina Ludmer, Beatriz Sarlo, Donna Haraway.
Top 3 de libros que más regalaste/recomendaste.
Dar el duelo de Vir Cano, Chicas muertas de Selva Almada y Voyager de Nona Fernández.
¿Cuál es tu técnica más extraña o inusual para superar el bloqueo de escritor?
Limpiar y ordenar mi casa, salir a comprar flores para decorar mi escritorio, o ir al gimnasio.
Si pudieras coescribir un libro con cualquier autor/a, vivo o muerto, ¿con quién sería?
Con Susan Sontag.
Si estuvieras en la Biblioteca Nacional de Uruguay y te pudieras robar un libro sin que nadie lo sepa, ¿cuál sería?
Ninguno.
Tu autobiografía en una frase.
No soy tibia.
Contanos qué estás leyendo ahora.
La muerte del padre de Karl Ove Knausgaard y El poder de los afectos en la política de Chantal Mouffe.
Si pudieras tener una conversación de una hora con cualquier escritor famoso, pero después nunca más podrías leer ninguna de sus obras, ¿a quién elegirías para tener esa conversación?
Donna Haraway.
¿Qué libro prestaste de tu biblioteca y hasta el día de hoy no fue devuelto? ¿Y al revés?
Presté Res de Claudia Magliano y no devolví Sobre la cultura y el arte popular de Adolfo Colombes.
Como lector/a, ¿qué te gusta encontrar en un cuento?
Maldad.
Tu idea de felicidad y tu idea de miseria.
Mi idea de felicidad: mis gatos. Mi idea de miseria: un vida sin gatos.
¿Para qué literatura en el tiempo del desamparo?
Para alejarme de la gente sin imaginación que, para mí, es la más peligrosa.
¿Qué libro nunca te aburrís de releer?
El cuerpo del delito de Josefina Ludmer.
¿Por qué Niñas vírgenes?
Por un objeto de la novela que simboliza a los personajes.
¿Por qué elegiste esos epígrafes?
Porque revelan mi intención con la novela.
Si tuvieras que describir tu libro en una sola frase, ¿cómo la formularías?
Reflexionar sobre el mestizaje en Uruguay.
¿Cuál es la reacción más inesperada qué recibiste con este libro?
Me dijeron que es un vicio.
¿Qué consejo o frase inspiradora darías a otros escritores que están buscando su voz y estilo literario?
Que no pierdan el tiempo haciendo lobby. El tiempo se invierte en escritura y lectura. Lo otro viene solo una vez que se publica. El trabajo es lo único que va hablar bien de uno mismo.
Si de la noche a la mañana pudieras hablar de manera fluida cualquier idioma, ¿cuál sería y a qué lugar viajarías para probarlo?
Ruso. Iría a Rusia.
Escribir para…
Llenarme de energía.
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Fragmento de Niñas Vírgenes:
Mi abuela ya no me tenía agarrada de la mano, me había soltado para que yo viera detenidamente cada uno de estos objetos. Me parecía extraño que todo eso fuera parte de una ceremonia religiosa, porque todo lo que veía ahí nada tenía que ver con las misas del colegio. Siempre se hablaba mal del alcohol, del dinero, de la desnudez, y sin embargo ahí estaban esos santos junto a lo prohibido. Luego mi vista se dirigió al altar donde estaba ella, la más grande de todas las estatuas y a quien se le rendía culto.
Era una virgen enorme que se encontraba con los brazos abiertos y mirando al frente. Tenía un largo vestido escotado y de color celeste, y a diferencia de las vírgenes de mi colegio, ella tenía el pelo negro, largo y suelto, no lo cubría ningún manto. El vestido delineaba toda su figura, se podían notar sus senos y sus piernas bien marcadas, también se dejaban entrever sus hombros. No se parecía a las estatuas que acostumbraba a ver en las iglesias, donde todas las vírgenes eran rubias y sufrientes. Verla me hizo querer creer en ella, sin importar los milagros que había hecho y sin conocer su historia. Quería ese altar para mí y poder rezarle a ella y no a las otras de lunes a viernes a las ocho de la mañana.
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