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Contenido creado por Agustina Lombardi
Cine
No vaya a pensar que soy un ladrón

Pinochet vuelve como vampiro a 50 años del golpe de Estado en “El Conde”

La galardonada película de Pablo Larraín se aleja de lo políticamente correcto y parodia al principal símbolo de la dictadura chilena.

14.09.2023 13:17

Lectura: 7'

2023-09-14T13:17:00-03:00
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Por Nicolás Medina
nicomedav

En 2018 se estrenaba La noche de 12 años de Álvaro Brechner, basada en el libro Memorias del calabozo de Mauricio Rosencof y Eleuterio Fernández Huidobro, que llevó al cine algunos de los recuerdos personajes de la dictadura cívico-militar uruguaya. En 2022, Argentina, 1985, de Santiago Mitre, se metía en el barro del Juicio a las Juntas, liderado por el fiscal Julio César Strassera (interpretado por Ricardo Darín). La película manifestaba que, tanto en la realidad como en la película, Strassera cerraba el caso con una frase que pertenecía a todo el pueblo argentino: Nunca más.

Ambas películas se alzaron gloriosas en festivales y premiaciones tanto nacionales como internacionales al recurrir a una forma solemne, verosímil y con tremendo despliegue cinematográfico (en el caso de Argentina, 1985, la película fue financiada por Amazon, y se notaba). Ambas destacaron dentro del extenso listado de películas que retratan estos acontecimientos históricos de la historia reciente de América Latina.

Y en esta tendencia de recuperar, reivindicar y llevar al cine los hechos de la dictadura, este mes el foco está en Chile. Sin embargo, la aproximación es totalmente distinta a lo que uno podría esperar, y más aún cuando el pasado lunes 11 se setiembre se cumplieron 50 años del golpe de estado y de la muerte del presidente Salvador Allende en el Palacio de La Moneda.

El Conde es probablemente una de las apuestas más arriesgadas y originales de la filmografía sobre dictaduras en Latinoamérica. La película, dirigida por Pablo Larraín y escrita por él junto con Guillermo Calderón, fue producida por Fabula (de Larraín y su hermano Juan de Dios). Finalmente, Netflix hizo la distribución de la película para todo el mundo a través de su plataforma.

¿De qué va la nueva película chilena? La respuesta es tan simple como irreverente: en esta historia, Augusto Pinochet (interpretado por Jaime Vadell) es, en verdad, un vampiro de origen francés que ha vivido por 250 años y que, cuando las cosas se “complicaron”, decidió fingir su muerte e irse a vivir al desierto con su esposa Lucía Hiriart (Gloria Münchmeyer).

“Yo no quiero vivir 250 años más…”

Por si el relato no fuera lo suficientemente irreverente de por si y el gran “what if…?” no alcanzara para establecer el registro satírico, la película aun añade capas a la historia: Pinochet está cansado y deprimido porque lo han acusado de ladrón. Su esposa, Lucía, le vierte sangre en su comida para que no muera y finalmente decida morderla y convertirla también en vampiro. Sus hijos visitan a su padre como hienas carroñeras con el fin de hacerse con las fortunas que ha acumulado a lo largo de casi tres siglos. Y para eso, contratan una contadora que es, en verdad, una monja encubierta que busca exorcizar a Pinochet.

La sátira en el cine se ha encargado de proponer ideas originales desde la época del cine mudo — alcanza con remontarnos a El gran dictador de 1940 de Charles Chaplin — y se ha actualizado en películas más recientes — Ha Vuelto, de 2015 de David Wnendt — es probablemente el caso más conocido de los últimos años. A su vez, directores como Quentin Tarantino, aunque no precisamente recurriendo a la sátira, han dedicado gran parte de sus carreras a reescribir o generar giros inesperados a hechos históricos (Bastardos sin gloria, Había una vez…en Hollywood).

Entonces, hay que admitir que el motor que está debajo de la idea original de El Conde no es, justamente, algo novedoso u original. Sin embargo, la película no tiene un solo momento dramático (en el sentido coloquial). Es una comedia de principio a fin. No hay intención de usar al cine como herramienta para hacer un discurso político. La película es concebida y ejecutada como una profanación a lo sensible (y actual) y a lo políticamente correcto.

"El Conde". Foto: Netflix

“Satanás es patético y melodramático”

Quien esté dispuesto a despojarse de la sensibilidad que haga ver la película con una mirada juzgadora, o logre burlarse de algo trágico (para la historia chilena), encontrará una gran comedia. Y no una de las que el objetivo es simplemente la risa como impacto o reacción repentina (lo que sería el susto en el terror). Muchas de las escenas y pasajes de El Conde harán que, días después de su visionado, en una situación completamente aleatoria, el espectador se ría y genere desconcierto a sus alrededores rememorando, por ejemplo, la indignación de Pinochet por ser acusado de ladrón; la sugerencia de la exorcista de que el diablo tiene dos formas de entrar al cuerpo: por una herida, o por el ano; o el hecho de que Pinochet destruiría La Haya si pudiera.

Aunque la puesta en escena de la película no invite a espectadores modernos, sin embargo es extremadamente funcional para acompañar el guion: utiliza blanco y negro, recrea la estética gótica pero extrapolada a un ambiente contemporáneo, la música remite a las películas de vampiros clásicas, e incluso hay muchos juegos en la composición de los encuadres que, en la imagen, crucifican a los personajes entre diferentes elementos del attrezzo, añadiendo valor narrativo a la fotografía de la película. Mientras tanto, una voz en off muy peculiar, que termina siendo uno de los giros más hilarantes de la película, relata la historia y pinta a Pinochet como un héroe que “conquistó y dio prosperidad”.

Alfredo Castro (Fyodor).

Alfredo Castro (Fyodor). "El Conde". Foto: Netflix

“A un soldado se le puede decir que es un asesino, pero no un ladrón”

Respecto al vampirismo, El Conde reconoce ciertas reglas del género y las utiliza a su favor, e incluso crea las suyas propias. Y a pesar de ser un género con convenciones con las que la mayoría de los espectadores están familiarizados, no resalta cuando estas reglas van en contra del bagaje de visionado.

Si hay algo que reclamarle a El Conde, es posible que sean ciertas secuencias y decisiones del segundo acto, que resultan un poco forzadas y terminan por pausar el relato para intentar cerrar arcos de personajes que realmente no terminan por aportar demasiado, como es el caso del cierre del arco de Carmen (Paula Luchsinger), la exorcista. La construcción del personaje respeta las convenciones del género, que implican traer a una mujer bella y joven a un mundo con vampiros. La historia lo usa a su favor pero el cierre parece apresurado y banal. Y también, por momentos, hay un balance extraño cuando ciertos giros argumentales opacan otras cuestiones y conflictos presentes durante buena parte de la película.

Paula Luchsinger (Carmencita).

Paula Luchsinger (Carmencita). "El Conde". Foto: Netflix

Algo a destacar y meritorio de ovación, son las actuaciones de la películas. Todo el elenco esta fenomenal y se nota el gran trabajo que Larraín ha demostrado en muchas de sus películas (no por menos el chileno ha dirigido a Natalie Portman en Jackie y a Kristen Stewart en Spencer). Y dentro de todo ese elenco, aparte del gran trabajo de Jaime Vadell como Pinochet, hay que aplaudir a Alfredo Castro, quien como personaje secundario — un esbirro de Pinochet a quien también ha convertido en vampiro y ahora sirve como su mayordomo — se roba la película y presenta posiblemente los mejores momentos de comedia de la película.

La fuerza de El Conde, reside principalmente en su guion — que le valió el León de Oro en el Festival Internacional de Cine de Venecia el pasado sábado — pero también en cómo este se compromete con la historia y la forma, y no solo en el contenido o en el evidente mensaje que implica recuperar a ciertos personajes históricos. El Conde da cuenta de que no necesita hablar de la dictadura o de los opresores y tiranos desde un lugar serio y condescendiente.

Jaime Vadell (Pinochet).

Jaime Vadell (Pinochet). "El Conde". Foto: Netflix

El Conde se estrena este jueves 14 de setiembre en Netflix y será exhibida en cines selectos en Latinoamérica y podría llegar a ser exhibida en Uruguay

Por Nicolás Medina
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