Documento sin título
Contenido creado por Agustina Lombardi
Cine
Juguemos en el bosque

Gustavo Hernández: “Quería que el espectador sintiera estar atrapado en una pesadilla”

El director uruguayo estrenó “Lobo Feroz”, un thriller tenso y oscuro matizado con humor negro.

04.05.2023 18:25

Lectura: 21'

2023-05-04T18:25:00-03:00
Compartir en

Por Nicolás Medina
nicomedav

“Una niña y un pederasta se adentran en el bosque de noche. La niña dice: ‘Uy, qué miedo ir por el bosque a esta hora’ y el pederasta responde: ‘Pues imagínate yo, que tengo que volver solo a casa’”.

Este diálogo del actor español Javier Gutiérrez es el que nos presenta al personaje Lobo Feroz en el tráiler de la película homónima, y el que, a su vez, nos introduce en la historia de la película luego de una secuencia en blanco y negro sonorizada por un cover de “Creep”, de Radiohead, interpretada por la cantautora británica Arlo Parks.

En la secuencia, la imagen acompaña a la banda de sonido de manera orgánica, siendo ralentizada para que lo que se ve calce a la perfección con lo que se escucha. A esto se le suma sutiles efectos de sonido que incrementan este clima de alienación intrínseco e inseparable que acarrea la letra de la canción de la banda liderada por Thom Yorke. Y, como si esto no alcanzara, el hecho de que la canción sea interpretada por Arlo Parks deja entrever cierta melancolía y emotividad que por momentos puede contrastar con la esencia de la canción. Y ni que hablar con lo que vemos en pantalla.

La secuencia inicial nos muestra a dos niñas pequeñas en un campo con sus bicicletas, que se cruzan con un hombre robusto, ebrio y uniformado. Al ver a las niñas, el hombre cambia su seriedad por una sonrisa perversa y un gesto de rugido, como imitando a un monstruo o un animal. Las niñas entran en el juego y la persecución comienza entre risas e inocencia. Pero cuando las niñas se separan y una de ellas queda sola con el hombre en una casa, la tensión se hace palpable y sentimos un malestar que nos recorre el cuerpo.

Lobo Feroz establece su clima, su conflicto y nos adelanta por dónde va a ir la historia con esa única secuencia, como si alguien nos estuviera diciendo “¿Estás seguro de que querés seguir mirando?”. Y en caso afirmativo, luego de su título en pantalla, pasamos a esa frase inicial de Javier Gutiérrez que, extrañamente, descomprime la situación. Y es ahí, entre esa descompresión, esa oscuridad, y la idea de ese “siniestro” de la canción de Radiohead, que cobra vida Lobo Feroz.

El nombre de Gustavo Hernández, director de la película, sonó fuerte desde el estreno de su primer largometraje, La casa muda, una de las primeras películas de género que llegaba para plantear nuevas posibilidades dentro de la filmografía local, y que, con su propuesta efectista, narrada en un solo plano secuencia, le valía un lugar en la Quincena de Cineastas (La Quinzaine des Cinéastes) de la 62ª edición del Festival de Cannes y la compra de los derechos para hacer un remake de esta en Hollywood (Silent house, 2011, protagonizada por Elizabeth Olsen). Desde entonces, Hernández dirigió otros tres largometrajes, todos de género terror: Dios local (2014), No dormirás (2018) —su primera película en España— y Virus: 32 (2022), el despliegue más grande en cine de género nacional, una coproducción entre Uruguay, Argentina, España y Estados Unidos, y que sería distribuida por Disney, Star+ y la plataforma exclusiva para amantes del terror, Shudder.

Con Lobo Feroz, Hernández decidió tomar sus habilidades y sus experiencias y ponerlas en práctica en otra película de género, pero moviéndose del lugar en el que se lo tiende a encasillar —el terror—, para explorar el thriller, de una forma original y sin dudas, arriesgada y sin miedo a ser juzgada.

En la película, Alonso, un policía que juega en los límites de la ley y con una moral un tanto cuestionable (Javier Gutiérrez), se une casi accidentalmente con Matilde, una mujer trastornada en busca de venganza, e intentarán resolver los crímenes cometidos —teóricamente— por Elías (Rubén Ochandiano), un profesor de secundaria que ha sido acusado sin demasiadas pruebas de haber secuestrado, abusado y asesinado a varias niñas. Alonso y Matilde captarán a Elías para torturarlo mientras se esconden de la ley y se cuestionan, a fin de cuentas, quién es el verdadero lobo feroz de este cuento.

En este caso, al director de Virus: 32 le tocó estar del otro lado del que estuvo ante la compra de los derechos de La casa muda por parte de Hollywood para hacer una adaptación. La historia de Lobo Feroz es una adaptación de la película israelí de 2013, Big Bad Wolves (Aharon Keshales & Navot Papushado). Como adaptación o remake, es evidente que hay muchísimos puntos en común entre ambas películas. Sin embargo, Hernández y sus guionistas, Juan Manuel Fodde Romma y Conchi del Río, se toman una gran cantidad de libertades para hacer una película original y que busca (manteniendo como eje central de la historia a la dupla de justicieros que torturan al supuesto victimario) alejarse del subtexto original de la película de Israel.

Big Bad Wolves funcionaba más como una apología que aborda temas como la justicia, la venganza y la tortura en el contexto del conflicto israelí-palestino. Y sugiere estas son herramientas justificables en la lucha contra el terrorismo. Por ende, todo esto la hace una película bastante hermética para un visionado más local. Y aunque al igual que Lobo Feroz, la película israelí se apoya en el humor negro para descomprimir la tensión de lo que esta contando, este no es comparable al tratamiento que hace Hernández sobre el mismo puesto que sus aspiraciones y sus improntas culturales son sumamente distintas.

En Lobo Feroz el humor negro realmente funciona y pasa desapercibido como parte de la idiosincrasia española —toda la película fue rodada, se sitúa y cuenta con un elenco español—, con esa verborragia clásica en los diálogos de filmografías oriundas de la península ibérica, un manejo del lenguaje no verbal por parte de los grandes actores con los que cuenta la película y a su vez se utilizan los recursos disponibles de puesta en escena para que este tono conviva con el drama, el suspenso, la tensión y la sensación de una inevitable cuenta regresiva, de una manera acertada y funcional.

Gustavo Hernández tiene una gran soltura de la que da cuenta la película para el manejo de la puesta en escena, y de como resolver desde su rol de director el relato desde lo cinematográfico para generar un efecto determinado en su audiencia, algo crucial para un director de género, independientemente de cual sea el género en cuestión.

La dirección de fotografía de Lobo Feroz remite constantemente al encierro, a un clima denso y espeso que se centra más en los personajes, sus conflictos internos, y como estos se van transformando a medida que avanza la trama, logrando a su vez lucir los efectos especiales (mucho más moderados que en la propuesta de Virus: 32), de una manera atractiva y dejando que se cuele progresivamente un gore que hará a más de un espectador mirar hacia otro lado o cerrar los ojos.

Pero incluso si resulta atractiva su presencia, Lobo Feroz no necesita recurrir a la violencia explícita para funcionar como thriller, incluso en las escenas de tortura. Al centrarse en lo psicológico y en sus personajes, Lobo Feroz recurre a diferentes modalidades para estar constantemente contrastando a sus personajes (entre ellos y entre su psiquis y su accionar). Este contraste se ve muy marcado en los cambios musicales —la música está a cargo de los uruguayos Hernán González Villamil, Lucia González y Nicolás Molla—, y es este contraste el que, incluso en situaciones tan extremas como las que plantea la película, se logra empatizar con los personajes.

Y, como toque final, el montaje de la película se aprovecha (intencionalmente) de esta empatía para darle más fuerza a esta incertidumbre sobre quién es el bueno y quién es el malo —buscando al verdadero Lobo Feroz— en un constante afán por cambiar el punto de vista del relato para darnos la información como migajas a seguir y a veces (aunque no siempre) con algunos giros de tuerca que la terminan de delimitar como una buena expresión de cine de género en la cual Hernández se aleja un poco de su zona de confort en el terror.

Si hay algo que el espectador pueda reclamarle a Lobo Feroz es cierto interés por aferrarse a subtramas originales que, aunque expanden levemente el universo de la historia y pueden llegar a participar en esta noción de cuenta regresiva, se sienten un tanto descolocadas, ya que estamos todo el tiempo pidiendo volver a la habitación donde sabemos que se está dando el conflicto real.

Para conocer más sobre la película, desde LatidoBeat entrevistamos a su director, Gustavo Hernández para que nos contara sobre sus principales desafíos, motivaciones y su visión del proyecto.

***

La película es una adaptación ¿Cómo se gestó el proyecto y cuándo te involucrás vos?

Sí, es una adaptación. Una muy libre en realidad porque cambiamos personajes, incluimos nuevas tramas, incluimos nuevos personajes, cambiamos roles, cambiamos todo.

El proyecto nos llega a través de un coproductor que dice “mirá, tengo la posibilidad de tener los derechos de esta película, de Big Bad Wolves”. Yo ya había visto la película hace años y era una película que interesante, pero había ciertas cosas que nunca me terminaron de cerrar en lo personal. Pero, bueno, me pareció que podíamos hacer algo. Yo hace tiempo que estaba ya luchando por hacer algo más thriller y es muy complicado porque La casa muda como que me marcó la carrera hacia el terror. Entonces todos los productores que están alrededor me dicen “acá tenés como tu casa, seguimos con el terror que nos va bien porque viaja todo el mundo, es redituable”. Pero bueno, yo quería un poco, no salirme del todo (porque la película también tiene como algunos rasgos fuertes de terror), pero la película es un thriller básicamente. Es una combinación también con comedia negra. Y ahí empezamos a pensar un poco y a tratar de hacer nuestra propia mirada. Con aciertos con errores, pero ir por nuestro propio camino tomando obviamente como el núcleo o el corazón de la original y de darle nosotros nuestra impronta

¿Cómo se sintió estar del otro lado de la adaptación? Es decir, en este caso eras vos adaptando otra película. Al revés que cuando te compraron los derechos de La casa muda.

La verdad es que nunca vi un contrato tan grande como cuando vendimos La casa muda a Hollywood. Es un libro de hojas y hojas. Y bueno, básicamente me acuerdo que uno de mis hermanos (que es abogado) lo leyó y me dijo, “¿Querés que se haga o no? Porque si vamos a la letra chica de esto es como que básicamente le das tu obra y ellos adaptan libremente”. Y acá fue lo mismo, en realidad. Hay en algunos casos que el autor no quiere que le cambien nada, pero lo que pasa que si no le cambias nada estás haciendo la misma película. No tiene mucho sentido. Lo que pasó acá fue lo mismo, compramos de derechos sabiendo que íbamos a hacer una adaptación libre donde los personajes iban a cambiar, las tramas iban a cambiar, algunas tramas secundarias se eliminaron y otras se agregaron. Dejamos un poco de la estructura original y algo de la atmósfera y después hicimos nuestra propia película. Entonces, así como cuando nosotros vendimos ellos tuvieron libertad, cuando nosotros compramos, tuvimos libertad.

Aparte hay un tema del público objetivo de cada una de las películas, la tuya no aspira al mismo público que la original.

Totalmente. Eso es una de las partes importante, por ejemplo, en la original hay muchas cosas relacionadas a problemas de política israelí. En nuestra versión no funcionaba. Tenemos otras culturas, vivimos de una de una manera muy distinta y reaccionamos también de maneras distintas, expresamos lo que sentimos de manera distinta. Entonces cuando adaptamos lo tratamos de tener en cuenta. No fuimos a tratar de copiar lo que ya estaba, por más que obviamente nosotros partimos de una base y hay cosas que de la película original que estaban buenas y esas cosas las dejamos. Pero después empezamos a construir otros caminos que pensamos que necesitaba la película.

Big Bad Wolves - Amazon Prime Video

Big Bad Wolves - Amazon Prime Video

¿Cómo te sentís hoy trabajando en el exterior?

Es que en realidad Lobo Feroz tiene: guionista uruguayo —Juma Fodde—, tiene música uruguaya —Hernán González Villamil y Nicolás Molla—, tiene edición uruguaya —Santiago Paiz—, obviamente la dirección y producción uruguaya —Mother Superior—. En realidad, la parte creativa del detrás es 100% uruguaya. Y el proyecto sale de Uruguay. Lo termina financiando España en una gran mayoría y Uruguay termina siendo minoritario a la hora de la financiación. Pero en toda la parte creativa es mayoritario Uruguay.

¿Y si tomás en cuenta los distintos esquemas de trabajo entre producciones locales e internacionales?

Las dos primeras películas —Dios local y La casa muda—, las hicimos con un grupo de amigos de una forma muy independiente. Una fue cuatro días —de rodaje—, la otra fueron dos semanas, una cámara, casi sin luces, muy minimalista. No dormirás, que ya era una película de estudio, con Fox y con gente como Belén Rueda, que es una actriz española brutal, ahí todo el esquema era nuevo para mí. Miramos para atrás y en el rodaje había 100 personas, cuando nosotros antes éramos en total 10. Era todo de otra manera, había todo un plan de rodaje determinado y fechas y entregas que había que cumplir. O sea, toda la libertad que nosotros teníamos en esas primeras películas que las hacíamos de manera más casera ahí era otra cosa. La verdad siento que fue una película que me enseñó un montón de cosas que ahora las veo y digo “lo haría totalmente distinto”. Pero me enseñó a entender el oficio de cómo trabajar con un equipo más grande y de una forma más profesional. Porque todos los días era un desafío distinto. Nosotros teníamos un tiempo de rodaje muy rápido antes y ahí llegamos y decíamos “Ahora hay que mover la cámara 10 centímetros” y capaz eso implicaba cambiar la luz y eso atrasa el rodaje 40 minutos. Todas las decisiones que se empiezan a tomar son mucho más medidas. Y ahí dije “Bueno, ah, esto es esto es como se hacen las películas”. Fue difícil, pero fue estuvo bueno, porque la verdad que ese rodaje en particular fue como que empecé a entender y aprender que más allá de las ideas y también había un atrás que respetar.

También hay como una presión del día a día como una adrenalina de decir “cómo resuelvo esto tengo 4, 5, 6 páginas y tengo 8 horas de rodaje y son complicadas, cinco con sangre y ahí es donde de repente también, vos planificas muchas cosas en el antes del para ir a ese rodaje, pero el día anterior te salió algo mal y eso repercute en el otro día. Entonces lo que vos tenías pensado. Lo tienes que cambiar ahí en el momento y tenés que cambiar tu forma, el lenguaje de la escena, la puesta en escena.

¿Y en el caso de Virus: 32, que era local, pero con un esquema mucho más grande?

Siento que quedó como un intermedio ahí entre algo más personal como fue mi primera película, pero también era una película que estaba financiada por Disney. Entonces también había ciertos protocolos y ciertas entregas que teníamos que respetar o ciertos esquemas de producción. El que haya escenas que se tienen que ver de alguna manera. Entonces siento que, en esa película, en Virus, hay como una pata de un mundo y una pata del otro. Es como que está ahí entre esas dos cosas como tratar de traer ese espíritu de antes, un poco más libre, mucho cámara en mano, pero al mismo tiempo hay escenas que tienen una producción bastante inédita para el cine uruguayo. Osea, llenar una piscina olímpica de humo fue una locura, es una escena que de repente no sé, la teníamos planificada para rodar en dos días y nos llevó cuatro días y medio. Creo que si no hubiese pasado por los esquemas de No dormirás, no sé si le pudiera haberla hecho, me parece que me pasaba el agua. La experiencia de Virus en si también fue muy importante. Fue un rodaje de cuatro semanas, lo que es un rodaje corto para esa película y difícil de hacer porque técnicamente implicaba muchísimas cosas.

La película se la juega al tratar un tema tan serio, y combinarlo con humor negro. ¿Por qué creés que funciona esto?

Ahora venía de Bélgica —del BIFFF, Festival Internacional de Cine Fantástico de Bruselas— y estuvo buenísimo verla con el público y ver como la película genera mucha tensión constante hasta el último fotograma, donde estás esperando qué va a pasar. Pero pasa que en durante esa tensión vos necesitás un escape porque, si no, es muy difícil mantener al espectador durante 90 minutos en ese nivel. Y me parece que el humor es como un poco de los jóvenes, que demuestran una cosa violenta, pero al mismo tiempo te reís porque hay algo dentro de la escena que la verdad que maneja un poco un toque de comedia. Tarantino también tiene escenas muy violentas, pero al mismo tiempo son divertidas y se siente como un poco cómplice. Eso de que estoy viendo algo horrible, pero al mismo tiempo me estoy riendo de eso, de esa cosa que es horrible. Si esta película nosotros nos lo hubiésemos hecho 100% seria, que ya hay una película francesa que toca el mismo tema, lo que pasa es que la verdad que termina siendo un drama que después querés apagar la tele y no ver nunca más nada. Sentía que este humor le daba como ciertos escapes a la tensión y fue una de las cosas como más complicadas de hacer. Por el ritmo y por los actores, los actores siempre desde el primer ensayo me decían “lo más difícil va a ser meterme en esta parte tan, tan tensa y de repente salir con un comentario que rompe esa tensión y después al minuto volver a lo anterior”. La película es como esa un electrocardiograma viste que va de picos abajo, sube y baja y sube y baja.

Lo usaste como un mecanismo de defensa.

Y está bueno, porque funciona. Porque lo vi en la sala y funcionaba muy bien y también eso está bueno, porque para nosotros fue algo bastante distinto a lo que yo venía haciendo antes y entonces es como que siento que me arriesgué en algunas partes. Si hoy voy con el diario del lunes te digo, “hay cosas que cambiaría”, como todas las películas que hice, pero estoy conforme en general de que encontramos un equilibrio entre esto de tener ese humor negro, esa comedia negra, y el manejo de la tensión y de las tramas. Todo va creciendo y te va llevando hacia ese final.

Hablás de que a veces sentís que cambiarías cosas de tus películas. ¿Sos de volver a ver tus trabajos?

Esta la vi hace poquito en el BIFFF, no la había visto hace tiempo y la vi con el público y fue una linda experiencia. Pero, por ejemplo, La casa muda no la veo hace 10 años fácil, No dormirás tampoco, alguna vez más, pero no mucho. Es un trabajo que me tiene más ocupado en el presente y que yo no soy mucho de mirar hacia atrás con acierto con errores. Hay algo que siempre sale en las notas y es La casa muda. Y está bien, fue algo que marcó mi carrera y fue algo también importante en un momento para el cine uruguayo, que abrió otro camino aparte de las cosas que se estaban haciendo. No digo bueno o malo, sino algo diferente. No se estaba trabajando en películas de género en Uruguay y nos dimos cuenta que la película de género tenía la misma validez. La validó un festival como Cannes y otros festivales internacionales de primer nivel y las ventas internacionales y un remake en Hollywood. Sirvió para decir “acá se puede hacer también otro tipo de cine”.

¿Cómo fue el trabajo con los actores?

La verdad que estamos muy contentos. Yo creo que toda la parte actoral es brutal. Son actores muy profesionales y te facilitan muchísimo el trabajo del director. Porque tienen muchísima más experiencia que uno. Hasta a la hora de plantarse las marcas, en donde tiene que estar los gestos, el micro gesto, que en el que en el cine es importantísimo cuando vas a los planos cortos. A veces ves cómo manejan esos microgestos y te alucina y aparte te ayuda a que fluya el rodaje. Porque no estás corrigiendo demasiadas cosas. Estás corrigiendo más cuestiones técnicas. Pero ya las actuaciones tienen como una personalidad y los actores estaban habían entendido muy bien a sus personajes. Entonces eso nos hacía crecer en muchas escenas. Donde capaz estaba faltando algo y los actores te decían, “¿sabes lo que está faltando acá?”. Y hacían algo que estaba buenísimo.

¿Qué dificultad tuviste al momento de hacer la película desde la realización?

La película transcurre casi un 50% en un sótano. Es un estudio en realidad y en el armado, yo le había pedido a la diseñadora que al contar 45 minutos de película en ese lugar tenía que tratar de tener muchos tipos de ángulos para para ir avanzando y sin que quedara repetido. Que no fueran siempre los mismos planos, entonces ya desde el diseño para la puesta en escena, y sabiendo que hay alguien que está fijo —el prisionero— tenemos que ver cómo los demás y como la cámara va trabajando en función de esa persona que está sentada en un lugar sin moverse durante toda la película.

Sacando las cuestiones como logísticas, ¿cuál fue tu mayor desafío como director?

El desafío más grande que tuve fue pasarme a otro género que era la primera vez que lo abordaba y dentro de ese género aparte hay como dos géneros al estar la comedia. Yo empecé haciendo unos cortos de comedia en la Escuela de Cine y siempre el humor me pareció como una herramienta muy fuerte, pero que nunca lo pude desarrollar en las películas que hacía. Porque eran películas como muy internas, muy muy de personaje o muy sombrías donde esto no entraba, y acá se me dio esa oportunidad de que combinaba ese thriller con ese con esto de comedia negra y la verdad que ese para mí fue el mayor desafío, de poder tener ese equilibrio constante en la película de pasarme de un lado al otro y sin perder el hilo.

***

Aunque pueda presentar algunos pasajes que a nivel de guion pueden resultar innecesarios, en Lobo Feroz, Gustavo Hernández utiliza hábilmente desde su secuencia inicial milimétricamente organizada hasta su final caótico y agotador —en el cual sentimos que hemos pasados casi dos horas encerrados en un sótano—, los recursos y las herramientas que ha aprendido a dominar a lo largo de su carrera de manera envidiable. Hernández se arriesga a explorar un nuevo género dentro de su filmografía, de manera original y sin miedo a ser juzgado por lo delicado que puede resultar combinar humor con lo aterrador del conflicto que mueve la trama. Por su crudeza y su oscuridad, pero también por su buen uso del lenguaje, Lobo Feroz presenta un relato que es como un accidente de tránsito que no queremos ver, pero no podemos evitar hacerlo.

Lobo Feroz se acaba de estrenar en salas de cine de todo el país (podés chequear todas las funciones en nuestra cartelera). Virus: 32 está disponible en Star+ y Bid Bad Wolves está disponible en Prime Video.

Por Nicolás Medina
nicomedav