En "Otra cosa es permanecer" (2024), describe al mundo con normalidad "sumamente anormal" y hace sencillos los pensamientos más pesados..

En "Otra cosa es permanecer" (2024), describe al mundo con normalidad "sumamente anormal" y hace sencillos los pensamientos más pesados.

Por Delfina Montagna | @delfi.montagna

Leerla es como ver a una bailarina o a un baterista. Esa entrega a la que nos prestamos ante un arte o una habilidad bien ejecutada. Esa sensación de “qué lindo, yo podría saltar y dar vueltas así”, o “podría pegarle a los tambores con palitos y hacer catarsis”. Y lo que parece fácil, pero en realidad es difícil —y de ahí parte su gracia—, es convertir observaciones personales y mundanas en algo de relevancia colectiva, con un toque estético y una narrativa de la que solo ella es capaz. 

Parte de la gracia de "Otra cosa es permanecer", de Romina Paula, está en esa narración tan rara. Tan familiar también, por su lenguaje coloquial, pero extravagante en el orden en que acomoda las palabras. Es una especie de ambigüedad que te deja como imantada; parece al mismo tiempo normal y sumamente anormal. Solo las primeras 10 líneas de Agosto (2009) alcanzan para entenderlo:

Algo como que quieren esparcir tus cenizas. Algo como que quieren esparcirte. Me lo dijo ayer tu viejo cuando me encontré con él, me contó eso, lo de los cinco años. Yo lo sabía, en realidad, pero creo que no tenía en mente que entonces se cumplía el plazo legal. Estábamos tomando vino blanco, no sé por qué, supongo que por el estupor. No me gusta el vino blanco, es lo de menos. Fuimos a uno de esos bares con dicroicas y paredes amarillas, porque sí, porque quedaba cerca y porque tenía calefacción. No cominos nada, no comimos, era demasiado temprano para la cena y demasiado tarde para la merienda. Además ya nos habíamos decidido por el vino. Blanco. Así que imaginate cómo me pegó.

Sus relatos se componen y transmiten sensaciones. Llegar a la plaza a la mañana, vaciar una casa para una mudanza, una caída y el miedo que sube después de escuchar el golpe fuerte, la mezcla de desilusión y la esperanza en un momento político difícil:

El otro día decíamos con Camila que sentíamos que estamos trabajando mucho más pero que no nos rendía. No trabajar, sino la plata. Que por la cantidad de horas y de trabajos que tenemos o hacemos, ganamos exponencialmente menos que en otro momento.

“Con tu sueldo 100 trabajadoras y trabajadores informales tendrían su salario básico universal. Bájense el sueldo, dejen de derrochar, controlen a los evasores, sientan el dolor del Pueblo… y hagan las cuentas de nuevo” escribe Juan Grabois en su twitter. Le está hablando a la vocera presidencial Gabriela Cerruti. No tengo twitter pero algunos trascienden. Sí siempre estoy atenta a las palabras y acciones de Grabois, contradicciones de por medio. Con lo del dolor del pueblo se refiere a un comentario de Kristalina Georgia, la gerente del FMI, que dijo algo así como que el pueblo, en este caso el argentino, iba a tener que sentir el dolor para que les cierren las cuentas a ellos, al FMI, y a los dueños del país. “Hagan las cuentas de nuevo” me da entusiasmo también, o esperanza más precisamente, de que haya cuentas que se puedan volver a hacer y den mejor esta vez, o de un modo más equitativo.

Foto: Editorial Marciana

Foto: Editorial Marciana

Después, la autora conecta la película Visavges Villages (2017) de Agnès Varda con [Juan] Grabois y el FMI, una donde la directora de cine y un artista callejero van haciendo intervenciones en una fábrica, en una granja, en una mina. Luego, pasa por la docuserie How To With John Wilson (2020). No le podemos decir “sinopsis” a esa breve descripción porque, como en lo demás, son pequeños destellos y emociones y es más ácido, más irónico, “como sí (John Wilson), después de mirar mucho Cartoon Network, se hubiera puesto a mirar su ciudad”, aunque “su show también es hermoso y lleno de humanidad y ternura y humor”.

De ahí vuelve a la actualidad política, con una pregunta escuchada al pasar en una radio: “¿Para qué quieren gobernar si no es para cambiar la realidad?”, y de nuevo a la posibilidad de que las cosas sean de verdad de otro modo. Que las cuentas se puedan volver a hacer, para cerrar con el broche de oro de una cita de Úrsula K. Le Guin en Conversaciones sobre la escritura (2018): “Si decimos que una historia se tiene que basar en el conflicto, limitamos enormemente nuestra visión del mundo. (...) Ver la vida como una batalla es tener una visión del mundo muy limitada, social-darwinista y muy masculina”. Casi como meta-diálogo con el texto, Paula comparte una reflexión de un taller literario en el que hablaron de los vínculos indescifrables.

Es increíble que con un tema tan acartonado como la deuda externa, Paula llegue a ese estilo tan raro en el que parece que tropieza, duda, y hace preguntas no exentas de belleza. Esto es solo un ejemplo de una constante que está en todos los textos que componen este libro; esa sensación de intimidad, de estar dentro de la cabeza de alguien, de río que fluye sin parar. Así es su voz, propia y única. Porque todos corregimos después de escribir, pero esto da la sensación de algo crudo y genuino. Naturalidad y emoción. Una fidelidad a la forma “pensamiento”. En cada fragmento el sentimiento es central, quizás venga del teatro y sea también un ingrediente fundamental.

Para todo el mundo, "rumiación" es una palabra con carga negativa, no tiene nada de bueno. Es el peso del pensamiento, el pensamiento pesado, el que no se puede cortar. Cuando el río de palabras te atrapa y te lleva sin que vos tengas control. Es difícil hacer de eso algo bello, algo disfrutable para un otro, y sin embargo ahí está: te hace sentir, como lector, menos solo. Te podés zambullir en el río de otra persona y ver que su pensamiento también es así, al mismo tiempo que te da un recreo del tuyo propio.

Romina Paula y Esteban Lamothe en la película

Romina Paula y Esteban Lamothe en la película "El estudiante" (2011). 

Romina Paula dirigió obras de teatro y películas, también actuó en ambas y escribió libros: ¿Vos me querés a mí? (2005), Agosto (2009), Acá todavía (2016) y Otra cosa es permanecer. Aunque ella maneja la jerarquía en distinto orden: primero autora, después directora y por último actriz. También viaja, da charlas, conferencias y talleres, todo lo cual está relatado en su libro de no ficción, lo que probablemente sea solo una extensión de las tres categorías que confluyen en lo mismo: comunicar y transmitir, por el medio artístico que sea.

Como en El beso de la mujer araña (1976), la escritora sabe contar una película (o una obra de teatro, un libro) y generar esa intimidad, esa cercanía, y suscitar la intriga sin revelar todos los detalles (blasfemia que nuestra época llamó “spoilers”).

Además de este punto de vista distinto sobre cosas mundanas, además de estos bocaditos de consumo cultural, los ensayos son también una colección de citas, otra cosa que parece fácil, pero no lo es. Entretejerlas así, que sean el broche o el golpe final de una situación, que estén urdidas en una idea con tanta firmeza, una conexión lejana, pero que ella nos muestra y nosotros vemos. 

También está ese tratamiento un poco antojadizo de las reglas de la sintaxis, el uso excesivo de la “y”, el error y la mancha, como si dijera “hago con el lenguaje lo que me parezca”, como si se tratara de una materia más maleable. Si yo quiero poner comas por todos lados para que pauses, para que pueda entrar en tu cabeza esta larga frase, no rige ninguna norma y ningún editor las puede sacar. Esos ensayos cortos enarbolan una bandera de una lucha muy particular, de la que Paula es el único soldado.

Cuando vi Otra cosa es permanecer sobre la mesada de la librería, no me dijo nada. No quiero decir que no me llamó la atención, sino que nada de su exterior adelantaba algo de lo que te pudieras encontrar en su interior. Es de color lila, tiene dos fotos a todas luces analógicas, tiernas y nostálgicas, y solo lo fundamental: título, autora, “colección de no ficción” y un fragmento atrás que no es sinopsis.

¿No ficción qué? ¿Ensayos, columnas, autobiografía, crónica?? Cada tanto, adentrarse en un libro completamente a ciegas tiene su magia. Y una de sus sorpresas, otro de los componentes que lo hacen especial, es su formato y longitud: cada una de estas reflexiones no lleva más de tres o cuatro páginas, como brisa de aire fresco. A la mitad del libro me enteré qué era (si ensayo, columna, autobiografía, crónica), pero les dejo esa sorpresa a ustedes también.

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