La semana pasada publicamos la primera parte de una entrevista a los fundadores y continuadores de La Casa de la Filosofía, el “colectivo parainstitucional” que busca conectar esta disciplina con otras áreas del conocimiento y sacarla de los claustros académicos. Si en esa oportunidad nos centramos en hablar de la impronta de la casa, su espíritu, génesis y funcionamiento, en esta segunda parte —y última— de la conversación le daremos rienda suelta al filosofar, en estado puro. Hablaremos de un nuevo sujeto en tiempos de una “masturbatoria” digitalización, hablaremos del tiempo y del rol de la filosofía en nuestra vida, de Max Planck y de Lav Díaz. No queremos perder una nueva oportunidad para agradecer a los huéspedes de la casa, Damián Bacchino y Fernando García, por su cálido recibimiento y por permitirnos conocer este solidario espacio cultural.

Foto: Javier Noceti

Huéspedes: ¿Ser un movimiento subterráneo es parte del espíritu de la casa? 

Anfitriones: Es un tema más de la casa que de nosotros. La filosofía nunca fue muy mainstream. En realidad, sí hay algo de pertenecer al mundo del underground que forma parte de nuestro hábito; tener un perfil abierto pero discreto. Si bien ha pasado un montón de gente en estos años, en una época había conciertos. Pero siempre fue un boca a boca. De todos modos, no es un problema. Lo más importante para nosotros es lo que hacemos y lo que podemos llevar a cabo, pero siempre abiertos a las personas que quieran proponer cosas.

H: Hoy la filosofía, podemos decir, está de moda, y, de hecho, hay espectáculos filosóficos que llenan teatros.

A: Es un fenómeno interesante. Acontece que hay pensadores que se vuelven mediáticos y masivos, que son fenómenos interesantes para pensar, por ejemplo Darío Sztajnszrajber en Argentina, o (N. del. E.: Byung-Chul) Han, que pertenece al mismo fenómeno. Una vez nos comunicamos con Darío y tuvimos la mejor onda con él. Yo celebro que se llene un teatro para hablar de Derrida. Acá en Uruguay pasaba eso. A principios del siglo XX, las conferencias que daba Vaz Ferreira eran masivas y, si leés los diarios de la época, salían notas en la prensa dos semanas después, como que se iba espigando la conferencia con el correr de los días. No es un fenómeno nuevo. Si le das los medios, la gente se interesa.

H: ¿Podemos decir que el mundo actual se lleva bien con la filosofía? O sea, ¿hay demanda?

A: Hay una cuestión contemporánea que tiene que ver con la crisis existencial a la que nos expone la velocidad y los cambios, a las estructuras sociales, los cambios en las formas de la familia, lo cambios en la velocidad de las relaciones y, además, lo que tiene que ver con el movimiento, las tecnologías del transporte, de la comunicación. Eso hace que mucha gente se vuelque hacia ciertos discursos que están en la red, como el pódcast o el auge del coaching. Fenómenos que nos dan la pauta de que la gente trata de salirse y comprender el fenómeno en el que está. Pero, a la vez, busca la lógica de lo inmediato. Hay una saturación y adicción informativa, que es un fenómeno antropológico nuevo, y una pulsión comunicativa que también es un fenómeno nuevo. Hay una aceleración de la experiencia cotidiana.

Un nuevo sujeto

H: ¿No hay un cambio en la temporalidad en este sentido?

A: Seguramente. Tiene que ver con la adrenalina que genera la búsqueda de información. No hay contacto con el mundo, es a través de la mediatización. ¿Por qué no estamos escandalizados por lo que pasa en Yemen? El covid-19 terminó cuando comenzó la guerra en Ucrania. Con mi hijo, yo padezco la incapacidad para manejar la frustración que genera este vínculo con las pantallas. Es una moral de lo inmediato. La información se vuelve entretenimiento. Todo trabaja para lo inmediato. El mundo de la estandarización de los productos audiovisuales, cada vez más cortos, con los mismos formatos. Es muy interesante porque nos permite pensar la paradoja del tiempo. La promesa de la tecnología era darnos tiempo. No obstante, cuanta más tecnología tenemos, menos tiempo parece que tenemos. Si le decís a alguien, “¿vamos a ver una película de Lav Diaz (N. del. E.: un director de cine filipino) que dura 11 horas?”. Te van a decir: ‘¿Qué?, ¿estás loco?’. Pero después se ven una temporada entera de una serie que dura lo mismo. ¿Por qué estás predispuesto a una experiencia del tiempo que suponés más breve cuando no lo es? Porque te captan de una manera que está muy estudiada. Entrás con la información del big data. Sabe cuándo lo cortaste, cuándo te aburriste, etcétera. En este sentido, Lav Diaz es cine de resistencia. Porque trata de luchar contra estas rutinas del tiempo.

H: Parecido a lo que sucede con las retribuciones que nos dan los psicoactivos.

A: Totalmente. Pienso en la importancia del aburrimiento. Eso lleva a la elaboración de un sujeto muy particular. Estamos en el orden del discurso de la cibernética. Controlados a partir de ella y diseñados a partir de ella. Vamos a construir un sujeto que no se va a aburrir, que no va a filosofar, evidentemente personas incapaces manualmente y críticamente obturados. Cuantos más canales tenemos para comunicarnos entre nosotros, más banal es la comunicación. Lo más interesante de todo esto es que parte de la necesidad de los usuarios. WhatsApp ofrece la posibilidad de acelerar audios, seguramente porque se estaba viendo que audios de más de cierto tiempo no se reproducían o se dejaban por la mitad. ¿Cómo alargar un día para un usuario de WhatsApp? Escuchando los mensajes que duran dos minutos en uno. La recepción se vuelve muy precaria.

Foto: Javier Noceti

H: Es muy paradójico que sea el usuario quien reclama todos estos dispositivos.

A: La novedad de la tecnología nos supera. No es la tecnología de otrora, con fierros y grasosa. La tecnología digital es bella, masturbatoria, uno puede hacer gala de sus gadgets, entonces entra dentro de una dinámica estética y moral. Hay un esteticismo del dispositivo. Facebook acepta uno e Instagram acepta otro. Cada red tiene sus códigos visuales. El problema es que empezamos a ser sujetos de lo inmediato. Y lo inmediato ataca los puntos del deseo. Ataca lo pulsional. Cada vez somos menos una sociedad que busca recompensas a largo plazo.

H: Ahí volvemos al paper, y la filosofía entra en esa lógica también. ¿Quién puede escribir hoy la Fenomenología del espíritu?

A: Es difícil, sí. Es un fenómeno de la razón que busca el final para satisfacerse. Como sucede en las series, que cada treinta minutos le das al espectador un cierre. En los años 60 o 70, el cine estaba rodeado por una discursividad. Había programas de televisión, diarios que hablaban de cine. Hoy no hay programas de cine, está sustituido por la discursividad de las series. La gente lleva a la oficina la serie que vio y, luego, sucede que hay gente que está viendo una serie que no le gusta solo porque se la recomendaron. Hay un deber ser que se impone.

H: Conforme a todo lo que estamos diciendo, uno podría pensar que las humanidades son una prioridad para nuestra sociedad. Sin embargo, si pensamos en la Facultad, la mayoría de los docentes son de grado 1 o 2, y el presupuesto que se destina a estas áreas del conocimiento es mínimo. El grado 5, Jesús Caño Guiral supo dar clases en Uruguay. ¿Cómo se explica esta decadencia? ¿Y cuál es el costo social?

A: Probablemente sea la Facultad que tiene el presupuesto más bajo. Hay un antes y un después de la dictadura. Mucha gente ya no volvió, otros los asesinaron. Ahí se discontinuó la lógica de discípulo-maestro. Las cátedras de la antigua Facultad tenían un carácter desinteresado y universalista. Se estudiaba todo allí y podías ir sin el título de bachiller. Mucha gente no buscaba el título, iba por interés propio. Esa era la signatura de la Facultad, fundada por Vaz Ferreira. Pero ese proyecto pedagógico que unificaba las ciencias y las humanidades resistió todo lo que pudo. En los 80 ya no pudo resistir que las ciencias estuvieran a la altura de las humanidades, por un tema de infraestructura e ideología. Psicología se escinde de Humanidades, por ejemplo. Las humanidades perdieron la herencia vazferreiriana.

H: ¿Se impuso la línea analítica?

A: Es que si vos considerás que la filosofía comienza con Brentano y sigue con Frege y Wittgenstein, como piensa la tradición anglosajona, Platón no importa. La filosofía que importa es la actual. Si te posicionás así, esas cátedras van a quedar al margen y no van a recibir dinero ni becas de posgrado aquellos que se interesen por otros temas. Todo lo clásico se comienza a ver como rancio; un departamento de Filología, por ejemplo, que no tenga sánscrito, como sucede hoy. Hoy, la agenda política marca una dirección que no va en línea de las humanidades. Recuerdo haber participado en algunos concursos donde se asignaban cuotas para cada facultad y a Humanidades le asignaban tres cupos, mientras a Arquitectura le daban 15, a Medicina 40. Además, se pierde de vista el potencial cultural de Uruguay, que está en sus letras. A Ángel Rama se lo lee en todo el mundo, tuvimos dos Premios Cervantes casi consecutivos. Un patrimonio cultural que puso a Uruguay en el mapa mucho antes que el fútbol o Mujica. Estamos ninguneando una gran tradición del Uruguay literario y filosófico. El problema es que cuando los proyectos políticos se leen en clave de productividad estamos ante un callejón sin salida porque está en otra dimensión. No es cuantificable su obra. En ese sentido es un problema cultural del presente. Las estrategias de los gobiernos de sacar a la filosofía de la currícula de la educación media es una política mundial.

H: ¿Ahí está la diferencia entre la Casa de la Filosofía y la Facultad, por ejemplo?

A: Absolutamente. No tenemos la necesidad imperiosa de tener que trabajar en pos de la productividad y eso nos da la libertad de la obra. Todo es más artesanal. En estos libros nosotros estamos en todo el proceso; compaginación, arte de la tapa, escritura, elegimos el papel, lo imprimimos con una imprenta amiga, la distribución. Estamos obligados a hacerlo así porque es una casa autogestionada. Pero, además, es una manera de vivir.

H: Ahí volvemos a lo under

A: Exacto. El proyecto se autosustenta con actividades y venta de libros. Nadie lucra con este proyecto. Todos tenemos un trabajo. La gente a veces no entiende lo que es la autogestión y que nadie va a hacer el trabajo que dejaste ahí. Desde el momento en que formás parte de un proyecto, tenés que hacerte cargo de lo que implica. Ahí está la ética del proyecto. Igualmente no es sencillo. Pero, cuando hay un respeto por la ética, todo encausa de manera creativa.

Foto: Javier Noceti

H: ¿Cuál es el vínculo con Francia?

A: Cuando comenzamos a trabajar con Ricardo Viscardi, amable como siempre, nos extendió sus vínculos, más que nada con Paris 8. Estuvo muy bueno aproximarnos para ver cómo se trabaja allá la filosofía. Hicimos un posgrado. Después de eso, fue muy difícil volver a hacer filosofía en el Uruguay. El compromiso y la amplitud fue muy fuerte. Sobre todo París 8, por su perfil político heredado del 68. Eso nos permitió hacer intercambio y, siempre que pasan por Uruguay, vienen por acá, no solo del área de filosofía, sino teóricos de la imagen y la fotografía. Hemos pasado películas de directores franceses con charlas posteriores con el director. Tuvimos el apoyo del departamento de Filosofía de Paris 8 desde el comienzo. Vinieron a la inauguración y se sintieron identificados porque allá hubo fenómenos similares. Además, el espíritu del 68 es algo que siempre queremos que esté presente en la casa. La publicación de Ibero es prueba de ello.

La no linealidad del tiempo

H: ¿Proyectos para el 2023?

A: La invención de Grecia se va a publicar a comienzos del año, después va a haber grupos de trabajo, seminarios, charlas. Siempre hay una agenda. Estamos terminando una película que filmamos acá durante la pandemia y que se va a presentar este año. La escribimos acá, los actores vivían en la casa y el 80% de las escenas se grabaron también en la casa. Además, el año pasado comenzamos un documental sobre Ibero Gutiérrez, que vamos a continuar durante este año.

Hablando de lo intempestivo, La invención de Grecia no es un libro sobre filosofía antigua meramente, si bien trabaja ese espacio, permite interpretar los acontecimientos del presente en una intempestividad, no desconociendo los fenómenos cíclicos que acontecen. La problemática siempre es el presente aunque te dediques a estudiar los griegos. En uno de los trabajos analizamos cómo los griegos pensaban la figura del tirano y eso nos arrojó un montón de luz para pensar la política del presente. A veces te sorprende lo que encontrás en Platón sobre el tirano, por ejemplo. Por más que sea un trabajo sobre filosofía griega, para nosotros es importante que tenga un vínculo con el presente. Por eso la importancia de las reediciones. En el 2030 seguramente se lea de manera distinta, como el pensamiento queer empezó a leer a Platón de maneras distintas desde hace dos décadas.

H: Contradiciendo a la mirada lineal del tiempo, Platón es algo anecdótico que sucedió hace 2400 años y ya poco tiene para decirnos en la actualidad. Platón se está transformando todo el tiempo.

A: Absolutamente. En este libro trabajamos mucho sobre la idea de las formas geométricas que tendría el tiempo y se analiza en forma crítica la linealidad. En la escuela nos enseñaron el tiempo como una línea. La transformación educativa tendría que poner eso en cuestión. Hay otras formas de ver el tiempo, como Aby Warburg, que lo dibujaba como puntos que caían hacia abajo. La mirada historicista nos ha enseñado a ver los procesos como nacimiento, apogeo y decadencia. El arte lo podés pensar no como períodos que van apareciendo, sino como elementos que son transversales y se repiten. Por ejemplo, la relación de los surrealistas con los románticos. ¿Qué linealidad hay allí? Y eso te permite ver elementos que se conectan de maneras azarosas. En la linealidad hay causalidad, pero no azar. En la antigüedad el tiempo se concebía circularmente. Un tema del ciclo y la repetición.

Estamos encerrados en el tiempo. Estar en el año 2023 es absurdo. Otras culturas se burlarían de mi percepción del tiempo, como alguien de China o de creencia judía, o alguien que está en una cultura donde no hay una cronología histórica y se manejan por mitos y los fenómenos no se pueden explicar de maneras causales. El hecho de estar encerrados en el tiempo y en la historia es un condicionamiento que ya opera en nuestro pensamiento. Tiene que ver con el origen del uso de la razón y los relatos. La necesidad de la historia es de canalizar racionalmente los acontecimientos sin contradicción. Cuando no hay origen no hay historia. Por eso nosotros trabajamos mucho el tema de las herramientas fantásticas heredadas de nuestro maestro Nietzsche, que es el especialista. Cuando no hay origen nos acercamos a la invención. Hay que crearlo, y creo que la razón intenta eludir eso. Como cuando Deleuze dice que la filosofía tiene que crear conceptos nuevos para explicar la realidad: eso es lo que tratamos de hacer nosotros acá. Por ejemplo, incorporamos la palabra metodía y abandonamos el concepto de “método”, que tienen la misma raíz, pero que tiene más que ver con la caza que con el camino. Nosotros nos sumamos a la idea de que uno juega con su caza y de que hay trampas. Los procesos de investigación son maneras de pasearse en la zona de Tarkovski. Evitar el camino recto. Hay que rodearlo. Te obliga a encontrar otros paisajes. El objeto es el resultado de una metodología. No hay manera de pensarlo fuera de eso. A veces el realismo te puede hacer creer que el objeto está ahí y es independiente de las formas en las que lo abordás.

Mejor senderos que caminos

H: Y, tal vez, terminás siendo servil a las condiciones que te impone ese objeto; tu capacidad de creación es nula.

A: O al camino que otros trazaron, que es lo que pasa en las investigaciones académicas de posgrado. Lo primero que te dan es la bibliografía que tenés que usar. ¿Y qué es la bibliografía si no el camino trazado? Yo tengo que quebrar la bibliografía e incorporar bibliografías absurdas para ese objeto, como lo intentamos hacer nosotros. Es la diferencia entre sendero y camino. En el sendero tendés a perderte, no hay pisadas, tenés que decidir todo el tiempo y hacerte responsable, tener crisis, se va a incorporar a lo personal, mientras que el camino solo tenés que seguirlo. No saber hacia dónde uno va es lo que mejor nos resulta. Por eso la importancia de quebrar la bibliografía. Así funciona el pensamiento, encontrándose con lo otro. Asimilándolo. Siguiendo el camino es más difícil crear. Cuando Max Planck, uno de los fundadores de la física cuántica, se puso a estudiar física, a los 18 años, un docente le dijo, “sobre física ya está todo estudiado”. En general son las generaciones nuevas las que dicen “no”, esto va para otro lado.

H: ¿El camino te conduce al paper y el sendero a la poesía?

A: Te puede llevar a donde no imaginabas, pero sin dudas está más cerca de la poesía, de la poiesis. Hay que abrazar la crisis. El duelo es inmovilizador, pero luego te devuelve una potencia creadora tremenda que, paradójicamente, te otorga pasar por eso que uno, a priori, no desearía pasar.