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Música
Las flores vuelven a crecer

Zoe Gotusso: “A veces recibo tanto cariño que cuando estoy en mi casa lloro”

La artista, que abre los diez shows de Coldplay en River Plate y versiona a Jaime Roos, habló de su forma de ser y su vínculo con Uruguay.

27.10.2022 16:42

Lectura: 9'

2022-10-27T16:42:00-03:00
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Por Valentina Temesio

Zoe Gotusso creció en Córdoba, en una calle sin edificios donde todo era muy plano y tranquilo. Con el tiempo vio cómo esa cuadra cambió: primero fue de tierra y después de cemento. Dice que haber pasado la mayor parte de su vida lejos de una capital hizo que tuviera otro chip. Gotusso se mueve a un ritmo distinto, uno propio, que encontró sola. Aunque a veces se olvida y se mimetiza con la energía capitalina de Buenos Aires donde vive ahora a sus 25 años. Porque esa ciudad, muchas veces, puede ser como el ying yang, una dicotomía entre lo bueno y lo malo, entre Dios y el diablo. Por eso se cuida. “Hija, pará un poco, estás hablando muy rápido”, le dijo su madre hace unos días, y la cantautora sintió vergüenza.

La vida de Gotusso cambió. Hace tiempo que dejó de ser aquella cantante de Salvapantallas, el dúo en el que junto con Santiago Celli versionaban clásicos argentinos. Sacó su álbum debut Mi primer día triste, que grabó en Uruguay, siguió adaptando canciones de otras personas, como de Jaime Roos, se llenó de sabor rioplatense, pero no perdió la calidez de siempre. Sin embargo, su música se desparramó más lejos, cruzó continentes y, entre muchos oídos, llegó a Coldplay. Así, la argentina tendrá la misión de abrir los diez shows que la banda británica está dando en el estadio River Plate. Una nueva puerta, pero no el final.

La cantautora visitó Uruguay en el marco del evento de Itaú y la productora Wannaclap para clientes menores de 25 años. Antes, habló con LatidoBEAT.

Decís que cantás verdades, ¿tiene que haberte pasado algo puntual a la hora de componer?

Me inspira vivir. Diría que, para contar y cantar verdades, la composición tiene que ser verdad, y para mí lo es cuando no fuerzo las cosas. No diría que soy vaga, pero dejo que sea cuando tenga que ser. Puedo pasar meses sin escribir, pero de repente en un mes creo un montón de cosas. Porque me pasaron cosas fuertes, sean felices, grises o más tristes. A veces está buena la constancia. Pero soy más de que salga cuando tiene que salir. Vos podés andar todo el año en bicicleta, pero hay ciertos días en los que pedaleás y decís: “Qué linda es la vida”. En esos momentos yo elijo escribir. Quizá por eso mi música es optimista y por eso canto verdades, o digo eso. Porque no me permito escribir cosas que no siento o me representan.

Hoy en día la música exige rapidez, ¿encontraste tu ritmo en esa velocidad?

La verdad que sí. La industria musical, el mundo, todo va cada vez más rápido, la información es súper veloz y nos exige seguirle el ritmo. Yo me encuentro volanteando mi agenda. Hace dos años que no saco un disco, me siento atípica. Me tomo mi tiempo. Soy re trabajadora, pero por ahí, en este mundo tan rápido, cuando no sos productivo todos los días, te sentís un vago. Se ve que [el mundo] es tan cabrón que cuando no hacés algo te acribillás.

Trasladás tu esencia a las cosas que hacés y tu vida es parte de tu arte. ¿Cómo manejás esa transparencia?

Sería difícil separarlo. Yo soy re humana, estoy llena de errores, miedos e inseguridades. Todo el mundo los tiene, solo que pensamos que no hay que mostrarlos. Yo que creo sí, que me he vulnerabilizado mucho al hacerlo. Se supone que arriba del escenario tengo que ser una popstar o cantautora fuerte, pero si yo subo y digo cómo me siento, ya sale esa persona que soy. Creo que a la gente le pasa lo mismo, en el show lloran, se besan, hacen lo que quieren. Esa energía corta la distancia entre el público y el artista: yo me bajo, ellos se suben. He estado nerviosa y, para mí, decirlo, ayuda. Encontré esa joya y ahora la estoy usando.

Formaste una comunidad.

Recibo mucho cariño. A veces es tanto que, cuando estoy en mi casa, lloro. Lo bueno también es angustiante y hay que decirlo. Las buenas noticias pueden ser muy agobiantes y también la bajada después de la adrenalina. Recibir mucho amor también es difícil. No digo que no lo quiera, lo amo. Trato bien y la vida lo hace conmigo. Ni siquiera lo entiendo tanto, pero supongo que es lógico, sino sería un alien.

Hay gente que tiene tus letras tatuadas en su cuerpo.

Es fuerte lo que está pasando. Yo siento que lo naturalizo bastante, pero a la vez me impacta, sobre todo cuando me lo dicen. Cuando mi mamá dice que le impacta o cuando le cuento una noticia a una amiga y me dice: “Wow, boluda”. Por ejemplo, esto de Coldplay. Obviamente me puse muy feliz, porque es muy grande, pero siento que me doy cuenta cuando lo comparto y un amigo me dice que no puede creerlo. Será porque realmente lo hago desde el placer, no me da nervios. No es por hacerme la canchera, desde ya que un poco sí, pero estoy re tranquila con quien soy, con lo que uso, con mi música, con lo que digo. Es algo que he ido ganando. Antes me daban nervios o pudor. A veces alguna situación me vuelve a generar lo mismo y me desafía más. Pero estoy aprendiendo a trabajar, a recibir amor, a que me exijan, a poner mis límites.

Estás en plenitud…

No deseo morirme mañana, pero si dejo de estar en la vida hoy —no quiero — estoy muy contenta con todas las decisiones que tomé y no tomé hasta acá. A veces es más fácil decir que sí, porque es tentador, pero sé cuál es mi camino.

¿Qué sentís con Coldplay?

Primero siento que el sueño es siempre mucho más grande en el imaginario. Si a los diez me hubieran dicho: “Cuando tengas 25 años vas a abrir diez River Plate para Coldplay”, yo no me lo creía. Hubiera pensado que mi vida terminaba ahí. Ahora mi vida no termina acá, me lo dijeron y me da mucha alegría y orgullo. Fue una de las mejores noticias de mi año y me super emocioné, en serio. Pero mi vida no termina ahí. De alguna manera, digo: “Viejo, yo estoy trabajando hace mucho, esto tenía que suceder”. No lo digo desde la soberbia, sino desde una seguridad.

Es una puerta más.  

Sí. Yo venía escalando una montaña, quería llegar allá y me tocó. No sabía que iba a ser Coldplay ni una apertura, pero llegué y no lo podía creer. Me siento muy única porque no entiendo cómo me eligieron a mí de todos los artistas en el país. Quisiera disfrutarlo mucho, porque la gente no va a escuchar las aperturas, van a escuchar a Coldplay. Pero me permite conectar con un montón de personas nuevas. Es un honor, amo Coldplay. Mi vieja no lo puede creer. 

¿Por qué crees que a la gente le pega tanto tu música y tu forma de ser?

Si te contesto… quizá me tire mucha flores. Voy a hablar con vos como si fueras una amiga, así no me da pudor. Supongo que es porque no fakeo. Soy humana, soy una gran humana. Supongo que la respuesta del público es por muchas cosas. Estudié canto, guitarra, me gusta la música, es mi pasión, es un compendio de muchas cosas. Hay algo muy fuerte: trato bien a la gente y se gana mucho al hacerlo. Si yo soy amable, la vamos a pasar bien y va a ser agradable. Mi mamá era muy estricta. Podía mandarme travesuras, pero no podía faltarle el respeto a nadie. Soy respetuosa y la gente quiere tener a alguien así al lado. El mundo es muy chico, nos vamos a volver a cruzar y me van a seguir abriendo puertas. Al final, yo estoy acá porque mucha gente quiere que yo lo esté, no porque llegué sola. Vos te abrís la puerta, pero alguien tiene que estar del otro lado para abrirla porque sino se cierra. Me cuido, me preservo, trato de ser genuina y de decir cosas que me hagan sentir a gusto. Si me gustan las chicas le canto a ellas, si me gusta un chico le canto a él. Ni siquiera sé qué soy. Soy y ya.

En tu casa escuchaban a Jorge Drexler en familia, a Mi primer día triste, tu primer disco, lo produjo Juan Campodónico, lo grabaste acá y además versionás a Jaime Roos. ¿Qué es Uruguay para vos?

Es un lugar de mucha vacación. Indudablemente, el arte es una consecuencia de la cultura. En Uruguay he ido a La Pedrera, a La Paloma, a Punta del Este. Mi familia suele venir mucho. Vine con amigos, con Santi Celli —de Salvapantallas— en su momento, he ido al Cabo varias veces. Hay un cariño, no sé si esto es verdad, pero yo lo tengo con la cercanía que nos tenemos. También me tocó una familia que decidió veranear en Latinoamérica: en Brasil, en Uruguay, en las montañas de Córdoba. Mi vieja compraba discos [en Uruguay] y cuando volvíamos en el auto había un montón de Jorge [Drexler]. Los dabas vuelta y decía: “Producido por Juan Campodónico”. Me encanta El Príncipe [Gustavo Pena], Eduardo Mateo y Drexler. Son autores que me hicieron escribir y les agradezco mucho. Ya es un vínculo con mucho agradecimiento y respeto. También lo he habitado. Me gusta volver, soy re romántica.

Anunciaste en un vivo de Instagram que vas a sacar un segundo disco. ¿Qué Zoe vamos a escuchar ahí?

A Mi primer día triste lo grabé sin hacer canto. Durante la pandemia hice muchas clases. Y me dije: “Vas a ser una atleta de tu voz”. Espero cantar y componer mejor, porque escuché mucha música y compuse con otros compositores. Creo que eso me nutrió mucho. Espero que vean una Zoe más madura. También, una más rootera —de raíz —, como folkera. Acá en Uruguay hice un disco natural y tiene su folk, pero tiene sabor a Río de la Plata. En el nuevo van a ver mi intimismo. El nuevo disco es único, no complace al mercado, o sí. Porque es distinto. No lo terminé todavía, es injusto ponerle etiquetas, pero diría que es pop, cancionero, fresco, roots, folk y de amor en todos los sentidos. Tiene una canción para mi abuela, una para mis amigos y otra para la chica que me gusta.

Por Valentina Temesio