Por Valentina Temesio
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El mundo de Julen y la Gente sola es una dicotomía entre el gris y el verde. Podría ser cualquier barrio de Montevideo —el Prado, Cordón, el Centro—, pero también lo que se ve desde una ventana cuando alguien viaja por el interior del país, dice Federico Morisni, vocalista de la banda. Entonces, esos dos mundos se encuentran: el concreto de la capital y las praderas kilométricas que rodean las rutas nacionales. Julen y la Gente Sola bien podría ser una “sensación”, como escribió Flavio Lira —de Amigovio— en el texto que acompaña la edición de su primer disco de vinilo: algo así como “sentirse un poco joven y perdido en una ciudad pueblo”, rememora el vocalista.
En 2009, la idea de formar una banda comenzó a colarse entre los pensamientos de Morosini, pero fue un año después, en 2010, que decidió proyectarla al mundo. El primero en acompañarlo fue Juan Pablo Campagna en guitarra, después se sumarían Marcelo Duarte en batería y Agustina Santomauro en bajo. Al principio tenían un nombre en inglés, que era largo y difícil. Morosini encontró el que identifica a la banda hasta el presente: “Tiene un origen que es una referencia a los Beatles —‘all the lonely people’ [de ‘Eleanor Rigby’ en Revolver]—, y esta idea de Sgt. Pepper’s Lonely Hearts Club Band, esta cosa de alguien y una gran banda”.
En los primeros ensayos de la banda reinaba la inocencia: se juntaban después de ir al liceo o al trabajo, iban al almacén, comían la merienda, tocaban un rato y jugaban al PlayStation. “Estábamos entusiasmados con compartir el inicio de una amistad y de una banda”, cuenta Morosini.
Hasta que en un momento salieron del cuarto del vocalista para mostrar sus canciones al mundo: durante dos años tocaron en casas, bares, centros culturales y se gestaron en la movida independiente.
El tiempo pasó, y en 2014 llegó el momento de congelar sus canciones en un primer disco. Así nació el debut, Julen y la Gente Sola, la materialización de un sonido que ya tenía una identidad propia. Lo presentaron en 2015, en la Sala Vaz Ferreira. Fue la primera fecha que produjeron; se vistieron de oficinistas, el escenario se convirtió en una oficina y evocaron a Larry García, personaje que da nombre a la última canción del álbum. Si bien fue un momento bisagra, las cosas siguieron como siempre: continuaron tocando por Montevideo.
La formación cambió, y a Morosini y Campagna se le sumaron Sebastián Quiñones en batería, Gabriel Ameijenda en bajo, Adrián Ameijenda en teclados y Federico Ameijenda en guitarra. En 2020 la banda lanzó su último disco, Para siempre. Pero la pandemia postergó su presentación.
En 2022, el sello Little Butterfly Records reeditó su primer disco en vinilo. Este sábado 13 de mayo, en La Trastienda, Julen y la Gente Sola lo tocará de principio a fin. Sin embargo, dice Morosini, la banda no quería que esta fecha fuese solo de ellos, buscaban compartirlo con las que están viniendo: Deforma será la invitada especial.
En 2014 lanzaron su primer disco, Julen y la Gente Sola. ¿Qué te acordás del proceso creativo?
Son muchas canciones de una primera camada que yo me animé a mostrar hacia afuera. No sé cuál es la más antigua, aunque quizá está por arriba de mi canción número 100. Tiene bastante trabajo previo, no es que son mis primeras canciones.
Pero sí las primeras que te animaste a mostrar.
Estas canciones fueron las que yo empecé a elegir pensando en armar un proyecto serio, una banda, salir a tocar, poniéndole un poco de intención para darle otro vuelo y sentido. En ese proceso creativo, me acuerdo de estar muy colgado con lo que es laboratorio, hacer canciones y construir personajes, estar todo el tiempo viendo una canción en algo. Sin ir más lejos, “La chica del mantenimiento” es una canción que hice después de ir a [la terminal] Tres Cruces a pagar un préstamo de mis padres. En la parte de abajo, vi las primeras dos líneas, vi una interacción social entre una encargada de servicio y su supervisor; esas relaciones de poder que a veces ves y son abusivas. Ahí me fui con ese principio de historia, la fui haciendo en el camino volviendo a casa y cuando llegué la terminé.
Transformabas lo que veías en ficción.
Exactamente. Un poco me agarraba de cosas que pasaban, que me pasaban a mí o que veía para crear una historia. Hay mucho ejercicio de composición. No todas las canciones de ese disco que son en primera persona [hablan de cosas] que me pasaron a mí, y en muchas de las que elegí contar en tercera persona o hacia otro, hay cosas mías. Había como una intención de generar como un manto de misterio, de esa cosa que no se sabe bien qué es, que me lo tomé bastante en serio.
¿Pasó algo puntual que te dio el empuje para hacer un disco con esas canciones?
Había algo natural. Yo ya veía ciertas canciones que se adaptaban más, o tenían un lenguaje en común y que, además, se adaptaban mejor a un formato de banda. Ahí viene otra parte del proceso creativo, que duró dos años: las ensayamos en mi cuarto, que fue nuestra primera sala de ensayo, y después las salimos a tocar. Ahí se seguían haciendo las canciones, se iban engranando, iban tomando forma, rodaje, las iba escuchando la gente. Esos dos años tocamos mucho, casi todos los fines de semana. Pasó algo, y fue que naturalmente a esas canciones, al momento de salir, la gente las estaba esperando, las quería.
El disco ya había salido a pesar de no haber pasado por un estudio.
El disco ya estaba circulando y, creativamente, eso a las canciones le dio una solidez. Me acuerdo de las reseñas de ese momento, o las impresiones de las personas que nunca habían escuchado la banda, y decían que era un gran primer disco. Sí, claro, porque habían cuatro años de laburo de composición previos y dos años de empastado de una banda que había estado ensayando y tocando mucho.
¿Te esperabas que a la gente le gustara su música?
Nunca esperé nada, pero sí era consciente del nivel y del trabajo, me pasaba mostrándole las canciones a mis amigos del liceo, veía cómo quedaban, qué causaban. Después, cuando los toques se fueron ampliando —al principio fueron para 20 personas—, los grupos de gente, pasaba lo mismo, y cuando tocamos para 50 también. Yo no esperaba nada, pero sabía. Era consciente de todo lo que había hecho, del trabajo, de la construcción. No estaba haciendo música para que me dieran pelota, sino que con un compromiso verdadero con la obra, con el arte. Eso siempre lo tuve claro, porque fue lo que a mí me impresionó de la música.
¿Con quién te impresionaste?
Con los Ramones, con los Smiths; escuché a Fernando Cabrera, a [Eduardo] Darnauchans. Eran canciones que, de alguna forma, te atravesaban, tenían un lenguaje propio, había una construcción, iba más allá de la canción, sino que las personas estaban 100% involucradas en la música. Quise hacer lo mismo, me parecía que esa era la forma de hacer música, no era comprarte una guitarra del modelo que se usaba y ponerte cierta ropa, sino que era comprometerte y trabajar.
Ponerte a vos.
Sí, poner tu cuerpo en la música en la obra.
Tiene tu esencia.
No hay forma de que no la tenga; entonces, desde dónde vos la enfoques, es lo que se va a ver también.
Se entregaron.
Sí, completamente. Yo me entregué a las canciones, los gurises —Juampi, Marce y Agus— se entregaron 100% a las canciones, a la propuesta, a ponerse una camiseta de “esto somos nosotros”. Se sintieron parte porque yo también lo abrí de esa forma; yo no era el director de la banda, tenía los acordes y las melodías, pero cada uno hacía lo que tenía que hacer con sus instrumentos. Yo no decía cómo tocar, porque apenas sé hacer lo mismo.
Esto fue hace casi 10 años. ¿Qué diferencias hay entre el Federico de ahora y el que escribió las canciones de ese disco?
Creo que en lo que es el enfoque hacia la música y demás, de cierta forma, había madurez. Pero sí, lo que cambió de ese momento hasta ahora creo que es algo que aprendí con el tiempo. Cuando hice esas canciones quería evocar un estado de ánimo que estaba basado un poco en la melancolía de lo que todavía no estaba viviendo, o la expectativa de lo que podía ser. Un montón de cosas que estaban en el aire, y tiene esta cosa agridulce que, ya de pique, en parte por las referencias que yo usaba en ese momento y las que tenía, era como: “Está todo mal, pero vamos a hacer algo lindo con esto”.
Es un poco la identidad del disco.
A eso, después, lo tenés que defender cada fin de semana y tenés que ponerte adentro de la canción y en el sentimiento. Cuando eso es pesado, denso, melancólico, te pasa factura emocionalmente, espiritualmente, físicamente. Porque ahora, por ahí, puedo actuar un poco las canciones, pero en ese momento no sabía.
Te consumía.
Completamente. Durante el tiempo que tocábamos mucho, más la forma y la repetición de todas esas emociones y la exposición, me terminé abrumando en un momento. Me di cuenta de que lo que tenía que hacer era generar otro estado de ánimo, un poco más feliz; canciones que sé que, cuando sea viejo, voy a volver a ser joven en esa canción, o voy a estar en un momento presente que está bueno.
¿Cómo sos en esas canciones?
Me pasa ahora, ensayándolas, que un poco a las sensaciones agrias las aprendí a actuar y a las dulces las vivo y las disfruto.
¿Cómo se iniciaron en la escena independiente?
Todos, más o menos, nos vamos dando cuenta cuál es nuestro lugar a medida que nos vamos moviendo. Los humanos somos bichitos y nos vamos reconociendo entre los que encontramos cosas similares. En ese momento, me pasó que las bandas que me interesaron y me llamaron la atención subían sus discos a internet gratis para descargar, funcionaban por fuera del circuito comercial y marcaron una especie de camino. Me di cuenta de que era por ahí.
En ese momento pensaba que no había forma de que lo que nosotros hacíamos entrara en la radio o en un circuito más comercial. Fue el mejor lugar para empezar. Todavía quedaba un resabio de las industrias discográficas y demás, que ya estaba muriendo. Ahora ya no hay esa lógica, los pibes se juntan a fumar un porro en un apartamento, uno hace el beat, otro tira arriba y son indies, listo, porque lo suben a Spotify, no le piden nada a nadie, se mueven por la suya. Lo están haciendo superbién. En ese momento todavía había dos caminos. Naturalmente, no es algo que ni siquiera me tuve que dar cuenta, llegué a los Ramones, a los Smiths, pero yendo un poco más a fondo descubrí que en Inglaterra, a mediados de los 80, había sellos independientes, los guachos que hacían las canciones imprimían los discos, fotocopiaban las tapas, hacían un merch personalizado. Ese camino ya estaba puesto.
¿A qué bandas ibas a ver de acá?
Carmen Sandiego y 3 Pecados en su momento, que son los puntales más importantes, son bandas que vi en vivo y marcaron el camino de Julen, son nuestras dos bandas madres.
¿Compartieron escenario?
Con Carmen Sandiego bastante, a 3 Pecados los agarramos justo en el final de su época. Flavio, de Carmen Sandiego, y Diego Martínez, que en paz descanse, de 3 Pecados, fueron las primeras personas que se acercaron a mí y les decían a otras personas: “El Fede tiene una banda, Julen y la Gente Sola, vayan a verlo”. Yo no lo podía creer. Yo iba a sus toques y, después, ellos venían a los míos. Fue re emocionante y muy lindo. Nos abrieron los brazos y dijeron: “Vengan, esto es de ustedes también”.
Lo siguen compartiendo.
Claro, obvio, es un camino que empezamos y seguimos. Ahora es la escena que seguimos compartiendo. Amigovio sigue, Pau O’Binachi está con Alucinaciones en Familia, comenzaron a acoplarse nuevas bandas como Excelentes Nadadores, bandas de nuestra generación como Holocausto Vegetal, que tiene muchos integrantes en Julen. Hay un camino que es colectivo, que es compartido, se ve en los toques: ves músicos que están en varias bandas, nos invitamos, estamos así; cuando uno está cantando, otro de otra banda está vendiendo las entradas o el merch o haciendo la parte técnica. Es una red de apoyo, que no tiene ningún nombre ni nada, pero sí, existe y está ahí, es lo que nos sostiene y nos sigue manteniendo en el camino de la música y la amistad.
La amistad y el arte están vinculados en Julen y la Gente Sola.
No sé si hay otra forma de hacerlo que no sea queriendo compartir el tiempo con la gente que lo querés compartir. Porque no hay plata, no hay una expectativa de algo asegurado a futuro, hay disfrute. Y para disfrutar, tenés que estar cerca de gente que te caiga bien y que esté dispuesta a compartir las cosas buenas y las malas.
Tenés varios amigos músicos, que están en un espectro amplio: del sector del indie, La Vela Puerca, Pedro Dalton, Los Planetas...
Me fui moviendo y encontrando en diferentes lugares, eso fue lo que pasó con La Vela Puerca, con Pedro Dalton en Wild Gurí, con Ernesto [Tabárez] de Eté y los Problems. Encontré amigos fuera de lo que era mi escena, de repente fui sapo de otro pozo, yendo a otros lugares y reconociéndome en gente que yo, por ahí, veía relejana, por ejemplo, La Vela Puerca. Por ahí estéticamente y musicalmente es relejano a Julen y, a la vez, cuando entrás ahí adentro decís: “Ah, no pará, hay una esencia y una cosa”, que es la de estar juntos y compartir y bancarse y sostenerse.
¿Cómo fue para vos cantar con su público?
La razón y el motor: la amistad. La amistad que fue primero con Sebastián Teysera, que nos conocimos por medio de Ernesto Tábarez. Nos conocemos hace como cinco años, compartimos una amistad muy linda y que, naturalmente, se dio a fines del año pasado en una invitación para cantar con ellos “Tormenta”.
¿Te llegó público nuevo?
Sí, me empezó a pasar en la calle que me decían: “Te vimos con La Vela”. Tiene esa cosa familiar, lo mismo que construyó la banda hacia adentro está totalmente contagiado a su público. Es muy orgánico, natural y muy linda de vivir esa experiencia.
Tocás con muchos amigos, ¿tienen que ponerse límites y disciplina?
Hay momentos y momentos. En este, en el que todos estamos enfocados en una Trastienda, se disfruta y se sigue compartiendo como una emoción tremenda, pero hay un compromiso gigante por parte de todos. Sabemos que tenemos un objetivo importante y una situación a la que estar a la altura, sin dejar el disfrute de lado, sino que, justamente, para poder disfrutarlo hay que estar totalmente concentrado y puesto a eso. Organización, disciplina, trabajo, como todo lo hacemos entre todos, la estamos produciendo entre nosotros: yo, la gente de la banda, el equipo técnico, estamos todos implicados y se ve, nos vemos la cara, sabemos quién está haciendo cada cosa, todo lo que estamos poniendo. Hay una cosa lógica de corresponder, porque sabemos que no es fácil. Porque todos, con todas nuestras bandas y proyectos, hacemos esto todo el tiempo, no solo ahora que hay una fecha de Julen.
No hay un momento que es lógico decir “chip profesionalismo” o tener un interruptor que te ponga disciplina, sino que ambas cosas funcionan a la vez, queda espacio para el goce y poder compartir eso a partir del lenguaje que ya tenemos construido, que es ese: el de la amistad, te decís las cosas y ta.
Por Valentina Temesio
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