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Contenido creado por Valentina Temesio
Literatura
Los libros y sus autores

Nelson Díaz: “La literatura sirve para ampararse de la estupidez posmodernista”

El escritor publicó “Karaoke ñery”, un libro que narra la historia de un detective que busca recuperar un cuadro de Joaquín Torres García.

21.09.2023 13:00

Lectura: 7'

2023-09-21T13:00:00-03:00
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Nelson Díaz nació en 1967 en Montevideo. Es escritor y periodista, ha trabajado en radio y medios gráficos, así como en producción y representación musical. Su obra narrativa y poética ha sido compilada en distintos volúmenes colectivos en su país y el exterior. De su poesía, Estuario editora destaca: Pactos & Emblemas (1991), Malas intenciones (1999) y Rigor mortis (2005; 2009; 2020, con dibujos de Óscar Larroca). En narrativa publicó la trilogía compuesta por las novelas Corporación Medusa (2007), Resaca (2015) y Metástasis (2017), reunidas en 2021 por la editorial argentina Crack Up bajo el título Terminal Moebius. Por fuera de la ficción, publicó dos libros de entrevistas a escritores uruguayos: El oficio de contar (2006, con dibujos de Hermenegildo Sabat; 2008) y El oficio de narrar (2009). Además, escribio un ensayo biográfico: Memorias de un trovador. Conversaciones con Darnauchans (2008; 2014; 2017). 

Este 2023 publicó Karaoke ñery.

¿Preferirías viajar al futuro o al pasado?

Al pasado. Conocer el futuro sería muy aburrido. Detesto lo predecible.

Si pudieras ser un personaje de tu libro, ¿cuál serías?

Roger, mi álter ego. Aunque la definición correcta de Roger sería mi yo literario. 

Si pudieras invitar a tres personajes literarios a cenar, ¿quiénes serían y por qué?

Más que a cenar, los elegiría a beber: Chinasky, Bob (personaje del relato “Bienvenido, Bob”, de Juan Carlos Onetti) y Ben Sanderson, personificado por Nicolas Cage, en la película Adiós a Las Vegas, basado en el libro autobiográfico de John O'Brien.

¿Cuál es tu técnica más extraña o inusual para superar el bloqueo de escritor?

Ansiolíticos. Tengo varios blisters apilados sobre los libros de William Burroughs.

¿Qué cinco cosas guardarías en una cápsula del tiempo?

El Astillero, de Onetti, Nova Express, de Burroughs, El extranjero, de Albert Camus, el disco Sansueña, del Eduardo Darnauchans y cualquiera de las conversaciones que tuve con el Darno.

Tu autobiografía en una frase.

No lloren, ni traigan flores. Hipócritas.

Contanos qué estás leyendo ahora.

En materia de libros: Sed, de Amélie Nothomb, Hambre, de John Fante y Los besos, de Manuel Vilas.

Si pudieras tener una conversación de una hora con cualquier escritor famoso, pero después nunca más podrías leer ninguna de sus obras, ¿a quién elegirías para tener esa conversación?

Dos: Onetti y Burroughs.

Si tus libros fueran adaptados al cine, ¿a quién te gustaría que interpretara al personaje principal?

Roberto Suárez.

El primer verso que te viene a la mente.

Cada uno está solo sobre el corazón de la tierra / traspasado por un rayo de sol; / y de pronto anochece.

¿Para qué literatura en el tiempo del desamparo?

Precisamente para era eso. Para ampararme bajo el paraguas del desamparo y la estupidez posmodernista.

Lo último que comiste va a ser el menú para toda tu vida ¿qué es?

Frutos del mar. Unos buenos camarones y cangrejos siri. No estaría mal.

Contanos sobre esa vez que un lector te reconoció en la vía pública

Fue una mala experiencia. El tipo me reconoció como escritor y me recordó que le debía dinero. Se lo canjeé por un lote de mis libros. El tipo quedó chocho.

Tu idea de felicidad y tu idea de miseria.

Mi idea de felicidad consiste en perseguir la felicidad, sabiendo, a priori, que tal estado no existe, o en intermitente. Mi idea de miseria es la falta de empatía, de interés por el otro y mi idea de miseria son los miserables: torturadores, terrorismo de Estado, trepadores por un puesto de trabajo.

Fragmento de Karaoke ñery

Tapa de Karaoke ñery. Foto: Hum y Estuario

Tapa de Karaoke ñery. Foto: Hum y Estuario

Lacroze entró a La Escollera y pidió un café en la barra. Manoteó El Universal y se sentó en una de las mesas que daba sobre Lindolfo Cuestas casi Sarandí. Mientras esperaba el café ojeó el diario. Una noticia en la tapa llamó su atención. “Recuperan cuadro robado hace 35 años”.

Lacroze revuelve el café por costumbre pese a que lo tomaba sin azúcar. Bebe un sorbo y sigue leyendo.

“La Policía uruguaya informó que en un procedimiento en la ruta Interbalnearia, en el departamento de Canelones, interceptó un auto con destino a Punta del Este, en el que se trasladaba el óleo La asunción de Santa Catalina, del artista sevillano Bartolomé Esteban Murillo (1617-1682) sustraído, junto a otras obras, hace 35 años del Museo Municipal de Arte Decorativo Firma y Odilo Estévez, de Rosario, provincia de Santa Fe, Argentina”. 

Apuró el café tibio de un trago y llamó al mozo. 

—¿Conoce al cuidacoches de la cuadra? —preguntó el detective por curiosidad.

—¿A Nilo Moreira? Claro. Hace años que vive en la calle con ese perro inmundo. Nosotros le guardamos una vianda con restos del plato del día.

A Lacroze no se le pasó por alto el detalle.

—¿Cómo sabe que se llama Nilo si es mudo?

—¿Mudo? ¿Quién le dijo que era mudo? —se sorprendió el mozo.

—Bueno, hace años que dejo el auto estacionado en la cuadra y nunca me habló.

El mozo lanzó una carcajada.

—Nilo no es mudo. Habla, o hablaba, y mucho. Fue integrante del MLN- Tupamaros. Estuvo exiliado en Suecia y Dinamarca. Regresó en la década del 90. Trabajó en un par de fábricas hasta que cerraron. Y ahí, en sintonía con el país, se derrumbó —dijo irónico.

A Lacroze no le hizo gracia. Pensó que su padre y el hombre que ahora tenía nombre podrían haber compartido, además de la militancia en el MLN, los mismos cuarteles. Acaso los mismos torturadores.

—¿Cómo sabe todo eso?

—Me lo contó él mismo cuando venía a almorzar. En aquellos tiempos todavía podía pagarse la comida y una jarra de vino.

—¿Y sabe por qué dejó de hablar?

—Ni idea. Un día, simplemente, no habló más. 

Una pálida procesión de nubes se divisa sobre el Río de la Plata. Antes que Jeremías llegue al auto empieza a llover con fuerza, con peso, con un estruendo. Un ruido ensordecedor como si fuera el fin del mundo para siempre. 

Se levanta el cuello de la campera.

Camina por la vereda que da al viejo edificio tapeado y abandonado.

Mira la casilla del cuidacoches. 

Los esqueletos metálicos de sillas sobre la vereda.

Los cartones mojados.

El perro arrollado sobre sí mismo.

La ausencia de Nilo.

Jeremías enciende el auto. 

Coloca el pendrive y Somebody de Escape With Romeo envuelve el vehículo. 

Su cabeza cae hacia atrás sobre el asiento. 

Los muros de la escollera se desmoronan.

El cielo y el imposible explotan.

Recuerda una canción.

Una impresión sonora.

Por un instante todo desaparece para siempre.

Unos segundos después, con el auto en marcha, dobla por Buenos Aires, toma Maldonado y se dirige al Edificio Monroe.  

Los muros de la escollera siguen en pie.

Karaoke ñery

Jeremías Lacroze, un detective sui generis, es contratado por una anciana para recuperar el Gran Copa Constructiva, un cuadro de Joaquín Torres García, fechado en la década del 30. La mujer cree que su hijo y su hermosa esposa, una ex actriz porno devenida en traductora, están involucrados en la desaparición del óleo. Lacroze deberá enfrentarse a una organización china que se dedica al tráfico y venta de obras de arte robadas, en una ciudad plagada de extraños personajes, donde un cuidacoches mudo cree ser la reencarnación de Buster Keaton y se celebra la Primera Convención Vapaí, el mayor encuentro mundial de ñerys, que buscan asesinar el idioma español.



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