Por Agustina Lombardi
_aguslombardi
Para Camila Ferrari, llegar a publicar un disco y ser capaz de cantarlo frente a otras personas fue el resultado de una transformación personal que vivió con consciencia.
Llegar a publicar un disco, que resultó ser De los bordes, fue algo que, eventualmente, no iba a poder evitar. La música, cantar, fue una pugna que sintió desde el momento en el que se paró frente a los padres del colegio en una fiesta de fin de año a interpretar “I turn to you”, de Christina Aguilera. Las directoras del coro se la habían encomendado después de que la Camila niña, de nueve o diez años, les cantara al lado y se la pasara “alcahueteando”, recuerda.
Se acercó a la guitarra a los 14 años y los dos primeros acordes que supo le bastaron para volver la próxima clase con una canción “readolescenta”. Más adelante, cuenta que vivió un “bloqueo artístico y emocional”. Mientras estudiaba Ingeniería Química cantaba en Coralinas, el coro que dirige Carmen Pí, con el guitarrista Juan Pablo Chapital o con la banda que formó con amigos, Los Dobers. Pensó que la música sería un hobby el resto de la vida: “Si hacía mis canciones tenía que estar a la altura de los proyectos en los que estaba involucrada”.
Sentía presión: “Empecé a tocar sola y en algunos toques no la pasaba muy bien. Me dí cuenta de que estaba tocando y pensando en otras cosas. A veces te podés desconectar un poco, pero me empezó a pasar con frecuencia”. Pensaba en el siguiente acorde, en cómo la observaba el guitarrista que estaba en el público, si le gustaría lo que hacía.
Con el tiempo, reconoció: “¿Me gusta a mí lo que hago? Eso ya es válido”.
Antes de De los bordes, Camila publicó Caer (2021), un EP de tres canciones acústicas que grabó porque un amigo le ofreció las horas de estudio a cambio de un trabajo para su disco.
Con el tiempo, se reconoció cantante: “Lo importante es tener ideas y ejecutarlas”.
En 2022, después de dos años y medio de trabajo, publicó De los bordes, canciones de transición, de crecimiento. Para su primer disco pensó en más instrumentación, que se escucha como una mezcla entre la psicodelia y la uruguayez. Son letras que hablan del desamor, la distancia, el paso del tiempo. Como “Pieles”, una canción en la que Camila descubrió que lo que una vez fue amor, luego fue un recuerdo, polvo que terminó en el río, hasta diluirse en la inmensidad del mar.
“Estaba en el borde cuando escribí las canciones”, dice. Crearlas y publicarlas le permitió cruzar el margen hacia un nuevo espacio.
El miércoles 30 de agosto Camila Ferrari presenta De los bordes en la Sala Hugo Balzo del Sodre. Las entradas están a la venta.
¿Cómo surgen las canciones de De los bordes?
En 2020, pandemia, encierro. Había renunciado a todos mis trabajos como ingeniera y decidido dedicarme a la música. También había dejado con un novio, que fue detonador para componer. Son canciones muy ligadas a la pérdida de una manera muy intensa. Vivo los vínculos con una sensibilidad medio zarpada. Me preguntaba: ¿cómo me afecta todo tanto? Al principio estaba medio peleada con eso. No entendía que vivo las cosas de esa manera. Y busqué transformarlo en música.
¿Qué te hizo renunciar y dedicarte a la música?
Venía con una depresión bastante intensa. Trabajaba en una fábrica, lejos, y toda mi energía se iba por ahí. Llegaba a las seis de la tarde a mi casa y me tenía que levantar a las seis al otro día. Un trabajo bastante demandante, y obvio: todo el mundo labura ocho horas, pero sentía que, si estaba ahí, me tenía que gustar. La música me llamaba y ni siquiera le estaba dando la oportunidad. Y mi cabeza era mucho más racional, lo sigue siendo; ser artista es súper sacrificado acá, no tenés ni idea qué va a pasar en tres meses, más cuando decidí mandarme, que al año siguiente fue la pandemia. La decisión la hubiera tomado eventualmente, porque estaba muy triste con mi vida. Estaba siendo mediocre en todo lo que hacía. Seguía tocando, pero a medias. En el trabajo hacía las cosas bien, pero tenía cero aspiraciones de crecer. Y pensé: me la voy a jugar por algo que por lo menos me gusta y me hace bien, siempre se puede ir para atrás. No hubo un día en el que me haya arrepentido. Y van cinco años. Da miedo salirse de esos mandatos: te recibís, empezás a trabajar y un día te jubilás.
¿Decidir dedicarte a la música implicó desarrollar una identidad como artista?
Sí, pero se dio espontáneamente. No tomé una decisión consciente. Trato de ser lo más auténtica que puedo. Cuando veo que una influencia que busca complacer algo para el afuera, trato de derribarla de una. En este momento todo es mercado, vendible, hay mucho lugar para el consumo del arte desde un lugar más efímero. Me interesa trabajar en la autenticidad, ser fiel a lo que siento, que cantar una canción sea algo honesto. Que sea coherente conmigo todo el tiempo.
A pesar de que las letras hablen de desamor, las canciones no suenan melancólicas.
Mucha gente me lo ha dicho. En los hechos es porque uso acordes mayores, más luminosos. Capaz digo algo medio bajo, pero la sonoridad es más esperanzadora. Me parece que representa cómo me tomo las cosas, aunque haya tremenda oscuridad. Tengo ganas de ir para adelante, de enfrentarme con las cosas que me hacen mal y evolucionar. Me fascina el proceso de entenderse un poco mejor cada vez, salir de la zona de confort, hacerse cargo de lo que uno es.
Durante la carrera estuve mucho tiempo sabiendo que me gustaba la música, pero eligiendo la ingeniería química, sin entender que la música es lo que soy y que no hay manera de ir en contra de eso. O sea, sí hay manera, pero tomando antidepresivos. Entonces, me alineé con lo que es. Y fue después de haberme dado contra la pared un montón, después de haber estudiado una carrera de siete años. Pero no me arrepiento de nada, todo me lleva a ser la persona que soy hoy.
¿Por qué elegiste hacer un videoclip con “Pieles”?
Tuve el enorme placer de laburar con amigas, con la productora Amas de Caza. Creo que, si no, jamás se hubiera logrado; quería enfrentarme a mostrarme en piel, salir de la hegemonía, mostrarlo como algo bello también.
Sentía que era la canción más distinta y me gustaba salir con algo nada que ver. Y me cayeron un par de fichas mientras la escribía. Tiene una parte distinta al final, que es como la conclusión de lo que me generó haber escrito lo otro. La canción va en la línea del desamor, de vivirlo tan intensamente, de que se va cada vez más lejos. Desde esa desesperación a ubicar que no es que se va más lejos, sino que forma parte de una inmensidad de la que soy parte.
Es curioso que el disco comience con “Un final”.
Todo comienzo es el final de algo. Largar el disco fue el final de una etapa de mi vida. Un parto. Estuve dos años y medio laburando en esto. También me gustaba el juego de empezar con el final.
Por más de que te pueden conocer por el candombe fusión con Los Dobers o el soul y blues que cantabas con Juan Pablo Chapital, en De los bordes no se escuchan esos géneros con tanta claridad. ¿Qué sonoridades exploraste?
Hay un poco de folk. Medio indie, que no sé bien qué significa, pero una psicodelia sonora; las guitarras eléctricas que toca Dani Lacuesta, que también estaba en Los Dobers, siempre le pido ballenas [risas]. Sonidos psicodélicos.
¿Tuviste influencias?
Tuve artistas presentes a la hora de componer los temas y de grabarlos. Aldous Harding, neozelandesa, fue tremenda inspiración para el video. Otra es Alice Phoebe Lou. Segundo, de Juana Molina. También escucho los temas y encuentro una influencia de la música uruguaya; Mateo [Eduardo], un poco de Jaime [Roos], ritmos. Me gusta mucho Mateo, es mi compositor uruguayo favorito.
La voz tiene un rol predominante.
Es el instrumento que más me emociona y en el que más me siento cómoda. Al no tocar otro instrumento —la guitarra solo, como acompañamiento— me pasaba que no sabía cómo hacer los arreglos de los temas. Entonces, estaba en casa haciendo las maquetas y cantaba lo que me imaginaba, pensando en que alguien tocara eso en la guitarra después. Y al final eran coros de voces. Es lo primero que me sale. Después de cantar en coros tantos años, la armonización es natural.
Cada estilo de música distinto me aportó. Descubrí nuevas herramientas, como un laboratorio vocal, a partir de cada estilo. Y espero que siga variando. La belleza del instrumento es que puede seguir mutando. ¿Por qué quedarse con una sola manera de cantar?
También hay sonidos de la naturaleza que hacen el paso de una canción a otra. ¿Qué te inspira?
El contacto con la naturaleza es algo que me gustaría tener más a menudo, eventualmente mudarme a algún lugar así. Un día escuchando un disco de Juana Molina, Segundo, me di cuenta de que en un momento suenan unos grillitos. Yo estaba caminando por Bulevar Artigas y me generó paz. Hay sonidos, ni siquiera música —o sí—, que generan eso. Yo trato de generar ambientes que me pongan en ese coloque. Me fui un fin de semana a Villa Serrana y estuve grabando cositas. Me pareció importante que estuvieran en el disco; el fuego, el agua, que está muy presente en las letras también.
En De los bordes mencionás mucho sobre el pasado, el recuerdo, la distancia. Y también el amor. ¿Cómo se relaciona con el nombre del disco?
Tengo un cuadernito en el que escribo y hace tiempo venía pensando en la palabra borde. Las canciones son el borde.
Las compuse a partir de un acorde o armonía que me sensibilizaba, cantaba alguna melodía arriba de eso, decía palabras. Intentaba canalizar desde el inconsciente, a partir de lo que la melodía me generaba emocionalmente y hacía la traducción en palabras sin pensar mucho. Después lo corregí, lo ordené. Pero la materia prima vino del inconsciente, de mi pasado, el de mi familia, de mi linaje de mujeres. La canción que habla de eso es “Una vez”, que se pregunta: ¿qué significan esas palabras? Siento que las traigo de mi vivencia, pero ¿cuánto hay de antes?
En esa canción hay una frase, que me regusta como quedó. Dice: “En el borde del silencio, crecen flores, suenan versos”. Es ese momento en el que se te ocurre algo, antes de ponerlo en palabra, antes de plasmarlo en la letra de una canción, o cuando vas a tener una conversación con alguien y no sabés cómo decir las cosas. El momento antes de lanzarse al vacío. Está todo ahí, al borde de ser. Qué valentía poder sacarlo. Y cuando lo sacás, es otro momento.
Y, en referencia al nombre del disco, los bordes son los momentos que separan un antes y un después. El durante: el borde lo veía como el momento del medio. Estas canciones nacieron en un borde, entre un antes y un después.
En comparación con Caer, De los bordes tiene más instrumentación. ¿Cómo la trabajaste?
Para este segundo trabajo me interesaba que hubiese otras sonoridades, pensar un poco más la producción de cada tema, los arreglos. Al principio me abrumó un poco, porque tengo la cabeza en que tengo que estudiar todo el tiempo, que me faltaba saber. Pero también es saber confiar. No tengo que saber todo sobre arreglos y composición para pedirle a alguien que te genere determinada emoción. Somos todos sensibles, también nos entendemos en ese lenguaje, no tan técnico.
Por Agustina Lombardi
_aguslombardi
Acerca de los comentarios
Hemos reformulado nuestra manera de mostrar comentarios, agregando tecnología de forma de que cada lector pueda decidir qué comentarios se le mostrarán en base a la valoración que tengan estos por parte de la comunidad. AMPLIAREsto es para poder mejorar el intercambio entre los usuarios y que sea un lugar que respete las normas de convivencia.
A su vez, habilitamos la casilla reportarcomentario@montevideo.com.uy, para que los lectores puedan reportar comentarios que consideren fuera de lugar y que rompan las normas de convivencia.
Si querés leerlo hacé clic aquí[+]