Por Valentina Temesio
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Archivar implica orden y clasificación. Archivar es, también, revisitar, leer, dejar de leer, volver. Es, para muchas personas, un tipo de obsesión. A algunas no les basta con solo tener datos básicos, efímeros: necesitan saber todo. Con esa lógica creció Inés Guridi, así también gestó su disco Pasará.
Dice que su madre es cinéfila y que a los 10 años ya había visto películas de Sergio Leone y de Wes Anderson. Si conocía a un director, tenía que saber cuál había sido su obra. No alcanzaba con una película, con un disco, con un libro: era todo o nada.
“Me obsesioné toda la vida con saber todo sobre los discos, las bandas; sobre cómo se hicieron esos discos y quiénes eran esos músicos”, recuerda. Y clasifica: por género, por época, por países.
Comenzó con los CD copiados que su padre, Renzo Guridi —más conocido como Renzo Teflón, de Los Tontos—, tenía copiados en sus siete biblioratos. Eran transparentes, de plástico, y por cada folio entraban tres o cuatro discos. Allí guardaba álbumes de los Dandy Warhols, The Cure, The Police, Pink Floyd, The Doors.
“De esos biblioratos saqué de todo: bandas inglesas que con el tiempo medio que desaparecieron. Porque era una mezcla entre lo que escuchaba mi papá y lo que los fans o los amigos le traían para que escuche”, dice. También le llegaban las cosas que su padre “no entendía”, como Björk.
Guridi nació inmersa en la cultura. Quizá por la influencia de su madre, de su padre, de su abuela o de su abuelo, el escritor Mauricio Rosencof. Sin embargo, su carrera es propia, así buscó que lo sea. Primero se presentó al mundo como Isla Panorama: una mujer que producía música electrónica, sin nombre y sin apellido, sumergida en el ensayo y error.
Ahora, en 2023, se presenta con su nombre, el mismo que tiene su cédula de identidad, uno que, de alguna manera, sigue un legado que está marcado en la historia del país. Ino Guridi se presenta como música y productora, muestra su cara, y en una búsqueda de su propia identidad llegó Pasará, su primer disco solista a través del sello Little Butterfly Records.
Este sábado 10 la artista se presenta en Bluzz Bar con su banda e invitados especiales; Federico Morosini de Julen y la Gente Sola abrirá el show.
Desde hace muchos años estás inmersa en el mundo de la música. Primero fue con Isla Panorama, que te llevó a otros países. ¿Por qué dejó de existir ese proyecto?
Dejó de existir por sugerencia de un amigo, con este disco [Pasará] bastante avanzado. Yo pensé que iba a ser de Isla Panorama, pero como tenemos una tradición de mujeres músicas que usan su nombre y su apellido, como Mariana Ingold, Vera Sienra, Sylvia Meyer, Ana Prada, él consideraba que yo venía a ser parte de esa herencia rica de nuestra cultura uruguaya, que tiene que ver con la identidad y que para él este disco era más Ino Guridi que Isla Panorama.
¿Cómo es la identidad de Ino Guridi?
Hoy por hoy está mucho más expuesta. El hecho de que apareciera la voz y mis letras adelante de todo, hace que sí o sí yo esté compartiendo algo con el público, con la gente, que es íntimo y decido exponer porque siento que, en el fondo, todos sentimos lo mismo. Yo no me había animado a dar el paso de entender que yo también tenía una voz y la podía usar.
¿En qué momento la encontraste?
La encontré con mi primer viaje a Chile. La primera vez que fui invitada a tocar fui con Mountain Castles, una banda amiga uruguaya. En ese primer viaje, yo estaba constantemente experimentando y una de las cosas que había empezado a notar era que hacía falta que yo, aparte de tocar el teclado en vivo, cantara, porque si no quedaba muy rígido. Entonces, esa necesidad se volvió mucho más latente la semana antes de irme. Era la primera vez en mi vida que iba a tocar como invitada a otro país, las ganas de hacer un show muy bueno eran fuertes. Esa semana antes de viajar a Chile me obligué a tener una canción en español para poder cantarla cuando tocara en el festival. Esa canción fue “Días”.
¿La raíz de Ino Guridi es cantar en español?
Sí, 100%. Es hablar el lenguaje que yo hablo. Obvio que uno puede saber otros idiomas, pero es muy lindo cuando uno elige el que se expresa y se da cuenta de la dificultad de decir las cosas sin esconderse. En inglés puedo decir cualquier cosa; puedo esconderme, todo rima con todo, hay como una cosa muy musical, quizá de una búsqueda más fácil, y yo no quería eso, sentía que mi búsqueda artística me pedía que hiciera música en español.
¿En esa búsqueda surgió “Días”?
Sí, me salió toda de una. Yo no escribo las canciones, mi proceso compositivo es de improvisación: me siento con el micrófono, canto y sale algo. Siempre me grabo. Cuando salió “Días” me sorprendí de lo sencilla que era, porque tenía muy pocas palabras, pero estaba sintetizando un sentimiento.
Aceptar que hay días en los que una no quiere hacer nada…
Totalmente. Es como una confesión de algo que nos pasa a todos, que es eso de cuando te encontrás en una especie de rutina, de confusión de los hechos que están sucediendo en tu vida. Es una canción que a la gente le resuena un montón. Siempre fue así en comparación con mi música instrumental. Eso me dio la pista de que, si yo quería ser música, estaba bueno que hiciera lo que a mí me sale mejor, y por lo que comentaban, parecía que era tener letra y ponerle una voz. Yo sabía que no era lo suficientemente buena todavía y me dediqué a trabajar muy duro.
¿Por qué creías que no eras lo suficientemente buena?
Porque no afinaba la voz correctamente, nunca fui a clases de canto. No era una persona que cantara todos los días. Tenía esa dificultad y me dediqué a superarla día tras día, estudiando con clase —aunque poco—, mucha práctica para poder afinar mejor mi instrumento, que es la voz, y lo considero el más complejo.
¿Cómo era la Ino que empezó con este proceso? Imagino que la de “Días” no es igual a la de Pasará.
La Ino que empezó era muchísimo más insegura, pesimista. Igual, era muy soñadora; sigo siendo, por suerte lo mantengo. Con la música tengo ganas de hacer cosas que comuniquen, que se expandan; sigo manteniendo esa misma visión. Pero ahora estoy parada en otro lado, en uno hermoso, de mucha dulzura, pero también de mucho empoderamiento de mis capacidades, de haberme dado cuenta que soy una persona que aprende rápido. Siento que tengo cimientos para seguir construyendo. Por eso es tal la presión, porque amo tanto la música que no soportaría sacar algo que no me represente o que sienta que no está aportando algo.
Estás mostrando tu identidad, usás tu nombre.
Es mi nombre.
No podés enconderte.
No. Además, yo me imagino de música hasta vieja. Como veo la carrera de Laurie Anderson, de Juana Molina, de Sylvia Meyer. La idea de la mujer mayor de 60 años haciendo música me seduce a seguir viviendo mi vida así, en un mundo en el que estamos obsesionados con que las mujeres menores de 30 son las únicas que tienen lugar en las difusiones y en los medios. Después de que cumplís 30 tenés una fecha de vencimiento; yo odio eso, estoy en contra de eso.
¿Lo sentís así?
Sí. Re siento la presión cuando te presentás a los fondos, con los límites de edad, las becas. No estoy hablando de todos, sino de algunos. Hay una presión muy grande con el tema de la edad, yo lo vivo constantemente, no sé si es porque soy millenial o porque sigo arrastrando esta concepción más antigua de las cosas. Pero a la presión social de la juventud, de ser mujer joven, la siento constantemente.
¿En qué momento?
En el momento en el que veo cuál es la forma de comunicarse que tienen las artistas mujeres de este momento.
¿Por ejemplo?
El tipo de fotos que se sacan, cómo se sexualizan. Puede que las letras de las canciones mainstream ya no estén hablando de depender del hombre, pero sigue girando en ese tema, es como si no existieran otras temáticas en el mundo para hablar desde la música. Tenés un abanico de temáticas para escribir letras y estás eligiendo solo una fracción y siempre está girando en torno a la sexualización, a las drogas.
Son mainstream, de alguna manera es lo que la gente quiere escuchar.
Está buenísimo, pero yo veo que las mujeres que están en la música, que están en el mundo mainstream, las que lograron esa superexposición, la mayoría —no digo todas, estoy generalizando y hablando de un análisis que yo hago de los tiempos en los que vivo—, tienen algo muy basado en cómo se les ve la cara, en cómo es la selfie.
Ser un producto.
La mujer siempre fue concebida como un objeto, pero yo creo que ahora es más heavy porque lo hacemos nosotras mismas en pos de tener trabajo. Porque yo sé que en el fondo estas chiquilinas lo hacen por un tema de números, para ser exitosas en sus carreras. Lo que yo digo es: necesitamos más ejemplos de mujeres que no tengan que recurrir a ese lenguaje. No digo que no tiene que existir, no estoy en contra ni a favor, estoy haciendo una lectura.
Estamos en una época en la que la gente se opera la cara más que nunca, se da bótox como quien se va a dar una vuelta, se está dedicando a gastar gran parte de su dinero en esa obsesión. Eso, después, lo ves trasladado en la cultura en todas las áreas: en la tele, en el cine, en la música también. La música es un reflejo de lo que estamos viviendo.
Y vos, ¿cómo te mostrás?
Me es igual de importante cómo me muestro que lo que hago, o por lo menos intentarlo, porque yo no me puedo hacer responsable de la opinión de la lectura de nadie. Digo: ¿qué puedo hacer para que el mundo sea un lugar un poco mejor? Creo que nos hace bien cuando vemos gente que se humaniza, tanto en las redes como en los medios. Cuando se humanizan los ejemplos que tenemos en la cultura, nos hace bien a todos.
Ser vos.
Es súper difícil ser uno mismo en esta época. Y este disco fue eso, ese ejercicio. Me generaba el desafío de ser yo misma sin pensar en nadie más.
¿Cómo es ser un nombre nuevo pero, al mimo tiempo, estar vinculada a otras figuras que forman parte de nuestra cultura?
Para mí siempre fue muy difícil, y por eso siempre quise hacerme un camino propio, lejos de esas referencias. Si bien hago música desde que tengo 14, es la primera vez en la que me es algo feliz hablar de mi herencia familiar, porque siento que tengo muchos años de trabajo arriba que avalan mi persona y hace que no me condicione para nada. Eso es algo que, con mucho esfuerzo, lo generé yo. Quizás no tendría que haber sido así, quizás yo tendría que haber usado eso a mi favor. No quería hablar de mi familia hasta que no sintiera que yo estaba más formada como individuo.
Te da más independencia, de alguna manera.
Sí, totalmente. Siempre tuve una visión muy propia de las cosas. Con esta cantidad de cultura que consumí, yo ya era un personaje de la cultura, me parece, solo que no estaba enterada [se ríe]. Eso, en el caso de mi papá, soy muy fanática de Los Tontos, me parece que hicieron de los mejores discos de la música uruguaya, yo los disfruto un montón, los canto, los bailo. Me parece que mi abuelo tiene unos libros y una poesía excelsa, y me parece que también ha sobrevivido a cosas con una fuerza que yo admiro, me parece que va más allá de cualquier partido político. Yo lo veo como un personaje de la cultura y me parece que todo lo que se ha generado internacionalmente respecto a su figura, avala que es una persona de la cultura.
¿Sentís presión?
Por lo buenos que están los discos de mi padre y por la trayectoria de mi abuelo, yo me sentía en falta si no hacía algo que estuviera a un buen nivel. Nunca tuve la posibilidad, dentro de mi propia exigencia, de sacar algo que estuviera más o menos, que me parece que es un derecho que las mujeres deberíamos de adquirir, que se le da a los hombres y a las mujeres no: la posibilidad de ser mediocres.
En Pasará también hay influencias de la música uruguaya. ¿Te llegó de chica?
De chica, porque mi mamá escuchaba mucho Eduardo Mateo y realmente me fascinaba. Tengo su música asociada a los primeros recuerdos de mi vida, entonces me parece que lo tengo metido adentro de la cabeza. También, por mi papá, todo lo que fue Los Tontos y los contemporáneos a ellos siempre los tuve muy escuchados. Pero, unos amigos de MySpace me mostraron Opa, Totem, El Kinto y los primeros discos de Jaime Roos. Descubrí ese otro pedazo de la música uruguaya y me fascinó. Sylvia Meyer también, porque la conocí personalmente y me dio su disco Feliz apocalipsis y lo gasté. Esa era mi referencia en la música uruguaya. Para este disco me dediqué a irme al hueso con este tema. Entonces, amplié mi conocimiento de música uruguaya con la misma lógica de archivo. Fui desde sellos a artistas, músicos que participaron en discos de otros músicos, a joyas que no teníamos idea que existían, a mujeres que hicieron un disco y desaparecieron de la industria musical.
¿Qué es lo más uruguayo que tenés en Pasará?
[Piensa]. Creo que todo el disco es muy uruguayo, pero porque me parece que Uruguay también tiene una tradición de ser súper experimental en todos los géneros desde el candombe beat, [Hugo] Fattoruso, Sylvia Meyer, Jaime Roos en sus primeros discos. A mi disco lo considero muy experimental, el nivel de experimental que es muy uruguayo, porque ya venimos de esta tradición.
De hecho, usaste la caja de ritmos de 7 y 3.
Sí, en “Moras” usé la caja de ritmos que Jaime usó en 7 y 3, que es de Jorge Nasser y Fran Nasser, su hijo, la tenía y me la prestó. Nasser también tocó el bajo en el disco. También están invitadas Julieta Taramasso, Lucía Mansa Pintos, Silvina Chivi Moreiro, Miel, Manuela Gutiérrez, Tallo, Iván Krisman, Francisco Etchenique y Ernesto [de Eté y los Problems]. Hubo esa búsqueda de que haya nuevos talentos de mujeres incluidos en el disco. Lo busqué y me parecía reimportante; además de los nombres que ya sabemos que tienen su peso y trayectoria, apuntar a personas nuevas. Creo que todas están en grandes momentos de su carrera.
Por Valentina Temesio
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