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Beat
Gorrión al Solís

Con Tabaré Cardozo, que sigue haciendo canciones a pesar de que ya no pueda dormir por eso

El poeta y cantautor uruguayo se presenta este sábado en el Teatro Solís.

26.08.2022 20:33

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2022-08-26T20:33:00-03:00
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Por Federico Medina

“Hay que tener cuidado porque te puede quedar grande esa camiseta”, dice Tabaré, que llegó primero al Marbella y se pidió un sandwich y un refresco. Tiene los ojos cansados y cuenta que está acostumbrado a dormir de día y que esta semana, por las notas de prensa que tuvo hacer para promocionar su show, se le complicó la ecuación de ensayos y descansos.

Como casi siempre, y como sus hermanos, viste de negro. Tiene un disco nuevo en el que está trabajando y alguien dijo por ahí que este fin de semana puede que adelante alguna de esas nuevas canciones. Yo le había preguntado si estaba de acuerdo con su condición de trovador y contador de historias. Pero Tabaré ya les había rehuido antes, en esta entrevista, a otras definiciones más pesadas. Sin embargo reconoce: “A mí me gustan las canciones que hago; de hecho, las empecé a hacer porque no encontraba nada como lo que estaba buscando”.

Cuando Tabaré Cardozo apareció solo en un afiche, después de haber dirigido a los Curtidores de Hongos, y de haber escrito para su murga Agarrate Catalina, y antes para Contrafarsa y de haber salido con una histórica Falta y Resto, llamaron la atención su figura y sus canciones. No era otro y tenía la cara pintada, aunque sí, era otro, diferente de lo que habíamos visto por la vuelta: un murguista salido de una película de Tim Burton que se animaba a cualquier tipo de herejía musical.

A la gente también le gustó su disco Poética murguera (editado en 2002), el primero, el que arranca con la emblemática “Soy un gorrión” y también tiene el rock y el funk de “La murga combativa”. Le siguieron otros seis discos, entre ellos El murguero oriental y Malandra, y sumó invitados como León Gieco, el Canario Luna, Alejandro Balbis, Tabaré Rivero, Gabriel Peluffo y Fernando Cabrea.

Ya tocó muchas veces en el Solís pero dice que todavía no puede creer que pueda subirse a esas tablas.

Nunca tuvo fanatismos; era hincha “de la murga que estaba más linda ese año”. Su humildad se explica por su gran admiración por artistas como el Indio Solari, Fito Paéz, Joaquín Sabina, o el uruguayo José Carbajal: “Uno con su botecito no se puede ni acercar a las profunidades de sensibilidad por las que navega El Sabalero porque las olas te llevan”, dice Tabaré, que puede hablar durante horas sobre música y su elaboración, y antes de ponerse cualquier traje brilloso se define como “un espectador de la música”.

Tabaré, además de libretista, humorista, cantante y músico, se ha destacado en buena parte de su vida como arreglador coral y director de murgas. En algún momento de la entrevista, después de mucho buscar para responder a la pregunta sobre su talento más personal, encontró que tal vez sea el de saber qué cosas le van bien a cada uno de los músicos con los que trabaja: “En una murga tenés que ver cuál es el fuerte de cada componente. “El Zurdo Bessio y el Chato Ambrosio son pateadores de penales”, dice. “No todo el mundo puede hacer eso. Se abre el telón y de la nada esa persona tienen que salir a hacer un solo y romper la cantera”.

Al mensaje de sus letras lo identifica como “costumbrista” y reconoce que puede ser muy obsesivo la hora de construir su poesía: “Intento ser muy específico”, afirma y se confiesa “adicto al show de goles”, una expresión futbolera que utilizar para explicar que habla de sus horas acumuladas de laburo para que cada verso en sus canciones sea efectivo y funcional a su búsqueda artística.

Tabaré no duerme bien, tampoco cuando no tiene notas, y eso le ocupa la cabeza: “A veces me pregunto, ¿cómo hacen para dormir los fisicoculturistas que tienen músculos hasta en las uñas? ¿Cuántas almohadas usan? Pienso que todos esos músculos, metafóricamente hablando, que desarrollé en carnaval, a veces me complican a la hora de dormir. Es decir, ¿qué hago con eso en la vida?” relata, sobre este sentimiento ambiguo al que llegó por el tipo de entrega que le dedicó a su carrera artística.

“Ese entrenamiento te distorsiona un poco para bien y otro mal, pero para este tipo de cosas (el arte, las canciones, la creación) sé que me sirve, cuando tengo el atrevimimento de llamar a Leon Gieco (que participan en su disco Malandra) para proponerle una canción y le tengo que mostrar algo que sea más o menos como la gente; para eso el músculo te ayuda”, concluye sobre el punto, y seguimos conversando para este nota de Latido Beat.

Desde el principio, con tus discos, experimentaste con muchos géneros muy distintos pero de todas formas tu proyecto solista siempre tuvo una identidad muy fuerte y reconocible. ¿Alguna vez anotaste en un papel lo que querías hacer?

Siempre decimos lo mismo con mi hermano Yamandú. Es muy difícil relatar el partido mientras estás jugando, cuando sos el protagonista de una película que se va armando, pero en la pandemia sí pude ver algo de eso en los días en que no se podía hacer casi nada.

De pronto tuve mucho tiempo y la posibilidad de hacer una especie de retrospectiva. Además, para un trabajo que tenía que hacer para la murga (Agarrate Catalina), obligadamente tuve qe ver muchos videos de la murga, y ahí también había algunas cosas mías; entrevistas, conciertos. ¿Viste que te dicen que antes de morir ves una especie de película de toda tu vida? Me pasó medio así. 

Ese material me permitió fijarme en cómo pensaba y cómo me expresaba hace años atrás; también ves cómo uno va cambiando mientra pasa el tiempo; cada disco es como una capa; igual que las que aparecen en corte transversal de un pedazo de tierra.

Entonces, sí, es verdad que he transitado por muchos estilos musicales diferentes, pero manteniendo siempre dos ejes principales que son el rock and roll y la murga, que fueron los que me marcaron. De ahí yendo para todos lados y tratando de ir sin ningún perjuicio. 

Yo de pibe tuve una murga de niños y de adolescente una banda de rock. Conjugué esas dos cosas. Pero en realidad, el hecho de haber participado tantos años en murgas me permitió conocer a una cantidad de músicos, arregladores, y murguistas con diferentes estilos y gustos musicales; a todo eso le agrego una tercera pata que yo ya traía y que tiene que ver con mi gusto por el tango y el lunfardo. 

Claro, la riqueza de un grupo humano diverso como el que se forma en una murga es invaluable.

Por supuesto. Yo tenía un par de vecinos que escuchaban cumbia pero no conocía mucho del género. A través de la murga llegué, por ejemplo, al Buena Vista Social Club.

La murga te nuclea a un veterano que escucha tango, una piba que escucha música progresiva, con los percusionistas a los que generalmente les gusta mucho la música tropical. Todo eso me nutrió mucho, y también los viajes. Conocer diferentes ciudades y escuchar la música autóctona de cada lugar hizo que me interesara por hacer canciones con nuevos elementos que fui incorporando con cada visita.

Foto: Javier Nosetti

Foto: Javier Nosetti

Tu banda de rock estaba compuesta, entre otros, por Gustavo Montemurro, los hermanos Ibarburu y Carmen Pi. Por aquella época (el grupo se llamaba Muy bueno sote y duró desde el 91 al 95) eran considerados una especie de genios musicales. ¿Cuál era tu fuerte?

Éramos compañeros de liceo, pero yo no tenía fuerte. Al lado de ellos no se podía. Tocaba la guitarra y hacía canciones pero en esa banda no se me ocurría agarrar una guitarra porque estaban esos monstruos que ya estaban salados.

Los Ibarburu tenían 15 años y ya pasaban todo el día grabando con cantantes de todo tipo en un estudio que había en Malvín en la calle Decroly. Y no tenían vida; desde las nueve de la mañana hasta las once de la noche pasaban en eso, y los ensayos conmigo eran: ir a jugar al fútbol a la playa y después veníamos y cantábamos. 

Creo que mi talento era que les caía bien, era el chistoso de la barra y se querían juntar conmigo. Yo hacía canciones y ellos las vestían. 

Llegamos a grabar cuatro o cinco canciones en el Estudio La Batuta aunque nunca se editó ese material. Ahí fue que conocimos al Flaco Castro y a la banda de Falta y Resto que estaba grabando un disco. A ellos (los Ibarburu) en ese momento los llama Jaime (Roos) y después Fito Paéz.  Muchos años después, luego de pasar por varias murgas, armé mi propia banda y grabé mi primer disco, Poética Murguera.

¿Con la guitarra fuiste autodidacta?

No sé tocar la guitarra. Toco de oído. Fui aprendiendo empíricamente y con los grandes músicos con los que tuve la suerte de tocar. Siempre me junté con grandes guitarristas y fui requecheando de las armonías que escuchaba. “¿Y ahí qué onda?” preguntaba. “Bueno, este acorde, se toca de tal manera”. Y así fui asimilando aprendizajes, con la generosidad de muchos músicos. Mateo Moreno, Nico Ibarburu, Federico Navarro, han sido gente que ha estado cerca en momentos importantes de mi carrera.

Y después, también en la murga, aprendí de arregladores muy importantes como Pitufo Lombardo, Alejandro Balbis y Rafael Atognazza; mi primer arreglador fue Néstor Techera de Falta y Resto. Y después me hice amigo de arregladores que admiraba como el Peladito Díaz, que es el último arreglador de oreja; ese aprendizaje se trae o no se trae, pero uno intenta mirar los movimientos para sacar algo.

La escuela de la murga para mí fue muy importante.

Lo que sucede es que yo no me considero músico, pienso que soy un compositor musical que tengo herramientas empíricas. Hay gente que estudió y que sabe cómo se llaman las cosas. Ese es otro deporte. Yo sobre todo me considero un espectador de la música.

Me nombraste a muchos murguistas pero en tus discos siempre está presente el rock. ¿A quién me nombrarías en ese género?

Los Redondos para mi es la mejor banda de rock and roll, la más perfecta. Antes no hubo nada igual, durante, y después tampoco. Y abarca una infinidad de estilos dentro del rock, tiene una calidad musical increíble; liricamente llega a planetas muy inaccesibles, maneja el surrealismo de una manera única y a su vez tiene perlas de metáforas que dicen cosas con un estilo muy fino pero a la vez con mucho arrabal. Es como una mezcla entre rock, tango y poesía de alta literatura, con los riffs de Skay y la manera de cantar del Indio. Es como una escuela.

¿Por qué cantas?

No sé. Tengo la teoria de que todos los que hacemos arte, es porque está clarísimo que tenemos algo que está roto y necesitamos completar eso con la aprobación del otro. Desde la risa que busca el humorista, hasta el aplauso del actor. Podés tener el talento de cantar, pero lo podés hacer en la ducha. Pero si te subís a un escenario, y encima a cantar cosas que tienen que ver con vos, hay algo ahí

Yo no tengo redes sociales, y trato de resguardar mi identidad y la de mi familia, pero me doy cuenta de que a través de las canciones expongo una cantidad de cosas mías y no sé si eso está bueno, si es saludable.

Tal vez sea una especie de terapia, algo así como la abeja que hace la miel.

Tabaré Cardozo se presenta este sábado a las 21 en el Teatro Solís.

Entradas en venta en Tickantel.

Por Federico Medina


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