Documento sin título
Contenido creado por Agustina Lombardi
Música
Rigurosamente libre

Martín Buscaglia, sucesor del linaje de los solistas uruguayos que alcanza “la veteranía”

El músico se presenta en La Trastienda con su banda, Los Bochamakers, y con los argentinos Valeria Lynch y Mariano Martínez como invitados.

08.05.2023 15:20

Lectura: 8'

2023-05-08T15:20:00-03:00
Compartir en

Por Agustina Lombardi

Hace al menos tres años el salvapantallas de la computadora de Martín Buscaglia era una pintura de 1878: desnudos de figuras femeninas de posturas curvas entrelazadas que parecen flotar en las nubes entre brujas, murciélagos y cabras. Una imagen cáustica y erótica, que indaga en lo místico y sobrenatural por mezclar aspectos de lo humano y lo monstruoso. Una imagen alternativa para la iconografía del siglo XIX.

Se trata de Brujas yendo al Sabbath, una obra del español Jorge Luis Falero que a Buscaglia le sirvió como estímulo y que luego eligió para retratar la portada de su último disco, Basta de música. Un disco que comenzó a circular cuando el músico reconoció que las canciones abundaban y sonaban a “post música”, diría, como el trap, por ejemplo. Entonces, decidió hacer un disco minimalista, con pocos instrumentos, pocas pistas de grabación, menos canciones y más cortas a lo que acostumbraba. Canciones alternativas para la discografía del siglo XX, pero que responden a su búsqueda como artista.

Dice: “No tengo el don de no ser yo; nunca pude cantar un cover de [Eduardo] Darnauchans cantando como Darnauchans. Jamás se me ocurrió, me explota la mente, se me hace un cortocircuito, no lo puedo entender”.

Portada del disco “Basta de música”, de Martín Buscaglia 

Portada del disco “Basta de música”, de Martín Buscaglia 

Hace tres años Buscaglia lanzaba el álbum que, según observa en retrospectiva, marcó una nueva etapa de “veteranía” en su vida artística: “Es como lo quería hacer. No siempre querés hacer un disco así, redondo”. O “inapelable”, porque concibe su creación como un “ensayo o una tesis” que se defiende por sí sola. Piensa en sus otros discos como “micromundos” que forman parte de toda su obra; otros momentos que lo hicieron avanzar para, después, crear lo que se propone, pero con más eficacia.

“Los años te permiten dar en la diana [punto central de un blanco de tiro] con más economía de recursos; el error se vuelve cada vez más lejano. Ser solista te permite envejecer”, asegura.

La experiencia, el envejecimiento, el valor de la veteranía; Buscaglia lo ve, por ejemplo, en los discos actuales de Caetano Veloso. Y espera que sus próximos años sigan ese camino: el de ser él mismo.

El camino de la libertad

“Hay una visión externa de que hago bastantes cosas. Mi visión es que no me da el tiempo para hacer todo lo que quiero hacer”, cuenta.

Además de ser un músico que continúa el linaje y la “tradición de solistas uruguayos”, Buscaglia se desdobla como DJ y productor. Antes de tocar en fiestas, bares y eventos, como hace ahora, incluso antes de la pandemia, Buscaglia había creado La casa del transformador, un programa que le propuso una mujer española, Gladys Palmera, para su radio. Quizás “la mayor coleccionista de vinilos de música latina del mundo”, que fumaba unos habanos puros en su casa, que describe como “el Louvre de los discos de salsa”. Aunque el programa se active y se desactive, porque Buscaglia dice no poder crear un disco mientras tiene un espacio radial para llenar con música del mundo, continúa llevando sus vinilos a distintos lugares para musicalizar.

Así lo conoció la banda argentina Mi amigo invencible: una noche en un bar porteño, cuando, mientras bailaban la música del uruguayo, compusieron “Impecable”, una canción de su último disco. Eso lo llevó a producir Isla de oro, otra de las facetas “aledañas” a su camino como artista. Un rol de referencia, pero “arduo”: “Exige meterte en la cabeza de otro, pero ya tenés la propia”.

—¿Por qué le llamás La casa del transformador?

—La música, la canción, la palabra, son agentes de transformación, de los más perfectos que la naturaleza nos dio. Te criás con música que te gustó, que no te gustó; es pensamiento, filosofía. Te forja como persona.

La primera que recuerda es “No nos moverán”, una versión de Joan Báez que escuchaba en su casa durante la dictadura, cuando era niño. Una vez sus padres se acercaron y le dijeron que bajara el volumen, porque ese tema no se podía escuchar tan alto. Con relación a la música, sus padres, también artistas, le inculcaron la confianza: “El valor de saber que, si es por ahí, es por ahí”, y la “disciplina de la libertad”.

—¿Exigencia con uno mismo?

—Claro, el rigor que lleva ser libre —una creencia que ya afirmó en Somos libres

En ese camino de la libertad, se planta como descendiente del linaje que nace con Eduardo Mateo, y luego continúa con Hugo Fattoruso, Ruben Rada, Leo Maslíah, Mandrake Wolf, Eduardo Darnauchans, Gustavo el Príncipe Pena, Fernando Cabrera: “Todos muy singulares”, con “estéticas diferentes”. Por eso, intentar definir la música popular uruguaya le parece trunco.

El sonido buscagliano también tiene sus particularidades. Se puede hablar de los teclados juguetones, infantiles, que quizás revelen al Buscaglia de la juventud, que creció mientras con el proyecto de sus padres, Canciones para no dormir la siesta, que trabajó Cantacuentos junto con su madre y musicalizó cumpleaños. Pero también se puede escuchar el humor y la llaneza de sus palabras. En “Me enamoré” canta: “Me enamoré, ya sé, ya sé / El cielo nos proteja / Se complicó, ¿qué cosa, no? / Qué gusto y qué pereza”. O en el oxímoron entre Basta de música y el primer verso que suena del disco: “Me gustan los instrumentos”.

Se lo dijo Fito Páez. “Hace añares”, cuando había publicado Plácido domingo, Buscaglia comenzó a ir a Buenos Aires. En el entretiempo de uno de sus toques, en un “bolichito muy chiquito”, Páez bajó al sótano donde estaba el camarín y le dijo: “A vos te gusta mucho Luis [Spinetta], ¿no? Me di cuenta por el sentido del humor”. Buscaglia no lo ve en el sentido del chiste, sino más bien como “la música que se ríe de sí misma, como una herramienta para llegar a algo elevado”. Para él, el uso del humor refleja su mirada ante las cosas, y cita a Charly García en “Parte de la religión”: “Todo se construye y se destruye tan rápidamente que no puedo dejar de sonreír”.

Él y sus antecesores solistas uruguayos conforman “un género en sí mismo”. Cada uno con sus particularidades, porque “los solistas siguen su visión siempre”, o al menos pueden elegirla.

—Decís que no te da el tiempo para hacer todo lo que quisieras. ¿Qué es lo que querés hacer y no podés?

—Me proponen hacer un montón de cosas. Son más cosas a las que digo que no que a las que digo que sí. Como puentes que van apareciendo, y vos elegir cuál cruzar y cuál no.

Por lo pronto, Buscaglia cruzará a Europa para hacer 12 fechas en 17 días, en los que se dispone a un “modo ninja”, lo que más le seduce de toda la experiencia: “Todos los días probar sonido, tocar, recoger los cables. Charlar un poquito, pero no mucho porque tenés que cantar. Dormir. Tomarte un tren, mirar por la ventanilla. Conocer al nuevo productor. El estar en tránsito tiene que ver con la meditación, para mí equivalente a lo que encuentra el tipo que se va a nadar a mar abierto o al que se va a un retiro a la montaña”.

—¿Es tu espiritualidad?

—Me parece que sí. 

Hacer al andar

Tres años después, el salvapantallas de la computadora de Buscaglia es un fotograma de la película Sorcerer, de William Friedkin, en la que se ve a un hombre y un camión con explosivos intentando cruzar un puente al borde del derrumbe.

Y aunque piensa que Basta de música inauguró una nueva etapa en su camino artístico, Buscaglia dice que todavía no siente la necesidad de crear un nuevo disco: “Sigue siendo un disco que podría hacer hoy. No está en el pasado para mí, por eso no tengo afán de hacer otro ya”.

—¿Qué es lo que tiene que pasar para componer el siguiente?

—Renace, es lo divino que tiene. Es un puente y lo querés cruzar, cada vez tenés más herramientas, y vas dejando otras de lado.

Fotograma de “Sorcerer”

Fotograma de “Sorcerer”

El miércoles 10 de mayo, Martín Buscaglia y sus Bochamakers vuelven a La Trastienda. Además del líder, son Martín Ibarburu en la batería, Coby Acosta en la percusión, Nacho Mateu en el bajo, Matías Rada en la guitarra. “Una banda que me acompaña a mí y, a su vez, una banda en sí misma. No es que tocan mis canciones como yo las grabé en el disco, de hecho, muchas no se parecen, y no me interesa. Casi nunca busco que suenen igual a cómo están grabadas. Sería raro eso, un desperdicio, se anulan”. También estarán los argentinos Valeria Lynch y Mariano Martínez como invitados.

Las entradas están a la venta en Abitab.

Por Agustina Lombardi


Te puede interesar Una vida que persigue a la música: Zingabeat, el nómade del groove