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Contenido creado por Sofia Durand
Música
Un grito ahogado

Chillan Las Bestias: la búsqueda de lo primitivo y el valor de la contemplación

Pedro Dalton y Franco Varise, integrantes de la banda uruguaya, discuten sobre la evolución de sus procesos creativos a través de los años.

24.04.2024 19:24

Lectura: 19'

2024-04-24T19:24:00-03:00
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Por Sofía Durand Fernández
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Según la Real Academia Española, la palabra "bestia" puede utilizarse para referirse a un animal cuadrúpedo, un animal doméstico de carga, un monstruo o una persona ruda e ignorante. Pedro Dalton, vocalista de Chillan Las Bestias, interpreta el acto de chillar como una onomatopeya del dolor.  Junto a Franco Varise, su compañero de banda, acordaron que la visión que ellos tienen de bestia reside en el instinto primitivo de los animales.

La dualidad del ser humano, también animal, un péndulo que oscila entre el raciocinio y el impulso. La paradoja de encontrar la libertad estando enjaulado. La naturaleza catártica del chillido. El caos que se puede hallar en la calma silenciosa, en un clima ceremonial. Todos estos factores contribuyen a la concepción como banda de Chillan Las Bestias. 

Está Nick Cave, está Beethoven, también Malpaso. Ambos se consideran melómanos y se nutren de influencias para después hacer otra cosa. Algo nuevo, sin género ni generación marcada. Chillan Las Bestias busca que todo aquel que escuche su música se encuentre, nada más ni nada menos, por su condición existencial de ser humano. 

Este 25 de abril se presentan en La Trastienda, las entradas se pueden adquirir aquí.

Foto: Martín DarkSoul

Foto: Martín DarkSoul

Originalmente, la palabra "bestia" se utiliza para hablar de una persona ruda e ignorante. Pero en nuestra región, también está ligada a una connotación positiva. Para ustedes, ¿qué es una bestia?

Pedro Dalton:  Viene más por el concepto de animal, de bestia salvaje. En general, a los animales también se les dice bestias.

Franco Varise: Tiene que ver con eso que dice Pedro. No en el concepto de bestia que usamos los seres humanos entre nosotros, sino en el de criaturas con instinto. Un instinto que puede ser primitivo o no, pero va más por ese lado, recuperar el instinto. No por el lado de brutalidad.

Pedro Dalton: El instinto primitivo de los animales, que también son como una sociedad en cada una de sus razas y en cada uno de sus animales.

Pedro, a lo largo de tu carrera y en diferentes disciplinas artísticas, la figura animal estuvo siempre presente.

P.D.: Porque somos animales. Si vos te fijas en los animales, no son como la gente dice. No es que el león se come gente u otros bichos. El león hace eso cuando tiene hambre, pero hay veces que no se come a nadie. Creo que a los animales, en general, los vemos con una forma de hacer las cosas y, en realidad, tienen muchas formas. Por ejemplo, en esos videos boludos que ves en reels, pasan cosas rarísimas. Un oso panda que abraza a una jirafa, gatos con perros o un cocodrilo que se refriega con un conejo. Creo que los animales son eso, son como nosotros.

F.V.: Hay algo que tiene que ver con la animalización de los humanos...

P.D.: Y la humanización de los animales.

F.V.: Tiene que ver con que lo que hacemos tiene un gran componente emocional. No técnico, sino que nosotros vamos a una especie de épica emocional que es como un instinto también, un instinto animal nuestro que sale a través de la música. No haciendo heavy metal o metiendo distorsiones, pero si hay unas tensiones que pueden no ser del mundo humano racional. Nos gusta esa cosa de ir un poco más hacía la irracionalidad por momentos.

Ese deseo de ir hacia esa irracionalidad, asociada al mundo animal, ¿ocurre solo en las presentaciones en vivo, o también en el estudio de grabación?

P.D.: Un concepto que me encanta de Chillan Las Bestias es que también asociamos que los animales están enjaulados, en los zoológicos o los circos. Se forma que la libertad está ahí adentro, en realidad. Cuando estamos en la jaula, que sería la sala de estudio o el escenario, ahí es donde somos libres.

F.V.: Vamos a parafrasear a Corcobado: "La libertad es la cárcel más grande de todas las cárceles".

P.D.: Donde la gente siente que está presa, nosotros somos libres. Nos expresamos y lo que vos escuchás de nosotros sale del encierro.

Es común asumir que el artista percibe el escenario o el estudio de grabación como un lugar donde es libre. Ustedes tienen la noción de la jaula como paso previo a esa liberación

P.D.: La canción "La bestia" define justamente eso, “la jaula vibra libertad”. Es así. Hay una cosa que me pasa con Chillan y es que, al no vivir en Buenos Aires, puedo ver a la banda muy de afuera. Lo que yo veo es que el peor momento que vivió Chillan Las Bestias fue en la pandemia, porque no se podían juntar. Yo estaba tocando nueve veces de corrido con Buenos Muchachos acá y ellos sin poder ensayar. No se podían juntar en una casa a componer nada. Me acuerdo de aquel famoso ensayo que habían armado, yo fisurado de ir para allá, con ganas de ir.  Les pinta el primer ensayo, sacan hora, se van a juntar y se suspende por una reincidencia de COVID. El momento en el que estaban cada uno en su casa, sin hacer nada, fue el momento de más cárcel de su vida.

F.V.: Hay una idea de que siempre estamos todos, aunque no lo digamos, medio enjaulados. La vida del ser humano, aunque crea que no, tiene siempre una jaula. Se libra dentro de esa jaula,  al querer salir, al no poder. Es una cosa existencial, me parece que va con lo de los animales y el hombre.

En una entrevista hablaron del acto de chillar como uno del tipo visceral y como la onomatopeya del dolor.  

P.D.: No se usan palabras cuando chillas. Chillar es como una queja, un pedido.

F.V.: Un grito ahogado, más de dolor que de rabia.

P.D.: También puede ser de alegría.

¿Así perciben la naturaleza catártica de su música? 

F.V.: Es la única catarsis que tenemos. Lo demás es mierda. Nuestra catarsis es la música, y la hacemos llevando tensiones y demás a la música que intentamos —y no nos sale muchas veces— hacer. Somos seis, seis catarsis.

La catarsis puede ser asociada a un acto carente de pensamiento, llevando a que tenga connotación positiva o negativa, según el criterio. En su caso, para ser seis catarsis, las coordinan bastante bien. 

F.V.: Pasa que tenemos un poco más de años, antes hacíamos catarsis con cualquier cosa

P.D.: Hemos llegado a un lugar más amable.

F.V.: Hoy sabemos dónde hacer la catarsis sanamente, está bueno porque, sino, es gastar catarsis.

P.D: Creo que también parte del oficio va por ese lado. Te das cuenta de que no podés hacer catarsis con todo, aburrís a la gente, te aburrís vos. Empezás a generar que, entre la transmisión de lo que sentís a lo que decís, haya un pensamiento, un orden, una explicación de qué es lo que querés decir y de qué manera decirlo. Nunca me arrepentí de una letra que haya escrito, pero hay palabras que hubiera evitado o pensamientos que, hoy en día, hubiera dicho de otra manera. En aquel momento estaba perfecto porque era ese yo, pero que hoy aprovecho para decir otra cosa. 

F.V.: A todos nos pasó eso también. Me acuerdo de que antes, cuando empezábamos a tocar, hacíamos más catarsis antes de tocar que mientras estábamos tocando. Llegábamos y ya habíamos la habíamos hecho en otras cosas, todo al revés. Ahora entendemos, o aprendimos, dónde y cuándo se hace una catarsis.

P.D.: Porque eso es lo verdaderamente importante: tocar.

F.V.: La música y la amistad que nos une a todos de muchos años. Todos fuimos para ahí, con sus tropiezos como debe ser, pero bancándonos. Hoy estamos muy alineados. Sabemos qué es lo que nos sirve a todos.

Cortesía de la producción

Cortesía de la producción

En el correr de los últimos años pasaron de hacer shows más contemplativos. Vos, Pedro, incluso hiciste un show en el Sodre con Buenos Muchachos.

P.D.: Hay un momento en el que vos querés revolver el avispero y hay otro donde querés que se pula la colmena. Vos sabés que la manera de que se pula la colmena es diciendo y haciendo lo que vas a hacer. Yo me subo al escenario a hacer música, lo que quiero lograr es que la gente la escuche. Eso es lo que a mi más me gusta, ese ida y vuelta. Está todo bien con que bailen, incluso que se muevan y hagan pogo, pero que lo que suceda sea algo estrictamente musical.

Cuando empezás, lo hacés queriendo revolver eso. Hoy en día no tengo la misma energía ni las ganas de hacer lo que hacía cuando tenía 32 años. Tengo 56, punto. No es que me amansé ni me tranquilicé, lo digo de otra manera. Para mí, hoy en día la prioridad de un show es que la gente vea, escuche y que se vaya con ese golpe.

F.V.: La rabia y la catarsis son las mismas que cuando teníamos 30 años, nada más que ahora va por otro lado. Yo me acuerdo de ir a ver shows donde la gente quedaba tan de cara con lo que veía, que no podía ni aplaudir. Yo mismo como publico quedaba así. El que estaba arriba del escenario debía de pensar que no le gustó a nadie, en realidad era que la gente había quedado tan absorta que no podía ni aplaudir. Eso a mí hoy me gusta más.

Entonces, ¿puede impactar más el silencio que el ruido?

P.D.: ¡Claro! A mí me pasó algo muy particular, hay shows claves en mi vida que me partieron la cabeza energética, visual y auditivamente. El de Nick Cave cuando toco en el Teatro de Verano fue uno de esos. Si bien él tiene un gran despliegue físico en el escenario y al caminar entre la gente, había algo en el sonido que no había escuchado antes en mi vida y me aplastaba. No necesitaba ni bailar. Lo mismo me pasó energética y auditivamente con el show de Pulp. Los ingleses manejan el sonido de una manera en vivo, en la cual se dan cuenta de que ellos están todo el tiempo re tranquis, está sonando todo re prolijo, parece que estuvieras escuchando en auriculares de puta madre un disco alucinante, todo controlado. De repente, se descontrolan con unos graves y unos golpes.

Yo dije, “esto es lo que yo quiero ahora”. Quiero equipamiento que sepa manejar eso, mucho más que estar yo saltando por todos lados y haciendo divague. El sonido sí te puede alterar. La primera vez que vi a Albert Plá en el Café Retiro, comenzó a  cantar bajo de repente, te contaba una historia. Quedabas como, “¿qué pogo? ¡No necesito nada!”.

F.V.: Nosotros somos muy melómanos y vemos muchos shows, antes más, ahora menos. Uno va tomando cosas. Como decía Pedro, yo voy a un show y si me aprietan tres guitarras y tres distorsiones con el acorde lleno, me doy vuelta y digo, “ya está, ya lo escuché, ya sé que pasa”.

P.D.: Te puede funcionar un día y te pega bien, porque a mí me gustan los Sex Pistols. Me cautiva mucho más eso que el rock and roll puro y duro, pero hay días que estoy con Ramones.

Al respecto de Nick Cave, también hay un aura y una cuestión ceremonial. Pueden gustar los dos tipos de show.

F.V.: Todo es rock. Chillan las bestias va por la búsqueda de las tensiones. No en el tema de distorsiones, sino en las tensiones tímbricas entre el violín, el piano, la voz de Pedro. Tratamos de llegar a un punto que sea bordeando la locura o lo psicótico. Por ahí no lo logramos, pero en esa búsqueda de lo animal y lo primitivo, cuando lo logramos, nos sentimos muy identificados. Creo que cuando sale más para afuera, por más de que no haya una distorsión, hay gente que queda preguntándose qué es eso. Por ahí no les da para saltar haciendo pogo, pero queda agarrado. Eso es conmoverse.

P.A.: Si vos escuchás el Segundo Movimiento de la Novena Sinfonía de Beethoven, todos esos violines que suenan a la vez son más poderosos que Nirvana.

F.V.: Nuestra búsqueda va más por ese lado. Es más difícil, tiene menos efecto.

P.D.: No es efectista, pero llegamos a lo mismo.

F.V.: También tenemos cosas más simples, pero nuestra idea va más por el lado de la transmutación del hombre y el animal. La música que podría haber ahí, no la conocemos, pero la estamos buscando. Creemos que en esa transmutación puede haber algo interesante entre lo psicótico, la locura, lo humano y lo animal.

¿Esa transmutación no requiere un proceso extenso de reflexión antes de plasmarla en la música? 

F.V.: Yo hablaba hace un tiempo con Pedro al respecto de eso. Cuando nosotros teníamos veintipico de años no pensábamos en lo que hacíamos, salía espontáneo. Hoy a mí me gusta pensar lo que hago, que me salga o no me salga es independiente. Ya soy grande, no puedo tocar lo que salga y zapar, me parece que ya no me sirve no pensarlo. Y no está mal pensarlo.

P.D.: Todo lo que se queda estático se muere, o se repite tantas veces que funciona con los cambios generacionales, pero pasas a ser una antigüedad. A la gente le sigue gustando porque hay gente nueva que no lo conoce, pero en realidad nosotros estamos mucho más para hacer algo que no nos embole.

¿Si lo reproducís se homogeniza hasta que no te queda nada?

P.D.: Es más probable que le quede más a la gente que a vos. Sin embargo, si vos te vas enriqueciendo, la gente también. Me pasa con Chillan, con Buenos y con Suma Camerata que somos bandas de cuatro generaciones. Seguimos manteniéndolas, hay gente que no va o deja de ir, pero le sigue gustando. La música y todo lo que surge de un movimiento artístico, todo lo que sale de eso de lo que hablábamos hoy, que sale de adentro, es una forma de expresar lo que sentís, tiene que estar acorde a eso.

Nunca podría hacer una banda de punk rock, no podría hacer una banda de género. Los días no pueden ser de género. Si fuera el cantante de Ramones hay días que no cantaría, no tengo ganas de eso. Hay un día que soy los Ramones, otro que soy Beethoven. Me gusta ser todos a la vez. Hay días que empiezan de una manera y terminan de otra, eso para mí en la música se tiene que plasmar. No estoy criticando, yo no lo concibo de otra manera.

F.V.: Coincido con Pedro. Hay algo que tiene que ver con el tema generacional. Nosotros ya somos grandes, pero intentamos hacer una música que mañana agarre un chico de 20 años y que le impacte de la misma manera que a uno de 50. Nosotros somos un espectro de edades, ni pensamos en nuestra edad, pero buscamos una cosa existencial en nuestra música. La música que rodea eso no va con lo que suena en el momento. A los veintipico  yo no escuchaba lo mismo que mi generación. Me rebelaba contra mi generación con lo que escuchaba. Supongo que ahora también pasa, sé que hay mucha gente joven que todavía le conmueve la música más profunda, como la que intentamos hacer.

Cortesía de la producción

Cortesía de la producción

Al igual que ustedes, ¿no creen que el público tiene que realizar un proceso de reflexión y adaptación que puede, tal vez, resultarle incómodo? ¿Buscan esa reacción?

P.D.: No vamos cargados con esa idea, lo que sucede es porque nosotros así lo queremos. Sé que, en un principio, es una cuestión muy del rock la de querer patear el tablero, entonces lo que más te emocionaba era que no estuvieran numerados los temas en el CD, así la gente no sabía ni qué escuchaba. Patear esos tableros, joder, jugar con la gente. Todo eso en un principio me parecía divertido. Me sigue pareciendo divertido y sigo aplicándolo, pero con otra idea. Con que me divierta a mí, ya está.

F.V.: Con los años y un poco de público, vos te das cuenta de que hay gente fanática de Chillan Las Bestias y es muy diferente al mundo que nosotros pensamos qué es la banda. Algo le conectó. Por ahí, es un chabón que nada que ver, que escucha otra música y conectó. Por suerte no es una música de una escena, ni de una sola generación, no es un género. Nosotros no hacemos música de género, no hacemos reggae, punk, postpunk, hacemos Chillan Las Bestias. Es más solitario a veces, pero está bien.

Tu amigo Pedro Peralta dijo que el arte cura, pero en el común imaginario también existe la imagen del artista torturado, como Baudelaire. ¿Cómo es la relación entre la luz y la oscuridad en el proceso creativo?

P.D.: Como el Sol y la Luna, conviven. Tienen que convivir. Estamos en un mundo en el que yo miro lo que pasa y es bastante aterrador. Por lo menos, lo que se informa no es muy alentador y lo que pasa tampoco. Me quedé con una que dice Bowie, que él le dice a la hija que el planeta era algo maravilloso,  que todo estaba re bien y que la vida era hermosa. Y después escribía canciones. Yo creo en eso mismo, hoy en día amo la vida, me encanta vivir, no me quiero morir. Pero sé dónde vivo y lo que yo digo es desde ese lugar.

F.V.: En ese sentido, nosotros somos almas melancólicas que de todas maneras hicimos todo. Pasamos por familia, hijos. Esa experiencia nos lleva a este lugar de, “sí, somos melancólicos, tenemos nuestra parte oscura, o la parte bestia, y la parte humana”. Creo que esas dos cosas son las que de alguna manera te llevan a que tu arte no sea un cliché de Baudelaire ni la alegría misma. Somos como Pedro dice, en un mundo oscuro no vas a estar todo el día pintado de blanco.

Nuestra vida la hicimos, llegamos hasta acá. ¿Nos podemos quejar? Sí, nos quejamos todo el tiempo. Tenemos nuestros momentos duros o de oscuridad, pero creo que hay que vivir todo. El poeta torturado es una faceta chiquita en la vida de un ser humano, hay que ver cómo lo combinas. Es una salida fácil, la nuestra no fue fácil, y está bien, pero no va por ahí. No sé si vamos a hacer una canción alegre algún día.

P.D.: La letra de "Zarpando" y "La bestia" son recontra luminosas. "La red" también.

¿No consideran que lo que hacen es más complejo que un péndulo entre lo alegre y lo melancólico?

P.D.: Oscuro y luminoso, tienen que estar las dos, porque la vida son las dos.

F.V.: Volviendo a lo que uno tiene adentro: una bestia y un ser humano.

P.D.: No hay cielo sin infierno, ni infierno sin cielo.

¿Cómo conviven Buenos Aires y Montevideo en Chillan Las Bestias?

F.V.: Para mí, Montevideo y Buenos Aires es una región aparte del mundo, unidas por el río. Yo en Buenos Aires tengo más de montevideano que de salteño. Creo que hay una tradición musical, literaria y cultural que hace que sea una región única en el mundo, que se fue contaminando con otras cosas, pero entre la poesía de Montevideo y la poesía de Buenos Aires hay hilos conductores constantemente, aunque no se conozcan. Hay un sentir, un espíritu que es de esta región. Por momentos, puede ser más gótica, puede ser más esto o lo otro, pero hay algo que fluye de abajo de las baldosas. 

¿Chillan las bestias representa, entonces, esa relación?

P.D.: Si hay una banda rioplatense, es esta.

F.V.: Auténticamente rioplatense, porque se les dice así a muchas cosas. Banda rioplatense que une las tensiones. Nos quisimos fugar de eso muchas veces, culturalmente hablando, de nuestra propia tradición. Esta es una imaginación también, no es la realidad. Es un imaginario nuestro.

P.D.: Es una sola banda, es como si fuera un solo país. No hay músicos uruguayos así como ellos, como creo que tampoco hay un cantante como yo allá. Malpaso fue la única banda que incursionó en algo parecido a lo que sería algo arrabalero con rock. Para mí es lo más parecido a nosotros que hay. Es una fusión, hay algo San Telmo y la Boca que se une con Ciudad Vieja y la Rambla.

F.V.: Lo que digo con imaginario es que es como una fantasía nuestra que se nos armó en la cabeza y que hablamos de esa idea imaginaria, pero que tiene sus datos concretos. Una ficción, pero que tiene cosas objetivas de música y literatura. Cuando vi a Buenos Muchachos me pareció una banda recontra porteña y con algo que los porteños ya no hacían. Me voló la cabeza.

Pedro, sos escritor, pero no te gusta definirte así. Te gusta definirte como cantante, no como músico. ¿Por qué?

P.D.: No es que me gusta, es lo que yo siento que hago. Trato de ser honesto y decir la verdad. El músico toca un instrumento y trabaja en eso todo el día, o gran parte de su día. No hablo de que tenga que leer partituras. Por ejemplo, mi hermano Marcelo, que yo considero como músico, se dedica a la música. Yo no me dedico a la música, yo canto en una banda en la cual, más que nada, lo que hago es escribir, generar melodías que acompañen, pero yo no se de música. Con la escritura soy más bien poeta.

F.V.: La novela es una maravilla. Es una novela perfecta, está buenísima, yo lo conocía por el lado de la poesía.

P.D.: Hay un tema de los motes, por ejemplo el de artista plástico. Yo no soy artista plástico, yo soy dibujante. No hago Artes Plásticas, las conozco y también a los artistas plásticos de acá, pero hay un componente que yo no hago, que es la parte de soltura. Yo lo que hago es dibujar. Agarro tinta china, una pluma y hago dibujitos, grandes y todo, pero son dibujitos. Puede hacerlo cualquier persona que le dedique un rato. Los artistas plásticos creo que tienen una magia que yo no tengo, el día que la haga, voy a ser artista plástico

Tenés que tirarte más para adelante, Pedro.

Yo no me tiro para atrás diciendo esto.

Por Sofía Durand Fernández
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