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Música
Periodismo ganso #3

El corista de los Stones, la Tota Lugano y un inmenso zoológico de artistas

Dejamos el Pionero por unas horas y marchamos a Punta Ballena, donde fuimos a ver a nada más ni nada menos que a un Rolling Stone.

07.01.2023 18:50

Lectura: 5'

2023-01-07T18:50:00-03:00
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Por Manuel Serra

Fotos: Pata Torres

Estamos en un auto. Dinamita aprieta el acelerador mientras grita algún que otro improperio. No vale la pena reproducirlos por escrito, aunque ustedes pueden imaginarlos. La situación: estamos llegando tarde al show de Bernard Fowler, corista y productor de The Rolling Stones. Yeah, the fuckin’ stones, man. Podrán pensar que es ficción, pero no. Efectivamente, uno de los tentáculos de la banda más longeva del rock and roll está en nuestro país. Y para tocar. Fuerte. Not so bad.

En fin, Fede pega otro grito, lleno de furia. De ganas de tocar. En la camioneta, estamos con Sean Walsh y Brian Geltner, los neoyorquinos de The National Reserve. Nos miramos y en nuestra cara se ilustra un rezo de llegar sanos y salvos. También venimos consumidos por la ansiedad de ver semejante toque. Necesitamos, evidentemente, un emotional rescue. Dicho sea de paso, el concierto es en Medio y Medio, en plena Punta Ballena. Afortunadamente, llegamos sin ningún rasguño. Ni de las piedras ni de nosotros.

Bajamos a toda velocidad; Dinamita se calzó la viola, yo agarré una mochila que teníamos y corrimos hasta el boliche. Saltamos la cuerda de seguridad –casi me caigo, he de confesar– y quedamos abajo del escenario, donde Fede se subió, así, sin anestesia, y se dispuso a tocar. Bernand en ese momento justo preguntaba con la voz en grito: Where is Dinamita? Parece sorprendente, pero así fue el tiempismo. A lo Schweinsteiger. Sinceramente, no sé cuántos temas ya habían tocado; supongo que no muchos, pero este periodista ganso no tiene esa información certera. Falló en eso. Y en tantas otras más.

Foto: Pata Torres

Foto: Pata Torres

Con los gringos nos metimos entre el público; es importante decir que el lugar es chico, en un buen sentido. Muy íntimo. Fuimos a la barra, pedimos unos cocktails y nos dispusimos a disfrutar del show. Mientras pagábamos, empezó a sonar una versión de “Rebel, Rebel” del Duque Blanco. Un buen augurio nocturno, sin ningún lugar a dudas. Más tarde, el Starman se haría presente con, quizá, una de las canciones más hermosas de la música. Ni más ni menos que “Heroes”.

Si el otro día habían quedado deslumbrados por la belleza de nuestros paisajes fernandinos, el nivel musical los conquistó tanto o más. Cabe decir que en el escenario habían tigres como Jimmy Rip o el propio Zorrito Von Quintiero. Y sonaba la banda. Camiones. Perdón, Mick, pero esta vez te equivocaste, no era just another night. Había una energía potente, intensa. Y mucha gente con ganas de pasarla bien. Música y buena onda; qué mejor, hermano.

Foto: Pata Torres

Foto: Pata Torres

El ritmo de la banda fue in crescendo y, en determinado momento, Bernard dijo algo así como “we are going to play some old songs” –vamos a tocar algunas canciones viejas, dicho en criollo– y lo que menos esperábamos era que empezara un cover del Rey del Delta Blues. “Love in vain”, también versionada, obviamente, por los propios Stones, dejó muy bien parado al enorme Robert Johnson. Y realmente poder escuchar eso a escasos metros de la playa se sintió con una “fuerza natural” muy pesada.

Tanto Sean como Brian quedaron anonadados con cómo todos los mozos, bartenders, todo el crew, coreaba las canciones. Era realmente una misa rockera. Y todos éramos feligreses. Un muy lindo sentimiento se puede decir. Y seguían los acordes de guitarra, los aullidos de Bernard, las líneas de bajo. Todo como una música sacra que nos elevaba a un espacio superior.

Después de, alrededor, dos horas de show –más, menos–, donde se dejó todo en la cancha, se dio por terminado el espectáculo. Pero igual seguiría atrás, en el bar, con una fauna de lo más exótica que se juntó para charlar. Quizá, los highlights de los crossovers nocturnos fueron: Bernard y la Tota Lugano –ese fue, sin dudas, el mejor–. Te adoramos, capitán…

… Bueno, pasaron dos o tres horas desde que escribí estas últimas palabras. Tuve que subirme a un auto y moverme de lugar. Al estar desmotorizado –nunca policía–, cada carona que conseguimos vale oro. Como agua en el desierto. Pero prosigamos: después estuvo el american meeting entre Sean, Brian y Jimmy Rip; por lo que tengo entendido, hablaron bastante sobre Television y Jerry Lee Lewis. Y hubo muchos más.

Mi encuentro favorito fue con mi amiga Pata Torres; no sabía que nos íbamos a cruzar y cuando nos vimos fue puro jolgorio. Y, de hecho, me salvó la plata porque no tenía fotógrafo para registrar el gig y ella, muy generosa como siempre, se ofreció brindarme las imágenes para colorear esta crónica gansa. También estuvo muy interesante la charla que tuvimos con Ike Parodi. Y ANÓTENSE LA FECHA: Beatniks vuelve el 20 de enero y lo hace con invitado de lujo.

Acá arriba pueden escuchar el último programa del ciclo.

Seguimos un rato más, realmente el ambiente era muy bueno. Charlas interesantes por todos lados. Gente interesante por todos lados. Tragos interesantes por todos lados. Música interesante por todos lados. En fin, vida interesante por todos lados. Pero llegó la fatídica llamada a Freddy –como los gringos llaman a Dinamita–, que nos hizo tener que irnos a las corridas. La policía estaba en el Pionero y partimos a ver qué pasaba. Pero esa es una historia para otro momento. Nos vemos en la próxima entrada del diario. El desembarco de Fowler en nuestro país fue para el recuerdo.

Foto: Pata Torres

Foto: Pata Torres

Por Manuel Serra


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