De Germán Palacios, el actor argentino que nació en Buenos Aires, dicen que es difícil de encasillar. Quizás sea porque “elige” sus trabajos o porque desde niño se adaptó a diferentes roles, profesiones y locaciones. 

A los 15 años su destino estaba marcado por el deporte: iba a dedicarse al fútbol. Hasta que, casi como un “hecho fortuito”, una lesión lo alejó de ese mundo que ocupaba de lunes a lunes. Así, para llenar su tiempo, se desvió hacia el lado artístico, al de la música. Sin embargo, un día caminando por Buenos Aires se encontró con el Teatro del Centro, un sótano con olor a pis de gato al que entró y regresó a su casa inscripto en clases de actuación. 

También, en paralelo, estudió Psicología, le queda una materia para ejercer. En ese entonces, su vida era una dicotomía entre las clases de Lacan en la facultad y la actuación en telenovelas de la tarde en Canal 11. Después de un tiempo de idas y vueltas entre la ciencia que estudia la mente humana y el trabajo que, de alguna manera, la alimenta, eligió lo segundo. 

Entre esa decisión que tomó a los 20 años hasta el 2022 pasó un abismo: cine, teatro, dirección, viajes, caminatas, el amor, la paternidad, el Uruguay, la libertad, una prueba sobre cómo cebar mate en De igual a igual, cosas que solo él sabe, cosas que no sabemos. También, Pasajeros de una pesadilla (1984), Amor prohibido (1986), La banda del Golden Rocket (1991), Art (1998), Tumberos (2002), XXY (2017), Herederos (2008), La fragilidad de los cuerpos (2017), Un viaje a la luna (2018), Franklin. Historia de un billete (2022). 

Germán, el argentino que a veces confunden con uruguayo, dice que no va a ningún lado, que desde chico vive así, de modo existencialista, día a día. Y no piensa cambiarlo. Si bien reconoce que hay un vértigo, hay algo más lindo aún: “cuando no estás expectante del futuro, llega solo”, confiesa. Por eso, elige ese camino, ese que le da la libertad. Tan es así, que como muchas veces dicen, Germán Palacios es difícil de encasillar.

—¿Qué te llamó la atención de la película?

—Una persona que se dedica al armado de elencos acá en Argentina, Pablo Ini, me llamó y contó que había un director uruguayo, Lucas Vivo García Lagos, que quería hacer una película sobre un guion de los hermanos Slavich. Ellos son unos guionistas argentinos muy consagrados, trabajan internacionalmente y son medio expertos en los temas policiales. Entonces, me dijo que me enviaba el guion para que lo lea. Lo leí y me gustó, me pareció entretenido, me gustaron el género y el rol. Yo nunca había hecho una película así, de cine negro. Me reuní con Lucas y le hice una devolución del guion. También, lo que yo llamo acuerdos: ver que mi lectura coincida con la suya y le plantee las cosas que quería modificar. Al cabo de una hora, en ese bar, me dijo que quería que participe de la película y le dije: “Bueno listo, ya me comprometo y vamos para delante”. Y así fue.

—Fluyó rápido.

—Sin franelas, muy frontal, Lucas y yo somos así. Eso mismo se trasladó al rodaje. Trabajamos bastante previo a la filmación con los compañeros y el director, más que nada para llegar con una lectura común y no perder tiempo. Lo que queríamos hacer sobre el guion, era esencialmente, fortalecer todos los vínculos, entre nosotros y los personajes. Porque la película tiene un desarrollo muy vertiginoso una vez que se desencadena la acción. Por eso, nos parecía que estaba bueno lograr instalar muy bien los vínculos para que cuando se instalara la acción eso estuviera claro, nos simplificó mucho, todos teníamos muy claro dónde estábamos parados.

—¿Qué te pareció la actuación de L-Gante?

—Yo no sabía que L-Gante había actuado en la película hasta que la vi, pero lo que él hace está bien. En el sentido de que la película tiene muchas puertitas que se van abriendo, donde ves distintos tipos de situaciones marginales. Una de ellas era esta situación, que a alguien se le habrá ocurrido y dijo: "Ponemos a L-Gante". Lo que puedo decir es que es encantador, lo conocí el día del estreno —en Argentina—, que fue con su familia, con su compañera y su hijita. Muy humilde, fue a acompañar la película. Es más un guiño, más un cameo, que algo que se pueda juzgar actoralmente. Sabe lo que está contando, no es que pusieron a cualquiera.