A 20 años de "Whisky", y recientemente declarada Ciudadana Ilustre de Montevideo, la actriz conversa con LatidoBEAT..

A 20 años de "Whisky", y recientemente declarada Ciudadana Ilustre de Montevideo, la actriz conversa con LatidoBEAT.

Por Gustavo Kreiman | @guskreiman

El cine uruguayo no intenta ser algo que no es para contar una historia. Y las historias uruguayas son cuentos de personas que no intentan ser ni aparentar otra cosa que lo que son. Eso dice Mirella Pascual, que sabe de cine uruguayo porque hace más de 20 años que es actriz y le pone el cuerpo a las historias.

Esa honestidad que encuentra como característica del ser y del hacer cine de acá, también puede pensarse vinculada a su manera de actuar. “Lo más profundo que le doy a mis personajes es mi manera honesta de leer quiénes son”, dice Pascual en entrevista con LatidoBEAT, un lunes de diciembre a la tarde en el café de Cinemateca. En la explanada de ese lugar, el 3 de diciembre, la intendencia de la ciudad la distinguió como Ciudadana Ilustre de Montevideo. Y en el marco de ese acontecimiento, se proyectó al aire libre Whisky, la película de Juan Pablo Rebella y Pablo Stoll que se estrenó hace 20 años y se convirtió muy rápido en un clásico, por el arraigo que tuvo en el público y el reconocimiento internacional.

Trabajó también en El último verano de la boyita (Julia Solomonoff, 2009), Miss Tacuarembó (Martín Sastre, 2010), La noche de 12 años (Álvaro Brechner, 2018), Alelí (Leticia Jorge, 2019), El perro que no calla (Ana Katz, 2021), entre otras películas uruguayas, argentinas y bolivianas. Y en el último tiempo también ha trabajado en series de mucha popularidad, como Iosi, el espía arrepentido o El amor después del amor. En esta última encarnó a la abuela de Fito Páez, víctima de asesinato cuando el músico todavía era muy joven.

Llegó a la actuación impulsada por el deseo de comunicar, y también por el deseo de vencer a la muerte, porque creía que los únicos que sabían hacerlo eran los médicos y los artistas —que encuentran una forma de vivir para siempre—. Cuenta que llegó al casting de Whisky un poco de casualidad, a partir de otro casting para una publicidad. Que le empezó a ir más o menos bien y que en la mayoría de los rodajes en los que participa, la siguen reconociendo como "la de Whisky". No lo dice molesta, lo dice agradecida. Agradece que fue a partir de esa visibilidad que le fueron surgiendo las oportunidades laborales y la convirtieron en una actriz referente del cine uruguayo, además de una de las que más trabaja en el exterior. También advierte que ser una de las actrices que más trabaja no quiere decir que trabaje tanto como le gustaría. Habla de lo frágil que es la estabilidad en la profesión. Dice que a las actrices y actores jóvenes, como su hija, ahora les recomendaría que sean lo que quieran ser, pero que se aseguren de tener un sueldo fijo mientras tanto.

Cuando habla de Whisky, destaca que lo más valioso de la película para ella es el hecho de que dos directores jóvenes se hayan preocupado por contar una historia de personas más grandes con tanta sensibilidad. Sobre cómo son sus emociones, sus deseos, qué expresan, qué reprimen. Dice que ella no era vieja cuando la hizo, pero que ahora sí. Y que cuando su nieta le empezó a preguntar cómo está y pedirle que le cuente cosas, se dio cuenta de que era importante. Sospecha que quizá por eso la película se volvió tan querida, y la ve como un retrato honesto de la sociedad uruguaya por los tiempos que se toma para contar la historia.

Es hermoso que la lucidez y la sensibilidad no necesiten adquirir formas grandilocuentes ni impostadas para desenvolverse en una conversación. Eso es lo que ella disfruta de actuar en cine, y piensa que en teatro resulta más difícil.

Mirella Pascual nació en Montevideo el 10 de abril de 1954, se casó a los 17 años y se fue de lo de sus padres a vivir con un marido. Luego se divorció y tuvo otros dos maridos, de los que también se divorció. Dice que ahora está viviendo una vida nueva, porque sus hijos ya son grandes y puede charlar tranquila con ellos y sus nietos. Que aunque le cuesta más económicamente, le encanta porque cuando no está trabajando puede salir a caminar, o tomar mate en pantuflas en su casa todo el día y que a ella le gusta vivir así. Es honesta con lo que le gusta y lo hace con honestidad. “Lo más lindo de actuar es hacer lo que te gusta y que te paguen, no todo el mundo puede”, dice. Y también que recién ahora entiende por qué los artistas viven para siempre. Cuando lo dice su vitalidad resplandece.

Ella no se hace ver, se deja ver. Mira con claridad y tiene una mirada en donde se puede ver claramente. A través de la mirada de una actriz podemos acercarnos a ver qué es actuar, pero también, cómo somos mirados por ella. Esa honestidad no es solamente una forma de estar frente a cámara, sino también una manera de leer la realidad, una manera de sentir y entender quién es un personaje, a dónde vive, y por qué eso puede ser una representación simbólica de la realidad en común. Para decirlo, más que sencilla, ella es contundente y clara: no hay ningún tipo de opacidad impostada por su trayectoria ni su profesión. Ni bien empieza a hablar, eso se puede ver. La mirada se le pone todavía más clara cuando habla de sí misma, algo en sus ojos se transparenta, cambia. Cuando habla de personas que ama o admira, también es clara, pero ahí la mirada además le brilla.

Foto: Juan Manuel Ramos (IM)

Foto: Juan Manuel Ramos (IM)

¿Si tuvieras que explicarle qué es actuar a alguien que nunca vio teatro, cine, ni televisión, cómo lo harías?

Para mí actuar es jugar a que sos ese personaje. Y vivirlo, entenderlo, comprenderlo. Transitarlo por todas las emociones que tenga que transitar. Por eso tenés que tener mucho conocimiento de ese personaje para después hacerlo pasar por todas las situaciones que tenga que pasar en ese proyecto, en ese rodaje o en el teatro también.

¿Cuál dirías que es tu materia de trabajo: el cuerpo, la voz, la memoria? ¿Cómo describirías la diferencia entre actuar para cine y para teatro?

Yo creo que es más con el alma que se trabaja. Obvio que todo acompaña; un personaje se forma de muchas partes. Lo de afuera es importante, pero para mí, tenés que sentirlo y vivirlo, por eso te digo el alma. Y entre el teatro y el cine hay muchas diferencias. El teatro lo que tiene es la complicidad con el público, la respuesta inmediata, todas las funciones son diferentes, depende de cómo estás vos y cómo está el público y tus compañeros. Pero el teatro tiene como... ¿Cómo te puedo explicar? Es más grandilocuente. A pesar de que con los años se ha ido haciendo más natural todo, porque antes era como muy almidonado, todo muy declamado. Después se fue haciendo más natural. Además, ahora se hace teatro con micrófono, yo no llegué a eso, me parece muy raro. No sé si podría actuar con micrófono. Pero claro, la proyección de la voz, los movimientos, los ritmos, es todo distinto en el teatro.

Y en el cine tenés una cámara que está mirando lo más mínimo que puedas hacer. Una mirada, un gesto. La llegada es como muy íntima, la llegada a la cámara y también la llegada después al público. A veces, en el cine son los pequeños detalles de la actuación los que te emocionan. Por ejemplo, yo sé que todo el mundo está en contra de eso, pero yo veo las películas dobladas, porque me parece que mientras leo me pierdo capaz un detalle de la actuación que es fundamental. Siempre estoy muy pendiente de eso cuando veo una película. Y cuando estoy trabajando, soy consciente de que la cámara te pide esas cosas. Y a veces, no sé, un gesto mínimo es lo que te puede llegar a emocionar.

¿Sentís que ese tipo de detalles, esos gestos pequeños aparecen al estar conectada con el personaje? ¿O los pensás como una operación que hacés como actriz?

No, eso surge desde adentro del personaje. Después la técnica funciona en el sentido de que siempre son varias tomas de la misma escena, entonces tenés que mantener la espontaneidad. Y regular las emociones para no gastártelas todas, porque sabés que en un ratito vas a repetir y vas a tener que sentir lo mismo. Por ejemplo, si sabés que es un plano abierto, capaz te podés guardar más la emoción para cuando viene un plano cerrado que va a estar más encima tuyo, entonces se va a ver mucho más. Para mí la técnica tiene que ver con ese ejercicio de poder soltar y volver, y soltar y volver, tenés que tener mucha concentración. Conozco actores que son bárbaros y cuando tienen cortes, se ponen a charlar de cualquier cosa y vuelven y están. Pero yo necesito mantener eso controlado para después poder darlo cuando tiene que estar.

Leí en otra entrevista en la que decías que no te distraés y te mantenés muy concentrada en los rodajes, incluso que a veces los vivís de manera solitaria por mantener esa concentración. ¿Es una manera de vivirlo, una cábala, una disciplina?

No, no, no. Cábala es ponerse la bombacha de determinado color en cada rodaje (risas). Es una manera de trabajar. Si se me acerca alguien a hablarme, obvio le contesto, pero no busco conversación ni estoy con el celular. Estoy ahí, presente, para seguir conectada con el personaje.

Whisky (2004), Juan Pablo Rebella, Pablo Stoll

Whisky (2004), Juan Pablo Rebella, Pablo Stoll

También dijiste que quisiste ser actriz para ganarle a la muerte. ¿Cómo fue que te acercaste a la actuación?

Cuando yo era chica empecé a ser consciente de la muerte, pensaba cómo salvarse de eso, ¿no? Entonces me parecía que había dos maneras, o eras médico y te curabas de todo y curabas a los demás, o eras artista, porque siempre escuché que los artistas viven para siempre. Después entendí por qué. Mi padre era músico, decía que era artista, entonces eso siempre estuvo ahí, pero no es que tuviera la vocación, no es que pensara que iba a ser actriz de grande. Después se fue dando, se fue dando bastante de casualidad todo. Incursioné un poco en el teatro, luego tuve que dejar porque tenía otras prioridades, estudié un poco de Periodismo en la UTU, pero yo trabajaba de día, estudiaba de noche, tenía hijos, no tenía tiempo para estudiar realmente. Y tenía la necesidad de comunicar de alguna manera. Entonces más tarde, después de los 90, ya me contacté con el teatro.

A raíz de que nació mi última hija me brotó escribir letras de canciones para niños. Hice un taller de letras con Mauricio Ubal, y alguien fue al taller a buscar a alguien que escribiera letras de canciones para niños. Y era yo la única. Eso fue lo que me conectó con el teatro. Iba a ver la obra en la que yo había escrito las letras y bueno, en un momento hubo que sustituir a una actriz en una función y yo estaba ahí así que la sustituí. Y después seguí. Hice talleres de actuación. Luego me fui del teatro e hice talleres de actuación frente a cámara. Y ya en el medio había hecho trabajos de los estudiantes de la ECU. En los trabajos finales yo participaba en los cortos. Uno de ellos fue el de Pedro Luque, que mirá ahora lo que es Pedro Luque. Siempre nos acordamos de eso. Y bueno, ahí fue cuando conocí el cine, por un casting para un comercial que hice, de casualidad. Y era Juan Pablo Rebella el que estaba haciendo el casting. Y luego me llamaron para hacer el casting de Whisky, sin ninguna promesa de nada, yo como cualquier otra actriz. Y tuve esa fortuna de que fuera Whisky mi primer largometraje profesional, con lo que significó para Uruguay.

¿Por qué te parece que se volvió tan representativa del cine uruguayo?

Yo a la película la veo siempre con amor. Y me parece que, a pesar de que hayan pasado los años, está vigente porque es como un drama solapado con un humor muy raro. Y es una película que yo la puedo ver siempre y creo que se puede ver siempre, si le soportás el ritmo del principio. Tenés que entender que ese ritmo tiene un sentido. Y me parece que es una película llevadera. Siempre me pareció muy impresionante que esos chicos tan jóvenes pudieran crear esos personajes tan lejanos a su edad. Conocer la vejez, porque yo no era tan grande —ahora sí soy vieja pero en ese momento no tanto— y ellos eran muy jóvenes. Y conocer el sentimiento que pueden tener esos personajes por dentro, la vida que ya han recorrido. Me pareció siempre muy interesante que ellos hayan logrado escribir con tanta claridad esos personajes que estaban tan alejados de su edad. Y me parece que hay algo de ese retrato y de esa cuestión generacional que es representativo del uruguayo, digamos, que se sigue viendo como un ejemplo de la vida en Uruguay. Y me parece que es útil, de repente, porque ahora que yo estoy en esta edad, me doy cuenta de cuánto desconocemos cuando somos jóvenes el interior de una persona grande. Todas las cosas vividas y las que te pasan, y las que sabés que en cualquier momento te pueden pasar. Cómo se ve la vida mirando hacia atrás sin saber cuánto hay más adelante.

Me parece importante que se hagan películas de gente grande para que los más jóvenes puedan estar atentos. Porque yo creo que los abuelos, siempre tenemos mucho peso en la familia. Pero yo, como nieta, en esas épocas tengo hermosos recuerdos de todos mis abuelos, pero me doy cuenta ahora que no fui lo suficientemente curiosa para conocer de su historia, para saber lo que les estaba pasando. Porque antes, no sé, no éramos así. Era como el respeto al abuelo, no se tuteaba a los abuelos en ese momento. Y yo veo ahora, que tengo cuatro nietos, que mi nieta mayor siempre fue muy curiosa desde chiquita. “Contame todo, contame todo”, me dice. Y te das cuenta de que como abuela vas haciendo historia en la familia. Cada vez que estás contando algo, sabés que eso va a quedar. Es muy lindo. Mi nieta me conoce mucho, siempre sabe lo que me está pasando. Por eso me parece lindo que se cuenten historias de gente grande en el cine.

Alelí (2019), Leticia Jorge

Alelí (2019), Leticia Jorge

¿Te parece que actuando jugás a ser otra u ofrecés una versión más honesta de vos misma?

No, es jugar a ser otra, estar viviendo otra vida. Pero obviamente que siempre hay una visión de cada actor y cada actriz que encarna un personaje. Porque soy yo misma, soy yo misma leyendo a ese personaje con mi criterio, con mi sentir. Lo más profundo que les doy a mis personajes es mi mirada, la lectura que yo hago de ellos. Y ahí sí aparezco yo porque esa mirada es subjetiva, y yo los miro con honestidad. Hay una forma de leerlos y después uno le pone el alma, el corazón. De esa mezcla de cosas creo que surge el personaje que puede dar cada ser humano.

Marta se volvió un personaje icónico porque la película se volvió muy representativa del cine local y por cómo está planteado el guión, por la manera que tiene de relacionarse con los hombres que comparten la historia. Esto parece resignificarse con el paso del tiempo. ¿Cómo leías o veías el personaje cuando filmaron la película? ¿Hay algo de esa lectura que haya cambiado?

El tema es que Marta en el guion era un personaje que era un pívot entre la relación de los hermanos. La película hablaba de la relación de ellos como hermanos y Marta estaba ahí, en el medio. Y luego Marta tuvo vida propia. Y a esto lo hablamos con los guionistas; con los directores, Rebella y Stoll, y Gonzalo Delgado como coguionista. Fue creciendo el personaje de Marta y tomando como una relevancia importante en esas dos vidas o en esa historia.

¿Creés que los personajes femeninos están siendo concebidos desde otro lugar actualmente? Antes era mucho más común que la mayoría de los personajes de mujeres estén en la historia en función de lo que les sucedía a los personajes masculinos.

¿Cómo se están tomando los personajes de las mujeres ahora? No sé bien cómo responderte. Pero sí sé que a la mujer se la está tratando de sacar de lugares complicados y negativos. Y ponerla en el lugar que le correspondió siempre.

Lo que pasa es que ese guión estaba planteado así. Quizás cuando lo escribieron, como eran varones, no hicieron tanto hincapié en esa mujer, en lo que le estaba pasando realmente al estar en esa situación. Quizás fue por eso. No lo sé. Pero bueno, Marta es Marta.

Contaste que algo muy importante para tu proceso creativo fue el vínculo con los directores y la posibilidad de ensayar mucho para ir componiendo el personaje justamente en el vínculo.

Sí, sí. Fue una gran cosa, porque en el cine no se ensaya tanto, nunca hay tanto tiempo. Y nosotros por suerte tuvimos ese tiempo. Descubrí a Marta en una improvisación que se le ocurrió a Pablo Stoll, que era una escena que nada que ver, no estaba en el guion, pero era para encontrar el vínculo entre Jacobo y Marta. El vínculo exacto. Ellos tenían un vínculo de mucha confianza por la cantidad de años que trabajaron juntos, pero había un límite. Nadie conocía la intimidad del otro. Marta puede ser que supiera cosas de su patrón, pero no se atrevía a cambiar ideas con él, obvio. Y yo siento que encontré el personaje así, en una improvisación por fuera del guion, por eso fue tan lindo poder lograr tantos ensayos.

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¿Tuviste otras experiencias en los que hayas podido ensayar de esa manera?

Por ejemplo, en Alelí, con Leticia Jorge, también tuvimos la suerte de tener varios ensayos. Tuvimos más de un mes de ensayos y eso se agradece un montón. Pero, por ejemplo, cuando viajás a otro país, te llevan ahí sobre el pucho, porque obviamente estás ocasionando un gasto a partir de que te llevan. Me pasó en la serie de Fito que yo no tuve tiempo de ensayo. Llegué a Buenos Aires una semana antes de filmar y todos los demás actores, que eran argentinos, estuvieron filmando, ensayando mucho tiempo. Está bien que algunos necesitaban mucho ensayo porque hacían de personas reales muy conocidas, como Fito o Charly. Pero mi personaje también era importante en la vida de Fito. Y llegamos y tuvimos un ensayo técnico nada más. Yo tuve solamente un ensayo técnico del momento de la muerte, del asesinato de la abuela, de la tía y de la empleada. Eso fue lo único. Cuando llegué el primer día de rodaje, de repente me pusieron una peluca, el vestuario y había que rodar.

Yo había estudiado el personaje, pero de repente estaba en una mesa, con una familia que recién estás conociendo. Y me acuerdo de que el director dijo que estábamos listos para filmar y yo dije: “No, dame unos segundos a que yo conozca a esta mujer, ahora así como está, y a esta familia”. Recién me convertía en la abuela de Fito. ¿De dónde la iba a sacar si no me daban tiempo para conocerla? Pero eso pasa, sobre todo cuando vas a otro país, no hay tiempo de ensayo. Y acá tampoco, eso de tener un mes de ensayo no es tan común. De todas maneras, por suerte me ha tocado actuar con actores que andan volando, entonces conectás enseguida y tenés una buena comunicación, pero también hay que conocer mucho al personaje de cada uno.

Dijiste que te acercaste a la actuación para comunicar y Marta es un personaje que calla mucho, y cuando más habla, habla al revés. Hay algo particular también en la forma de comunicarse del personaje que es fundamental no sólo para la historia y la película, sino para el vínculo de los dos hermanos. Y algo de tu expresividad como actriz anida mucho en ese silencio. ¿Cómo te sentís con eso?

Sí, es una película de mucho silencio. Y para mí los silencios son muy importantes. También en mi vida. Yo no soy muy verborrágica. Y soy bastante contemplativa. Hablo cuando tengo que hablar. Hay mucha gente que habla mucho, mucho, mucho. Y yo digo, esa gente que habla mucho, tanto, tiene que estar diciendo cosas que son inútiles. Más vale hablar cuando tenés algo interesante para decir. Me gusta mucho escuchar. Y me encanta el silencio. Y bueno, el silencio estaba planteado en la película. Y capaz que Marta tiene un poco de mí en eso. No sé, como de callar y aceptar. La gente tiene miedo al silencio y a la soledad, sobre todo en la vejez. Y yo te puedo decir que disfruto de esas cosas.

¿Cómo te parece que fue cambiando la manera de hacer cine nacional y también de representar a Uruguay en el cine en este tiempo?

Mira, para mí el cine tiene identidad propia. Cada país en el cine muestra su identidad. Creo que nosotros tenemos un cine muy uruguayo, con los uruguayos que tenemos, y muestra lo que somos. Eso a mí me gusta. Lo presentamos así, a veces se hace humor y está muy bien. No creo que el cine uruguayo se haya vuelto tan comercial como para querer estar haciendo “lo que hay que hacer”. Creo que por suerte mantiene esa identidad y sus tiempos y creo que hay gente muy creativa. Hay inquietud por hacer cosas y hay creatividad, pero la esencia yo creo que no la vamos a perder. Como cada país, vos ves el cine de cualquier otro país y te das cuenta de que están mostrando cómo son, cómo funciona su sociedad, cuáles son sus problemáticas. Eso es lo mejor que se puede mostrar en el cine.

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¿Y cómo te parece que son los uruguayos que muestra el cine uruguayo?

Yo creo que son los tiempos en que suceden las historias. Creo que es la forma de ser del uruguayo en general. Que somos, no sé si decir respetuosos, pero somos bastante sensatos. No somos amarillistas. Creo que somos honestos, honestos con lo que hacemos, y creo que se hace un cine honesto. Seguramente han cambiado mucho los ritmos, las formas de filmar, las plataformas, las exigencias. Ahí hay muchas cosas que tienen que estar condicionando un poco, porque siempre hay que negociar. Pero creo que todavía mantenemos un cine uruguayo que se pueda ver en el mundo, reconociendo nuestra identidad. Me parece que no intentamos ser ni parecer otra cosa y eso es lo bueno.

Desde Whisky hacia acá trabajaste un montón, ¿con qué directores aprendiste trabajando? ¿Qué es que te dirijan bien para vos?

Con muchos directores. Por ejemplo, con Álvaro Brechner en La noche de 12 años, para mí fue increíble trabajar con él. Nunca me había tocado un director así. Me pareció muy interesante. Leticia Jorge, de Alelí, que se me pone celosa porque siempre hablo de Álvaro. Pero de verdad, con Leticia también es muy placentero trabajar. Es muy creativa, muy fácil de comunicar lo que quiere, que eso es sumamente importante. Podría nombrar un montón de directores con distintas particularidades que me han enseñado mucho. Julia Solomonoff, en El último verano de la boyita, también, impecable. Por suerte en general he tenido buenos directores.

Para mí que te dirijan bien es que podamos intercambiar, que sea claro a la hora de pedir lo que necesita del personaje y que acepte propuestas. Que en general se da. Porque uno ve de una manera el personaje, el director la ve de otra, y hay que llegar a un acuerdo. Lo importante es lo saber hacer lo que necesita el director. Eso es lo importante, lo que te pide. Pero si vos ves que quizás vos podés aportar algo a eso, porque lo ves de otra manera y lo discutís con él, quizá diga, “mirá, no se me ocurrió eso, puede servir”. O que te diga que no, que él necesita que sea así. Esa claridad y esa apertura me parecen fundamentales para sentirte confiada. Porque vos tenés que estar confiada en lo que está viendo el director. Porque vos hacés lo que estás haciendo y ahí quedó. Después vas a ver el resultado cuando esté la película hecha. Y eso es la magia del cine, que a mí me fascina.

¿Y con qué actores o actrices sentís que aprendiste al compartir rodajes?

Y actores buenos con los que he trabajado son muchísimos. Nunca pensé trabajar con Leo Sbaraglia, que lo admiré toda la vida. Siempre lo nombro, le deben arder las orejas. Pero viste cuando vos admiras a alguien desde siempre por su trayectoria, por mantener su intimidad a pesar de ser argentino. Y es muy generoso. Cuanto más grandes son, más generosos son para trabajar los actores y las actrices. Porque no hay ese ego que tiene a veces la gente que está empezando. Natalia Oreiro, divina. Rossy De Palma, también, es muy graciosa, muy divina. El otro día me preguntaron en un programa si me había pasado que alguien no se supiera la letra. Y en ese momento no me acordé. Rossy de Palma no se aprendía la letra. No le importaba mucho. En cada corte repasaba la letra y repetía, y me confesó que nunca se la aprendía.

Y bueno, trabajé con Mercedes Morán que es un monstruo, divina actriz, también nos llevamos muy bien. No sé cómo decirlo para no herir, pero quizás hay algún actor o actriz que está empezando y que te ve como un rival o que quiere destacarse. Y bueno, yo los dejo. A veces te piden cambiarte de lugar de donde te puso el director, te dicen, “cámbiame porque ahí la cámara no me llega”, y yo no le doy importancia, es un lugar físico, una pavada, yo me cambio. Que vayan haciendo su camino. Pero los grandes son generosos y aprendés mucho con ellos.

Vos también sos una gran actriz y una actriz grande, ¿cómo lo vivís?

Yo soy conocida... No sé si soy una gran actriz porque hay muchísimas, pero soy conocida acá en Uruguay, obviamente. De eso no hay duda. Y en Argentina también, soy conocida en el medio. Y en los otros países a donde voy, soy "la de Whisky". Fui a Bolivia y era "la de Whisky", fui a Brasil y era "la de Whisky". Y acá en Uruguay para muchos también soy "la de Whisky". Yo miro a los grandes como gente muy talentosa y con mucha trayectoria, más que yo. Nosotros somos uruguayos, siempre estamos mirando a Argentina. Yo los adoro, pero siempre estamos mirando para allá, entonces conocemos mucho más a los actores argentinos que a los nuestros. Porque somos así, y porque crecimos mirando televisión argentina, cine argentino, porque ellos hace años que tienen mucha producción de cine. Está buenísimo y hacen muy buen cine. Acá hay poco o casi nada, no sé, prácticamente no hay ficción en televisión. Y eso es lo que más llega a todo el público. Pero acá en Uruguay también hay actores y actrices maravillosos.

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¿Qué actrices o actores uruguayos te gustan?

César Troncoso ha hecho una carrera increíble. También es excelente Néstor Guzzini, que además de ser un gran actor es un gran amigo. Bueno, Jorge Bolani, que se está dedicando al teatro. Stella Teixeira. Soy horrible para los nombres, por eso te nombro los más cercanos. Cristina Morán, que recién de grande incursionó en el cine y estuvo extraordinaria.

Fuiste declarada Ciudadana Ilustre en Montevideo. ¿Qué significa el reconocimiento para vos? Y más allá del reconocimiento personal, ¿qué te parece que representa un Ciudadano Ilustre para la sociedad?

No sé, para mí fue algo grandioso. Me siento honrada por ese reconocimiento. Nunca lo pensé. De repente cuando empezás a hacer cine y sos consciente de que hay premios en los festivales, vos decís, “ah, qué lindo este festival, si nos ganáramos un premio”, pero nunca decís “quiero ser ciudadana ilustre”, ¿quién lo piensa? Creo que nadie. Uno no hace las cosas para que te reconozcan. Y la verdad es que no sé en qué consiste serlo, supongo que en el orgullo, en que María Inés Obaldía me haya dicho “estamos orgullosos de vos”. Lo lindo es lo que generó en la familia, en los amigos, porque es muy difícil caer. Un nieto mío estuvo buscando quiénes fueron Ciudadanos Ilustres, y estaba China Zorrilla y ahí decís, “claro, bueno, ella sí”. Estaba Eduardo Galeano también, Julio Sosa. Cuando yo era niña peleaba con todo el mundo porque para mí el más grande no era Gardel, era Julio Sosa. Yo no sabía nada, pero mi padre era músico y estaba en una orquesta de tango y mi madre se pasaba todo el día escuchando tango en la radio. Y para mí Julio Sosa era lo más. Así que bueno, está Julio Sosa y también estoy yo.

Y es lindo por mis nietos. Mis hijos ya son grandes pero mis nietos ahora dicen, “mi abuela es Ciudadana Ilustre”, y supongo que eso va a durar varias generaciones. Además se juntaron un montón de Pascuales y de Jaurenas, la familia de mi mamá, para venir a acompañarme, amigos de la vida que me saludaron, entonces eso te hace entender que es algo importante. Porque recibir premios por tu trabajo, qué se yo, sabés bien que todo es subjetivo en la vida y que los premios no te llevan a ningún lado, eso se sabe. Que lo que importa es lo que podés hacer por vos mismo, por el trabajo que puedas mostrar. Y que no te tenés que creer nada, que no te la tenés que creer nunca.

¿Sentís que te modifica en algo tu manera de habitar Montevideo?

No, para nada. Pero los vecinos me felicitan cuando pasan, algunos que no me saludaban antes, con los que sólo nos decimos "hola y chau", y ahora me saludan. Y me hizo mucha gracia con mis vecinos de al lado, que son bastante nuevos en el barrio, que son amorosos. Es una pareja cuarentona, con dos niños, siempre charlamos. Y cuando les dije, “ay, ¿sabés qué? Me van a nombrar en Ciudadana Ilustre, los voy a invitar”. Y entonces, cuando le mandé la invitación, me dijo, “qué bruto que soy, siempre hablo con vos y no sabía quién eras”. Me dio gracia, no tenía por qué saber. Creo que esas son las cosas que han cambiado. Ayer saqué al perro y un muchacho que vive en el edificio de al lado me dijo “te felicito”, creo que es eso. ¿Me tendré que portar bien ahora? 

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¿Qué es lo que te gusta y qué es lo que no te gusta de vivir acá?

A mí me gusta vivir acá. Me gusta Montevideo. Me gusta el ritmo, me gusta la gente, me gusta la ciudad. No me gusta la gente que ensucia las veredas, te juro que no la puedo soportar. En la puerta de mi casa hay un árbol, dos plantas, dos macetones. Todos los días está lleno de basura ahí: bandejitas de plástico, botellas, bolsas de nylon. Eso me molesta muchísimo. Pero Montevideo me encanta, y yo cuando no trabajo, descanso. Salgo a caminar por la rambla. Por suerte estoy en un lugar equidistante, puedo salir para el lado del Parque Rodó o para Pocitos. Voy a caminar porque hace bien caminar, yo no hago ejercicio entonces camino. Y me gusta ir al parque a llevar al perrito, que hay lugares donde los podés soltar para que jueguen. Y me gusta mucho estar en casa de pantuflas. Tomar mate sin horario. Yo ahora estoy viviendo una vida nueva, porque me divorcié hace cuatro años, y estoy viviendo sola por primera vez en mi vida. Porque yo me casé a los 17, tuve hijos, me casé tres veces y me divorcié tres veces. De lo de mis padres fui a vivir con maridos. Y ahora estoy viviendo sola, lo disfruto mucho. Hago lo que quiero cuando quiero, y si no quiero, no hago nada. Me paso todo el día tomando mate, en pantuflas. Puedo leer, jugar con el celular. Debo confesar que juego bastantes jueguitos en el celular. Y estoy viviendo una vida nueva. No es tan fácil, claro. Me ha cambiado mucho la vida, sobre todo económicamente. Pero lo necesitaba.

Si pudieras elegir o desear, ¿cómo te gustaría que sean las condiciones de estudio y trabajo para las actrices y los actores jóvenes que hoy están empezando?

Las condiciones de estudio creo que están bien. Acá hay muchos lugares muy buenos donde formar actores y actrices. Después son las condiciones de trabajo las que son bastante inhóspitas. No sé si cabe esa palabra, pero es la que me sale porque no hay una continuidad de trabajo para nosotros. Yo tengo la suerte de tener una continuidad en estos 20 años, pero no es que esté todo el tiempo haciendo películas. A veces hay un año que hago dos o que hago tres. Hay un año que hago una cosa chiquitita, algún año que no hago nada. La pandemia no nos dejó trabajar y quedamos desamparados, dos años sin trabajar. Por ejemplo, mi hija es actriz. Ha tenido la suerte de estar en dos o tres películas, pero trabaja en producción ahora. Y yo veo que todos están rebuscándose de alguna manera en otra cosa. Porque acá es inhóspito.

Por ejemplo, en Argentina que hay muchísimo público y un público muy teatrero y muy de ir al cine. Se puede más o menos sobrellevar. Viste que todos los actores, aunque hagan cine, aunque sean geniales, siempre hacen teatro porque es otro recurso. Pero acá hay un público muy reducido porque somos pocos y porque no sé si culturalmente tenemos eso de que sea como una religión ir al teatro, ir al cine. Entonces, para los que intentamos vivir de esto, es sumamente complicado. No tenemos nada. No tenemos beneficios sociales. No tenemos nada. Tampoco es tan lamentable todo, hacer lo que te gusta y que te paguen es lo más lindo que hay, cierra por todos lados, pero con la actuación en este medio es inhóspito. Por eso no sé qué le diría a alguien que está empezando. Mi hija más chica cuando terminó el bachillerato dijo que quería ser actriz, y yo dije, “bueno, si vos querés ser actriz, estudiá, formate”. Y ella hizo una carrera de cinco años. Y ahora digo, “¿por qué no le dije que fuera abogada?”, pobre, porque no es fácil arrancar en eso y mantenerse. Creo que les diría: “Sean lo que quieran ser, pero asegúrense un sueldo fijo de alguna manera”.

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