Documento sin título
Contenido creado por Manuel Serra
Música
Periodismo ganso #2

El chivito de un neoyorquino, el roadtrip esteño y la despedida honky tonk de los Reserve

Dos días con los National Reserve, su amor por Uruguay, las guitarras eléctricas sonando y un boliche que ruge cada vez más.

05.01.2023 13:41

Lectura: 6'

2023-01-05T13:41:00-03:00
Compartir en

Por Manuel Serra

Y esto iba a ser una nota diaria y ya dejé de cumplir con la consigna el primer día. Sin embargo —y por esta vez—, la razón está conmigo y fue por una causa de fuerza mayor: estuvimos todo el día de recorrida o turisteo por los confines esteños de la patria con The National Reserve. Es decir, con Sean Walsh y Brian Geltner, dos neoyorquinos llenos de un inmenso “heart of gold”.

El viaje por toda la Punta y los diferentes spots playeros fernandinos nos sirvió también a Dinamita y a mí para revalorizar lo nuestro. Si estos gringos, con más mundo que Gulliver, estaban anonadados con nuestra costa, si será bella. Poner en perspectiva ajena las cosas siempre es algo bueno.

Nos tomamos un café, comimos una tortilla, hasta llegar al momento más esperado por ellos. De hecho, lo venían madurando desde hace días. LA COMIDA DEL CHIVITO. Así de importante fue, lo pongo en mayúscula. Fuimos a un local con gran tradición chivitera y ambos quedaron embelesados por esa comida tan nuestra. No repitieron porque no los dejamos. Pero en la mesa incluso se manejó la idea de armar una discográfica: Chivito Records. Such a lovely name, parafraseando a los Eagles.

Cabe decir que tanto Sean como Brian son fotógrafos —de esos que andan con la cámara siempre bajo el brazo— y no dejaron de sacar capturas de los lugares que fuimos visitando. También ligamos bastantes retratos. Somos bastante feos, pero creo que ellos pueden sacar nuestra “belleza interior”. Esperemos.

Estar en ese auto, todo el día, escuchando música, charlando, pasándonos piques y un sinfín de cosas más, fue realmente una muy buena experiencia. Debo confesar —a veces el ego me falla— que me sentía un periodista de la Rolling Stone. Mis mayores influencias periodísticas salieron de esa revista del bien. Long live to RS magazine.

Después de una larga jornada de paseos y disfrute, llegó la hora de volver. Y, nobleza obliga, el tránsito puede ponerse intenso por esta zona. Sin embargo, lo surfeamos de una forma muy disfrutable con, obviamente, música de fondo. Y fue el turno del funk. Y cómo sonó. The Blackbyrds y Eddie Floyd le pusieron banda sonora al final de un mini roadtrip que nos hizo delirar.

Dejamos los equipos nuevos y las jirafas en el Pionero y nos vinimos a nuestra casa de hospedaje —Somewhere in Maldonado, don’t ask— para prepararnos para el venue (así le dicen a las salas y me parece una palabra hermosa). Bañados y acicalados, partimos en auto para el último show de The National Reserve en la iglesia del rock and roll de Santa Mónica. Debo admitir que mi ropero queda bastante chiquito comparado con el de estos tigres. Pero igual la manejamos. We have good stuff, dirían ellos.

Llegamos, me tocó ir directo a las bandejas, y, no sé por qué, me fui directo a Roxy Music. Quizá Brian Ferry tiene un magnetismo que te obliga a poner su música en Maldonado. Who knows. Seguimos con John Mellencamp, también hubo lugar para T. Rex y muchos más. Bowie siempre.

Y comenzó the last dance show con los gringos. Debo decir que fue el mejor de los tres. Se notó la maceración de las fechas. Tanto Dinamita como Mucho Correa estaban totalmente inmersos en las canciones llegadas desde el lejano Norte. Y quizá porque —y no hablamos de la canción de Sui Generis— porque Sean es de Nueva Jersey el show duró casi tres horas. Fue algo medio a lo Bruce Springsteen. Los que me conocen saben mi enfermedad por el Jefe. Se imaginarán cómo estaba.

Empezó a llegar cada vez más gente; el saloon del Oeste empezaba a rugir y con fuerza. Y los presentes más que contentos de poder presenciar tal tormenta de rock. Vaya un abrazo especial para Marga y Aurelio que me vinieron a visitar y disfrutaron el lugar como unos niños chicos. Ellos son los culpables de que hoy las bandejas estén acá.

Después de varios amagues: que sí, que no, que sí, que no, que tal vez, llegó el final de lo que fue, quizá, el mejor show del año. Y sin quizá. Dudo mucho que haya habido algo de este nivel de calidad en nuestro país. Es que, sinceramente, es algo impactante. Que pega. Como una bala en el pecho.

No quiero olvidarme de mencionar la subida al escenario de Ike Parodi, que tocó tal Neil Young, su versión de “Corazón de oro”. Fue un buen momento de la velada. También tocó Nico Bereciartúa con los newyorkers. Eso también estuvo bueno.

Y ni siquiera habría que mencionarlo, pero, claramente, después del show la gente estaba ávida de bebida y rock and roll. Pasamos un rato de música con mi amigo querido Felipe Galgo Reyes, una suerte de B2B criollo. Arrancamos con The New Riders of the Purple Sage y después nos fuimos a Dylan. Quien conoce a Feli sabe que no puede ser de otra forma. Y después no recuerdo mucho qué pasamos. Sí que la gente estaba feliz. No sé si por nuestra música o por la mejor adicción que existe en el universo: las ganas de vivir. Pucha que es bueno ser un vidaddict.

Sobre la madrugada entregamos los comandos de las bandejas y el propio Dinamita hizo las de DJ. Se autodenominó Funky Chicken. Parece un buen nombre. O no. Eso está en ustedes. Y a dos celulares, a modo hound dog, prendió fuego la pista. Y nadie se quería ir. Es decir: quién se va a querer ir en un momento así, cuando la noche arde.

Sean, feliz con su nuevo disco: Dino & sus Ciarlobacterias. Gastón Ciarlo, un verdadero pionero

Sean, feliz con su nuevo disco: Dino & sus Ciarlobacterias. Gastón Ciarlo, un verdadero pionero

Sin embargo, en un momento llegó my lovely friend, the end. Ya lo cantan los Ratones, “quisiera que esto dure para siempre”, pero ya lo sabemos: nada dura para siempre. Y el broche de oro fue Santi, que me cometió un golpe de estado musical y puso “Hotel California”. Pero no de los Eagles, sino de Ke Personajes. Búsquenla, es un buen cierre de noche. Hasta la próxima entrada de periodismo ganso. Por cierto, este jueves toca Slow Burnin’ en el Pionero. Están todos invitados. Allí estaremos y podemos brindar.

Todas las fotos (lindas) del lente de Brian Geltner. Las otras, de un servidor.

Por Manuel Serra


Te puede interesar Crónica de un periodista perdido en el Este como pinchadiscos en un saloon de Santa Mónica